[ANNIE]
Me sentí asfixiada y asqueada a la vez. Todo me daba vueltas, el estómago me retumbaba y no sabía si era debido a las arcadas o al hambre por no haber comido todo el día. Estaba mareada, pero más que eso estaba molesta, enojada y fastidiada y aún así, no pude decir nada. Ni una palabra salió de mi boca cuando Elder Williams entró al sótano, lugar que había asignado como mi oficina, y lanzó sobre mi pedazo de escritorio varios folders, para que los revisara. Era prácticamente el trabajo de un mes.
—¿Es en serio? ¿Todavía no has terminado? —recriminó, lanzando una sonrisa burlona en mi dirección. Pensé que eras más rápida. ¡No, espera! Te tienen que salvar todo el tiempo…
Lo miré llena de ira. Estaba furiosa y por más que me contuve las lágrimas salieron rodando por mis ojos. Me estaba humillando y no se molestaba en ocultar su odio hacia mí.
¿Cómo pudo fingir tantos años a mi lado? ¿Cómo pude yo no darme cuenta antes?
Lo odiaba y no busqué ocultarlo. Sin embargo, aunque él había empezado, era poco resistente o muy sensible a qué alguien lo mirara con desprecio, y quizá le caló más a fondo que ese alguien fuera yo.
Se acercó a mí de forma amenazante, con sus ojos ahora inyectados de sangre, me tomó del mentón y acercó sus labios a los míos. Ladee lo más que pude mi rostro, sin dejar de verlo con la misma tenacidad.
—Los Roth solo son los juguetes de los Williams. Que eso no se te olvide.
Me soltó de manera brusca y se acomodó el chaleco.
Escuché una risa burlesca al fondo y descubrí a Cristina parada al pie de las escaleras, mirándome con superioridad. Aquella que se suponía había sido mi amiga. Aquella que una vez compartió mi tragedia, y que al igual que todos me había traicionado y culpado.
Solo sería poco tiempo.
Al menos era lo que yo esperaba.
(UN DÍA ANTES)
Fue un momento. Solo un efímero momento en el que nuestros ojos se conectaron y todo lo que había alrededor y quienes estaban cerca de nosotros, desaparecieron.
Mi corazón seguía latiendo fuerte. Era como si en algún momento se desbocara y escapara de mi pecho. Estaba sudando frío, mi vista se nubló como un día de lluvia y cuando menos lo pensé, su carraspeo me trajo de vuelta a la realidad.
No, no había tenido tantas sensaciones juntas y tantos sentimientos aglomerados por esta persona debido al amor que antes creía tenerle. Nada de eso.
Lo único que llenaba mi pecho, al punto de sentir mi estómago revuelto y no precisamente por mariposas, sino por repulsión, era el odio que le tenía a esa persona. A él, que por mucho tiempo fingió soportarme para luego lanzarme a un abismo y darme la mayor decepción de mi vida.
Tenía tantos sentimientos por él, y sin embargo, ninguno era bueno o mínimamente positivo.
—¿También eres un pasante? —exclamó Beth entusiasmada, empujándome un poco para darle espacio al lado de ella en el elevador—. Soy Bethany, pero para ti solo Beth.
Elder se mantuvo serio. No despegaba su mirada fría de la mía, hasta ese momento en el que la chica extendió su mano y rozó la orilla de su traje hecho a la medida.
Cómo era de esperarse de alguien como él, aclaró su garganta y acomodó las orillas de su saco y su corbata con cierto fastidio. Entró al elevador ignorando por completo a Bethany y se acomodó entre ella y yo, quedando justo en el centro.
Denver, al ver a la chica totalmente roja por la vergüenza, intentó de la misma manera hacer que él se presentara.
También lo ignoró.
Así continúo por unos largos segundos, que parecieron eternos, aquel silencio ensordecedor, que entre él y yo gritaba mucho… sin decir nada.
Al llegar a nuestro piso hice todo el esfuerzo posible por no voltear a ver hacia atrás. El elevador tardó un poco en cerrar sus puertas y aunque caminé con casi nada de seguridad por el pasillo, tratando de apresurar mis pasos, seguía sintiendo su mirada en mi espalda.
Cuando por fin escuché que el transporte metálico cerró sus puertas, sentí de nuevo que volvía a respirar.
Mis puños estaban apretados y ni siquiera me había dado cuenta. No fue hasta que sentí una mano en mi hombro y volteé, que me relajé al ver a un sonriente Denver a mi lado.
—Tranquila, Ann. Nos irá bien.
Ese positivismo era el que necesitaba. Sin embargo, mi noche ya se había amargado.
Y no, no por ver a Elder Williams. Ya lo había visto muchas veces antes. En el restaurante, en el apartamento… y parte de mí sabía que lo vería aquí.
Lo que me molestó es que sabiendo la basura que había sido conmigo, me mantuvo la mirada, cómo si fuera una especie de insecto al que quisiera aplastar.
Lo único que esperaba es que nadie más lo notara, porque podía asegurar de que la tensión se cortaba con el filo de una hoja de papel.
—¿Es la primera vez que entras en esta empresa?
Una vez más la presencia de Denver me trajo de vuelta.
—Ah, eh… sí. Primera vez. Uh-uhm.
Carraspeo y aparto la mirada hacia los demás chicos que van unos pasos adelante.
—Es bastante elegante. Dicen que los mismos dueños construyeron con sus propias manos y la levantaron desde sus cimientos… Pero no entiendo por qué se llama Keisy 's Group. Es bastante curioso que una empresa tan importante en el país no tenga una historia…
—¿Historia?
—Claro. Todas las empresas importantes tienen enormes placas doradas en la entrada, con los nombres de sus fundadores y dónde también te cuentan toda su fantástica historia de emprendedurismo y como llegaron a ser lo que son hoy.
Si hay una placa. Si hay una historia.
Bajo la mirada y finjo una sonrisa. Nada más me encargo de encogerme de hombros y seguir caminando en silencio.
Entramos a la sala de conferencias. Frente a nosotros hay una mesa de mármol larga y brillante y tras ella dos hombres y una ya conocida mujer mayor vestida de traje, todos muy elegantes, que supongo son los encargados de recursos humanos y dicho de paso, nosotros.