Condenada a Elder Williams

C8. Un idiota cruel

[Annie, 12 años antes]

Llegamos al fin, al cabo de casi cuatro horas, al campamento. El viaje ha sido largo y cansado, aunque no me puedo quejar. Mientras algunos de los chicos que van en el autobús se han dormido y otros van aburridos viendo por la ventana, Keisy y yo nos hemos entretenido contando bonitas anécdotas de nuestras vacaciones familiares y los lugares a los que hemos ido con nuestros padres. O hablando sobre los regalos más bonitos que hemos recibido en navidad. Hemos hecho buenas migas y me alegra saber que no estaré sola o marginada en el campamento.

Siempre me ha tocado ser antisocial. La persona que nadie elige en su equipo de bádminton, fútbol o basquetbol. La que debe entregar los trabajos de la escuela sola, porque todos tienen ya sus grupos hechos, y la única forma de pertenecer a uno de esos grupos es hacer la tarea sola y dar el crédito a los demás.

Y es algo que no estoy dispuesta a hacer, por tanto no puedo presumir de tener amistades. Hasta hoy.

Keisy es en verdad simpática y muy amable. Su hermano, por otro lado, debo decir que es bastante serio y reservado. Casi no se mezcla con nadie. No tiene mucho interés en los temas de los que hablamos y solo vive pegado a un libro de administración.

Keisy se da cuenta a medida esperamos que bajen todos del bus, que lo estoy observando.

—Nuestro padre le ha regalado ese libro.

—¿Le gusta mucho?

—No, en realidad para mí es una clase de adoctrinamiento. Papá es muy estricto, en especial con él.

—¡Deja de contar cosas que a nadie le interesan! —exclama Elder de mala gana, guardando su libro y poniéndose de pie para bajar primero del autobús.

Keysi suspira, pero enseguida sonríe y me toma de la mano.

—¡Vamos rápido! Espero que nos dejen ser compañeras de cabaña. Traje mi portátil. Podemos ver una película. ¿Te gusta “Juego de gemelas”?

—¡Me encanta!

—Entonces hagamos una pijamada y durmamos tarde si nos dejan juntas.

Asiento con alegría, sonriendo de oreja a oreja. También estoy bastante ilusionada con este campamento y espero que una vez termine, ella y yo sigamos siendo amigas.

☆゜・。。・゜゜・。。・゜★

[ANNIE, ACTUALIDAD]

—¡Estoy cansada! —le reniego a mi sofá apenas llego a casa. Gracias al cielo todavía no me ha tocado toparme con Cristina y Elder en el edificio y pude entrar a casa con total normalidad, sentarme en mi sofá y relajarme un poco después de un día tan ajetreado y espantoso—. Supongo que tendré que buscar otro lugar para quedarme para no toparme con ese par.

Hablo en voz alta.

Me pongo de pie y camino hasta el refrigerador. Abro el congelador y todavía cuento con unas tiritas de jamón de pavo. Eso me servirá para hacerme un sándwich, cómo siempre, antes de ir a dormir.

Es lo único que tengo para cenar y no me quejo, al menos tengo algo para comer. Debo decir que es difícil subsistir con el sueldo que gano en el restaurante, puesto que debo pagar gastos de proyectos de la universidad, pasajes para poder movilizarme de un lugar a otro y pagar el departamento. Intento no enfermar para no agregar gastos médicos a la cuenta, cosa que no siempre es sencilla.

Se me antoja leer un libro y también un baño caliente para despejarme y…

“Los Roth son los juguetes de los Williams “

¡No de nuevo!

Aquella frase no deja de repetirse en mi mente. Su voz me persigue por más que quiero callarla y aunque lo intento ignorar, la imagen de ese condenado papel sigue más latente que nunca en mi memoria.

Mientras algunos ponen sus firmas en sus documentos de identidad al llegar a la mayoría de edad, yo también ponía mi firma en ese maldito contrato, dónde no solo cedí mi libertad…

Sino mi vida en general.

Escucho pasos en el pasillo. Pienso que seguro es Cristina o Elder, ya que en cada piso hay dos apartamentos nada más y por desgracia el otro apartamento es el de ellos, justo a la par. Pero no. La voz al otro lado me corrige.

—Toc toc toc, señorita Roth… —Escucho una voz masculina proveniente de la puerta de la entrada, antes de que él timbre suene—. ¿Estás ahí, Ann? ¿Estás bien? Hace días que no hablamos y… Esto es raro, parezco el tipo loco de la película “El Resplandor”—murmura al final.

¿Por qué? ¿Por qué justo él?

Bueno, al menos no es Elder y eso me tranquiliza. Es solo que mi corazón ha empezado a latir muy fuerte y no entiendo por qué.

Jay.

Ahora mi mente divaga de nuevo en aquella imagen de la chica sosteniendo su brazo.

—Escucha… No sé si estás molesta… —hace una pausa, mas no contesto—. Tengo que decirte algo y, no es muy importante seguramente. Es solo que, siento que solo a ti te lo puedo contar —sigo sin contestar y con mi posición firme. ¡No voy a abrir esa puerta por nada del mundo..! —. Y traje pollo frito y papás Twister, pero creo que no estás…

¡Rayos!

—Tengo sueño y muchas cosas que hacer, pero soy una buena amiga y creo que te puedo hacer espacio —balbuceo rápido, abriendo la puerta. Llevo un mechón de mi cabello por detrás de mi oreja y carraspeo nerviosa.

Jay sonríe y eleva la bolsa de pollo.

—Sabía que eso iba a funcionar. La comida es tu debilidad.

—Eso se considera acoso y manipulación.

—¿Entonces me llevo la comida?

—Pero no es acoso, solo manipulación.

El castaño de ojos claros sonríe y… ¿Siempre fue así de bonita su sonrisa?

Entra a la casa y se dirige a la cocina. Pone a calentar agua en la tetera y, aunque ha entrado con toda confianza a mi casa, no me parece invasivo. Contrario a eso, siento un poquito de familiaridad que me acoge y me relaja. Quizá es porque no estoy sola. O es su presencia que llena los silencios que tanto odio por las noches.

—¿Estás molesta? —pregunta, sacando dos tazas de la alacena.




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