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El próximo día que coincidieron en el trabajo Joel y Mara, fue también una jornada especial, tres de sus compañeros regresaron en una buseta desde otra provincia, donde se había realizado una competencia de calidad de quesos la mañana anterior, había jueces internacionales, e inclusive el evento fue televisado, (poca gente lo vio) pero fue televisado.

El jefe lo había visto en la computadora de la tienda, junto con Leire, y otros empleados de mayor rango, que se mantenían a los lados de las vitrinas, Mara se encontraba cerca y pudo comprender cuando escucharon todos el primer lugar, lo genial que es hacer algo y que los demás te reconozcan como buena en eso que haces, cosa que de momento no recordaba haber experimentado demasiado.

La granja Deliexperiencias había recibido el primer puesto, por lo que se apresuraron a gestionar todo para una afluencia que se esperaba sea mayor de personas. Y para el día siguiente, el jefe le dijo a todos sus empleados, que habría una cena en la tarde noche, que aprovecharían la ocasión para hacer una pequeña entrevista a quienes los fueron a representar, ya que podrían utilizarla para las redes sociales de la empresa.

Con tanta gente reunida, en un ambiente no laboral, Mara entendió que era la oportunidad perfecta para mostrar su talento al escritor, para que su balanza de percepción moral hacia ella se incline por el lado positivo, por eso llevo su armónica, y cuando estaban por cerrar la tienda, y afuera ya preparaban una pequeña ceremonia le mostro sus habilidades con el instrumento a Leire.

Hacia una tonada con tonos franceses, algo enérgicos, como del estilo de Yann Tiersen, que termino de forma brusca, pues de esa forma iba la pieza.

—¿Qué te pareció? —Le pregunto a su amiga—, no soy ninguna profesional, pero creo que servirá para que Joel vea que también se de arte.

—Tampoco soy experta, así que no lo sé… —Tamborileaba los dedos en la vitrina—, pero si me gusto. Ojala me dejen comida para mañana.

—Si quieres me encargo de eso —dijo, por decir—, puedo guardarte algo en la nevera, pero si alguien se lo come antes que entres a tu turno no me hago responsable.

—Te lo agradecería, en serio —La computadora marco las seis en punto—, bueno, me tengo que ir ya. Y si vas a tocar la armónica, que sea en frente de todos, no solo de él.

—Sí, ya lo pensé, descuida. —No lo había pensado.

El jefe se encontraba afuera, ayudaba en la gestión de colocar unas carpas, por si llovía. Al ver a Leire irse justo a su hora le pareció algo grosero que no se quede a la cena que planeo para estar también con los inquilinos del hospedaje y los ganadores del concurso. Joel cargaba con ayuda de otro compañero cerca suyo la última de las mesas largas que traían, y en unos minutos ya empezaron a llevar los platos con generosas porciones.

En ese momento tenían alrededor de cinco inquilinos únicamente, lo que fue una suerte, pues de otro modo gastarían mucho más en alimentos. Aunque de todos modos, gran parte de lo que había en la mesa eran los postres y platillos que sobraron de hasta esa hora. El equipo de marketing se encargó de que grabar todo aquello, para que se muestre que ahí eran una sola familia.

Luego filmaron frente a todos una pequeña entrevista con los tres campeones, vestidos de blanco se turnaban para responder, y entonces la cámara hizo un paneo para que todos puedan aplaudir.

Al lado de Joel se sentaba Carlos, comían y hablaban por ratos, todo el mundo estaba en alguna conversación, salvo Mara que mantenía la armónica en el bolsillo, todavía sopesaba cual sería el mejor momento para entonarla, y si se atrevería. Lo cierto es que no practicaba muy seguido desde hace rato, desde que se enganchó a leer libros de acción y romance lo había dejado de lado, por fortuna no estaba tan oxidada, (ella), el instrumento si un poco, ahora era un buen momento para de mostrarlo, aunque a pocos les ha mencionado de aquella afición.

Por eso espero un rato más, cuando algunos comensales ya se habían retirado a caminar por los seguros senderos o a comenzar con el lavado de platos. Entonces saco el instrumento, se veía algo usado, pero conservaba todo su color.

—¿Sabes tocar? —Le dijo un chico robusto del equipo de marketing, que justo caminaba tras de ella—, podría quedar bien para el video.

Mara no se había decidido a hacerlo, pero esa pregunta parecía un empujón que no se tendría que desperdiciar, de esos que pocas veces se presentan, sobre todo ahora que todos los presentes la miraban.

—No soy muy buena, pero se un par de cosas.

—Genial —El chico se alejó tres pasos y encendió la cámara—, necesitamos algo movido, que se pueda usar como banda sonora para el momento.

—Claro, tengo algo justo así —Se levantó de la silla y se movió a un lado, tenía que calmarse para que todo surgiera como tendría, por lo que repaso la pieza en su cabeza a cámara rápida. Adopto una postura con la espalda recta y miro a la mesa de nuevo, había un par de inquilinos, su jefe, y como siete empleados, entre ellos su escritor favorito, todo eso era por él, se preguntó por un segundo si valía la pena, entonces miro al de marketing—, ¿Empiezo?

El chico asintió con la cabeza. En ese momento no se escuchaban ni los grillos, entonces Mara acerco la armónica a sus labios y comenzó con un soplo suave. Era una de las piezas que mejor se sabía, comenzaba con algo que parecería una exhalación, y luego tomaba un tono más bien medieval, con repeticiones de dos intervalos opuestos, que mientras escalaban fueron acompañados con los primeros aplausos de los demás, que no les costó seguir ese ritmo que parecía ir cada vez más rápido.

Ella mantenía los ojos cerrados, odiara fallar una sola nota, por lo que en ese momento no había nada más en el mundo, que ella y aquel sonido que producía, y que provocaba que algunos muevan un solo pie, era la clase de instrumental que simula una batalla, vibraciones altas, rápidas y se sentía como si dos fuerzas tiraran y aflojaran, ella se movía para acompañar aquel sonido, se balanceaba, y en la misma partitura habría cierto tono de duda.