Mara no pudo creer que quien debía ayudarla a ella a conseguir una cita, tenga una con esa misma persona, y justo para el día siguiente, quiso responder con enfado, como eso no le daría buenos resultados trato primero de intentar sacarle información. Leire se resistió pero acabo por admitir que irían a la feria de la playa, que queda a una hora del pueblo donde se encontraban, sería el quien conduciría, y le aseguró a Mara que sería en un tono amistoso, ya que se trataría de los últimos días en los se podrían encontrar los juegos mecánicos tan cerca, y únicamente no desean perder aquella oportunidad.
La mayor duda era como demonios llegaron a la conclusión de que sería buena idea salir, de pasar una agradable mañana juntos, si se acababan de conocer, para Mara eso no era justo, y no solo eso, sino que forzado, como en una novela romántica de las que tanto lee ella. Aunque si le gustan esas escenas en la mayoría de ocasiones, pero también reconoce que en otras circunstancias no es lo que tiene mayor sentido.
Como sea, fue temprano a la terminal de autobuses, su turno seria en la tarde por lo que podría ir a la playa y ver que hacen sus compañeros y volver con el tiempo justo para empezar su jornada.
Traía su uniforme en la mochila, y en el autobús le toco ver una película vieja de acción, con buenas actuación y pésimo doblaje. Mientras Leire y Joel compartían la canción favorita de ella en el sencillo y gris auto de él, ella fingía tocar la batería con la guantera, y el movía la cabeza con ritmo.
Mientras, en el bus un hombre extraño giraba la cabeza y quedo en el hombro de Mara, por lo que no tuvo de otra que moverlo ligeramente para que el sujeto pueda dormir del su lado de la ventana. Era extraño que pueda dormirse tan rápido, si el viaje no dudaría demasiado. Y no duró demasiado, el calor fue lo peor, aunque había algunas nubes en el cielo que pudo apreciar mejor cuando bajo del trasporte, y fue directo a buscar la feria.
Leire llevaba un pantalón holgado que le llegaba a las rodillas, y entró junto con Joel en un aproximado bastante exacto de la hora que le dijo a Mara, por lo que para ella al encontrarlos no fue difícil esconderse con su gorra de siempre, entre la multitud de familias amigos y parejas que compartían momentos, músicas, comida chatarra y dulces de todo tipo.
El escritor, con una chaqueta de tela muy fácil de sacarse por si hace frio, no acostumbraba a salir a esa clase de eventos, pero la sed por experiencias nuevas, y la mención del evento por parte de Leire fue lo que lo trajo hasta aquel lugar a la orilla de la playa.
Ella por su parte, le ponía atención a todo lo que comentaba, y siempre tenía algún aporte, se había dado cuenta que, entre otras cosas a Marrecos le encantaba hablar de narrativa, en general, sea de comics, series, libros o películas, indudablemente terminaron en la charla del podcast que él había empezado a oír la noche anterior.
Eso fue algo impresionante como Leire, pues cuando tenía una charla con Mara sobre las cosas que le gustaban, por lo general su amiga no hacia muchas preguntas, a diferencia de ella que si se interesaba por sus gustos, si se esforzaba en entender lo que le disfrutaba, y si escuchaba, veía o leía sus recomendaciones. En ese momento le agradaba sentirse objeto de atención, por alguien ajeno a su familia, que tampoco era muy numerosa.
Ese fue el motivo de que, cuando llegaron a los juegos mecánicos, Leire ya haya tomado la decisión, no le hablaría a Joel de Mara, si ella quería agradarle estaba en su derecho, y tendría que hacerlo por su cuenta, pero no se merece que le ayude de más si ni le devuelve el favor.
—¿Qué te parece si comemos primero? —Le dijo Leire a Joel, viendo que a su lado habían algunos puestos—, antes de subirnos a la montaña rusa.
—Puede ser —Había mucha gente, y bastante viento—, ¿Qué quisiera probar? Hay tantas opciones.
—Hay que ver si podemos comer de todo un poco, hay mucho para escoger. —Sonrió para él a, tras contemplar las posibilidades—, vamos por aquí.
Entre tanta gente, era fácil perderlos sin arriesgarse a que la vean, pero al conseguirlo Mara se situaba siempre a una distancia de dos grupos de personas, la ropa que llevaba iba acorde al sitio, por lo que no deberían distinguirla entre tantas personas. Miraba como se acercaban a un sitio de comida frita y ella tomo lugar cerca de una pared, ahí aprovecho para atarse los cordones, el resto de los viandantes no ponían atención en que parecía ser la única persona que venía sin compañía por lo menos en esa zona.
Joel saco de su billetera dos dólares, la volvió a guardar y cuando acerco los papeles al vendedor, uno de los billetes fue arrancado por la ráfaga de viento que se lo llevo a quien sabe dónde, por lo que el vendedor solo les dio una brocheta, y les dijo que dejen pasar a quien seguía en la fila.
Mara dio el último apretón a las cuerdas de sus zapatos, entonces cuando se levantó habiendo terminado con sus cordones los volvió a ver, se encontraban en una mesa, turnándose para comer una brocheta de carne y papas. ¿No que amistad? Mara apretó los puños, veía como se intercambiaban el utensilio de madera para comer una parte de lo que estaba ensartado en el palillo y mantenían entre ambos el plato de plástico, en vez de comer dos brochetas como la gente normal, luego Leire se levantó para ir por algo de beber.
—¿Dónde habrá acabado mi billete? —dijo él cuando la vio sentarse a su lado, y dejarle un vaso—, espero que un buen lugar.
—Tu piensa que le diste un regalo inesperado a alguien —dijo antes de dar un sorbo a su vaso—, y ojala te pase eso a ti también.
—Eso espero, me lo merezco, sería un quid pro quo con el universo.
Era agradable ver el lado bueno de las cosas. Cuando terminaron de comer, partieron el palillo en dos y lo tiraron a un tacho de basura junto con el plato de plástico. Caminaron del lado opuesto a los juegos mecánicos, al parecer querían tener la clásica escena de caminar al lado de la playa, había muy poca gente ahí, y Mara desearía que no se les ocurra interrumpir su caminata y mirar atrás, pues de hacerlo la verían a unos metros, sin tener sitio donde ocultarse, por lo que decidió bajar la visera de la gorra.