Para cualquier empresa, siempre es bueno participar en algún concurso, la publicidad del campeonato de quesos resulto bastante útil, pues todavía el días consiguientes hubo muchos visitantes a pesar de que empezó a llover en la tarde, de todos modos se realizaban algunas actividades en el comedor para entretener a las personas. Y por otra parte, en la tienda se hallaba Mara, que utilizaba el internet de la computadora para leer una vez más, todo aquello que ya sabía de J. Eslater, a quien desde que lo vio ayer con Leire, sintió perder, todavía no hizo la pregunta sobre si se habló de ella, pues asumió que la respuesta seria negativa.
Sobre el concurso de novela, incluso consideraba lo más lógico, que ya era momento de desempolvar una de las historias que había escrito hace algunos años, para comenzar a pulir y ver si podía participar por completo sin ayuda del escritor, lo que no le daba muchas esperanzas, todavía tenía algo de tiempo, pero ha leído tanto del tema que entiende que el momento de iniciar es siempre cuanto antes, ya que luego hay mucho trabajo por hacer.
—¿Cómo vas… Mara? —Le dijo Carlos, que puso los brazos en la vitrina, sobre la que estaba la computadora—, todo tranquilo ¿No?
—Así es ¿Qué hay de ti? —Miraba todavía la pantalla.
—Pues por el agua hemos tenido que dejar lo de los caballos para más tarde, así que aquí estoy por si necesitan algo —La miraba con un interés que nunca antes había mostrado—, ¿Qué cuentas?
—Nada… —No suelen interactuar demasiado—, aquí tampoco hay mucho que hacer.
—Quizás compre un postre —Se acercó al aparador de los dulces, comenzó a analizarlos—, cual sería una con algo de nuez, pero no tan empalagoso.
Las conversaciones entre empleados son de lo más común en cualquier ámbito, pero esa clase de interés que cualquier persona puede mostrar en Mara, le resultó extraño, por eso se acercó a donde se encontraba y fue directa con él.
—¿Ocurre algo?
—¿Algo como qué? —Seguía mirando los platillos divididos en rebanadas.
—La última vez que quisiste que charlemos fue cuando nos quedamos encerrados en el refrigerador de los quesos que ve iban a vender —protesto—, y resulto que solo había que girar la manivela.
—Lo sé —dijo él—, pero es que ahora estoy aburrido.
—No lo creo, hay algo raro aquí. —Miro tras de él, los pocos estantes estaban vacíos, salvo por el de las postales, donde se encontraba Leire, que al encontrarse con la mirada de su compañera saco dos de aquellas imágenes, las ojeo nerviosamente, y puso una tras la otra en su mano, y luego las volvió a dejar en su sitio, entonces las cambio de lugar de nuevo, como si fingiera que trabaja. Mara volvió a clavar sus ojos en Carlos, que ya lucia algo incómodo—. Ya comprendí, ella te pidió que hables conmigo.
—Quizás… quizás sea exactamente eso lo que ocurrió.
—¿Y te dijo una buena razón? —Se aproximaba todavía más—, para que me hables.
—Creo que mejor no hablo de eso…
—Vamos ya me lo imagino ¡Dímelo!
—No puedo —Miro a todos lados—, tengo que limpiar… los vidrios del exterior.
—¡Está lloviendo!
—Justo por eso. —dijo, agarro un trapo del que se encontraba encima de la vitrina y salió
Mara enseguida pesco a Leire fingiendo que lee una postal que no tiene más texto que un título, entonces salió del lugar de caja, y camino hacia ella como si la fuera a golpear.
—Querías que ya no intente nada con Joel ¿Verdad? —Regañó ella—, por eso le pediste a Carlos que me hable, a ver si me fijo mejor en él.
Leire no quería contestar, pero era el momento.
—Es que es lo mejor para todos —Soltó—, Joel es buen sujeto, y tú no te quisiste ni disculpar, además solo lo quieres para que te ayude con el concurso.
—¡Eso no es cierto! —dijo Mara—, y sea como sea, yo lo vi primero.
—Ni que fuera una moneda en la calle.
—Así es cómo funcionan las cosas, tú ni te fijarías en él de no ser únicamente, debido a que te pedí que hablen.
—No me hubiera fijado al inicio —admitió—, pero habría visto lo bueno de él, tarde o temprano, sí es buen amigo, a diferencia tuya.
Mara no esperaba eso, por lo que Leire continúo.
—Yo siempre escucho lo que me dices, tú no, no te interesas por las cosas que me importan, no me preguntas de mi familia, no tomas en cuenta mis opiniones ni me… —De pronto escucho el timbre de su teléfono, que la saco del tren de pensamiento. Agarro el dispositivo y no tardo en contestar—, ¿Diga? Si… quiere que vaya para alla…. De acuerdo, iré.
Cuando la llamada termino echo una última mirada a su compañera y con expresión seria fue hacia la caja, de ahí saco su mochila, y sin decir nada salió por la puerta, de un lado se encontraba Carlos limpiando el borde de una de las amplias ventanas. Ella se apresuró a caminar al lado opuesto, y mientras sacaba su paraguas se dio de cara con su jefe, que ahora con el golpe no parecía estar de buen humor.
—¿Otra vez te iras temprano? —Se cruzó de brazos—, me podrías explicar por qué.
—Es que… —Lo que le faltaba—, es algo medico de mi hermano, no me gusta hablarlo con mucha gente.
—Sabes cómo funcionan los empleos ¿Verdad? —Por lo general se enteraba que ella salía antes de turno, una vez estaba fuera—, nunca pides permiso, y no he tenido ningún certificado médico.
—Lo sé… es que…
—¡No puedo confiar en ti si sales así nomás! —Recriminó—, ¿Acaso no eres profesional?
—Es complicado… —Quería huir—, podría darle un certificado…
—¡Eso se hace con tiempo! Ya no sé si te creeré, además que coincidencia que quieras salir justo ahora que te toca limpiar el camión.
Leire apretó los puños, quería decirle que no tiene nada que ver, y que si no le mencionaba sus salidas hasta que este fuera era porque no le agradaba, y quería tener que oír sus preguntas al respecto, pero justo cuando iba a hablar fue interrumpida.
—Yo lo hare —Mara salía de la puerta de camino hacia ellos—, yo limpiare el camión, no tengo problema en quedarme un rato más de mi turno.