Conflictos En La Narrativa

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Joel Marrecos, exclusivamente conocido en el mundo artístico como J. Eslater, cuya única forma de contactarse es por medio del correo electrónico, y solo en las redes sociales ha vivido en muchas partes de su país, en una ciudad lluviosa, en otra árida, en una gran ciudad, y ahora en pueblo turístico y tranquilo.

La pequeña casa que habita se encuentra en el oeste, cerca de un hospital por cualquier emergencia médica, a cinco cuadras del centro comercial por si quiere algo en la noche, diagonal a un parque para salir a correr en algunas madrugadas, con la calefacción averiada por que le gusta el frio, y el agua de un grifo con gusto a metal por si le diagnostican falta de hierro. No puede costearse algo mejor, aunque sus ventas han ido bien la mayor parte del tiempo todavía no cree que le va suficientemente bien como para arrendar departamentos con mayor lujo, sobre todo porque no suele hacer firmas de autógrafos, pero siente que eso podría cambiar con la película.

Los horarios en la granja son muy variados, y aquella mañana tenia libre, por eso lo primero que hizo luego de desayunar era llamar a su madre, ella le informo que luego le enviaría el documento con su lista de ideas para novelas que tenía en una computadora que usaba en la antigua casa. Con ese conocimiento, la nueva misión de Joel era ir al centro comercial, en primera para comprar algunas cosas, y en segunda porque era un buen punto de reunión para él y su editora, ya que en ese momento sus casas no se hallaban tan lejos una de la otra.

Mientras la esperaba en la entrada, al lado de una plazoleta experimento el sentimiento de ser vigilado por una presencia extraña que no pudo detectar, quizás un fanático descubrió su identidad luego de que vio a otro escritor con rostro publico salir con otras personas, aquello no ha pasado en esa ciudad, por lo que quizás no sea el caso.

Se trataba de Mara, que llevaba una gorra gris y se encontraba del otro lado de la calle, había “descubierto” la dirección y horario provisional de su compañero por medio de una corta visita a la oficina del jefe, cuando este regateaba con unas personas en el exterior de la oficina, y ahora planeaba encontrarse con Joel “casualmente”.

Joel tiene la ligera idea de que le podrían hacer daño, cerca solo hay gente tomando el desayuno en las mesas redondas, pero el siente aquella presencia, que le da la idea para una novela, por lo que saca su libreta, se sienta en un sitio disponible, y comienza a escribir algo.

Mara lo observa. Siente que de estar allí con él, podría saber que gran idea para una nueva historia podría estar plasmando antes que se le escape como un destello.

“Atún en aceite de girasol, acelgas y avena” es lo que el anota primero antes que se le olvide, y entonces si se dispone a escribir la nueva idea, sería algo básico, sobre sentirse vigilado, pero tiene sus técnicas secretas para sacar más elementos de aquella sencilla premisa. En ese momento llega su editora, por lo que entran juntos. Mara mira ambos lados antes de cruzar, y cruza. No le pareció que ambos entraran como acompañantes debido a que casi no hablaron.

Cuando llego al interior del edificio pudo dimensionar lo grande que era el lugar, los múltiples pasillos, y se dio cuenta que ya los había perdido.

—Koren está de moda —Le dijo la editora, al lado de Joel, que llevaba el carrito—, ojala les confirme para que sea tu director.

—No lo creo, su estilo de acción me parece muy frenético, creo que podríamos necesitar a alguien más clásico.

—¿Cómo Robertson? —Ella llevaba su propia lista de nombres—, recién está despegando.

—Sí, justo como él —Agarro un bolsa de galletas de sal y la metió al carrito—, sería una buena opción, pero creo que dará un poco igual, mientras entienda mi visión artística, y podamos trabajar bien juntos.

—Seguro que si —dijo a la vez que miraba que nadie la escuche—, ¿Por cierto ya pensaste en tu próximo libro?

—Me lo estoy tomando con mucha calma, lo de la granja si me está ayudando, cuando entre no era por una idea en concreto, sino justo para que me surja una idea, pero todavía no tengo algo definido, igual cuando lo tenga tendré nuevas experiencias que usar.

—¿Sabes que está de moda? —Emocionada—, las historias de…

—No, prefiero no saber —dijo él—, quisiera ver si impongo una moda, como con…

Dos carritos chocaron de frente, en medio de dos escaparates. Uno era el de Joel, que miro hacia el frente, y vio algo que no esperaba, a Mara, con una expresión más sorprendida de lo que ameritaría esa clase de encuentro.

—¿Tú? —Más confuso que molesto.

—No te estaba espiando —Sujetó bien su carrito—, ni a ella.

—No pensé eso —dijo—, pero ahora si lo pienso.

—Pues nada de eso, siempre compró aquí —Mintió, ni recordaba el nombre del lugar, pues lo siguió a pie—, para que no lo pienses.

Para la editora era necesaria una explicación, estaba cerca de preguntar de donde se conocían. Pero Joel quería seguir en lo suyo antes que aquello ocurra.

—Como sea, buen día —Avanzó con su colega y el carrito. La editora solo se despidió con un gesto.

—Un momento —Mara vuelve a acercarse, no controla la velocidad y los choca un milímetro—, lo de ayer, no fue mi culpa, ni lo otro, por cierto.

—No sé de qué hablas —dijo él—, ¿Qué otro?

—Que nuestro jefe te regaño, cuando hablabas con esa… —zorra, pensó—, chica —dijo.

—Ah, es igual, no pasó nada…

—¿Hablabas con una chica? —dijo la editora—, sí que vas a lo que vas.

—Más bien ella me distraía del trab…

—¿Te distraía una chica? —Emocionada—, ¿no que “estoy casado con el trabajo”? Que rápido cambian las cosas, sí que te está haciendo bien el nuevo entorno.

—¿En que trabajaba antes? —Mara comprende que esa pregunta es imprudente en aquella situación, pero es una oportunidad única de que él se lo diga, y de esa forma avanzar con su plan—, si puedo saber.




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