Unos días después, se hizo un llamado a la prensa, los cuales se reunieron en el salón auditorio. Los periodistas estaban esperando en las sillas frente a la mesa con micrófonos, mientras que el fiscal encargado del caso, el director de departamento de Criminología y la máxima autoridad del colegio se sentaron en las sillas cercanas a la mesa. Cuando el director Del Valle tomó la palabra frente a los medios, su expresión reflejaba el peso de la tragedia. Habló;
—Hoy nos enfrentamos a uno de los sucesos más devastadores para nuestra comunidad. Veinte jóvenes han perdido la vida y quince siguen internados en estado crítico.
Los murmullos se esparcieron entre los periodistas. El Colegio "El Amanecer" estaba en el ojo del huracán.
—Nuestros estudiantes merecen respuestas, y los padres… merecen justicia.
—Sabemos que los afectados asistieron a una fiesta privada organizada por uno de nuestros alumnos. Sin embargo, queremos dejar claro que el colegio no tuvo participación en dicho evento.
Las cámaras captaban cada palabra. Afuera, padres indignados exigían respuestas.
—¡Nuestros hijos fueron envenenados!
—¡Exigimos justicia!
Afuera, las protestas eran incontrolables.
—¡Queremos la verdad!
—¡No más impunidad!
—¡Nuestros hijos murieron y nadie nos dice por qué!
Los periodistas decían que las redes sociales estaban al rojo vivo. Las personas pedían culpables, se compartían teorías, se señalaban nombres. Y uno de los más mencionados era Denis Armijos.
Entonces, Esteban Armijos, su padre y fiscal, tomó la palabra.
—Entiendo la angustia de los padres. Como hombre de justicia, me comprometo a que la verdad salga a la luz. Pero no podemos permitir juicios sin pruebas.
Sus palabras no calmaron a todos.
—¡Quiere proteger a su hijo!
—¡Si no fuera el hijo del fiscal, ya estaría tras las rejas!
—¡No es justo culpar a un niño!
El suboficial Javier Suriaga, con su tono profesional, intentó mantener el control de la información.
—Estamos analizando los videos y testimonios. Hasta ahora, no podemos confirmar que el alcohol adulterado haya sido introducido intencionalmente.
Pero los periodistas querían más.
—¿Descartan la posibilidad de corrupción?
—¿Quién organizó la fiesta?
—¿Por qué se permitió la entrada de alcohol?
El doctor Carrión, director de salud distrital, intervino.
—Los análisis toxicológicos confirman intoxicación masiva por metanol. Algunos sobrevivientes sufrirán daño neurológico irreversible. Otros tienen insuficiencia renal y hepática.
El correo electrónico con la dirección del lugar de la fiesta llegó a todos: padres, alumnos, docentes y autoridades. Los protestantes se marcharon del exterior del colegio y fueron a la dirección indicada.
La casa de los Armijos estaba rodeada de manifestantes. Algunos llevaban carteles con fotos de los fallecidos. Otros gritaban insultos.
Dentro de la casa, Denis estaba sentado en el suelo, con la mirada perdida. Había pasado de ser un niño común a convertirse en el blanco de una cacería pública.
Su padre, Esteban Armijos, un fiscal de renombre, intentaba manejar la situación.
—Vamos a enfrentar esto con la verdad. No con especulaciones.
Pero la gente no quería escuchar. Querían un culpable.
*****
El ruido de las manifestaciones se filtraba a través de las ventanas de la casa de Denis. Pancartas con mensajes de odio y reclamos de justicia se alzaban en el aire, mientras las voces de padres indignados exigían respuestas. Denis observaba desde su habitación, sintiendo cómo el peso de cada acusación se hundía en su pecho.
Boris estaba a su lado, firme como siempre.
—Tienes que hablar, Denis. No puedes dejar que otros cuenten tu historia por ti —le dijo con voz serena, pero decidida.
Denis dudó. Aunque sabía que era inocente, el miedo a que sus palabras fueran malinterpretadas lo paralizaba. Sin embargo, el apoyo de Boris, junto con el de su padre Esteban y Gino, le daba fuerzas para seguir adelante.
Mientras tanto, en una rueda de prensa, el suboficial Javier Suriaga dio detalles técnicos sobre el avance de la investigación. Explicó que aún se analizaban las muestras de licor adulterado y que se estaban identificando a los responsables de la distribución. Luego, el doctor Carrión, especialista en toxicología, detalló el estado de los jóvenes internados, revelando que algunos aún luchaban por sus vidas.
Pero eso no parecía calmar la ira ardiente de los padres de familia y demás ciudadanos.
Las protestas no cesaban. El sonido de los cánticos y las pancartas agitándose contra el viento convertían la calle en un escenario de tensión constante. Dentro de su casa, Denis revisaba una y otra vez las publicaciones en redes sociales. Cada noticia, cada comentario, cada especulación aumentaba el peso que cargaba sobre los hombros.
Los medios habían puesto su atención en un video filtrado días atrás: imágenes de la fiesta donde se veía a los jóvenes bailando, riendo, disfrutando… y luego, en cuestión de horas, intoxicados, desvaneciéndose en el suelo y la entrada de Denis a la escena con una expresión de terror. Para muchos, ese video representaba la prueba de que algo estaba mal desde el principio.
Editado: 06.04.2025