Los días siguientes en las jornadas que compartían, Mara y Leire no hablaron del tema de que al parecer, y sin que él se haya percatado, ambas sin haberlo buscado se metieron en una “competencia” interna por la atención de Joel. Sus interacciones del ámbito laboral solo continuaron como si nada pasara, aunque se evitaba hablar de temas personales y cada una realizaba sus “movimientos” por su cuenta, y según las actividades que se les asignan en la granja.
De modo que charlaban de vez en cuando con el escritor, de temas tan variados como las personas que visitan el establecimiento todos los días, afianzan de esa forma la amistad para recuperar el tiempo perdido de los primeros días, y sin descuidar sus labores. Igual que él, que aún lo enviaban a toda clase de tareas, pues su puesto era de auxiliar.
Mara aprovechaba que ahora eran un poco más cercanos y había empezado también a trabajar en su propio libro, luego o antes del trabajo, hubiera preferido una cafetería con amplias ventanas, con el aroma del expreso recién hecho, y sentarse frente a un cristal con su portátil, pero en lugar de eso lo que tenía para escribir era un cuaderno, y también su teléfono. Allí tenía los documentos de aquellas historias que había escrito hace algunos años, tenían ciertos elementos de acción, pero por lo general eran de temas un poco más “emocionales”, como el abandono, los traumas de la niñez, y como estos tienen repercusiones en la vida adulta.
El proceso de ella consistía en revisar las notas que llevaba en el cuaderno, y redactar en su teléfono, luego podría usar su computadora de escritorio para organizar todo en un solo archivo, y un rato después ya había elegido con que historia participar en el concurso. El sentimiento de ser considerada una escritora es una de las cosas que más deseaba, por eso no mostro inconvenientes en hacer sus bocetos a la vista de todos. Por ejemplo en el comedor de los empleados, con Leire del otro lado de la mesa, y justo cuando entró Joel.
—Hey compañero —Le dijo ella, con su cuaderno en la mesa, al lado de un platillo donde antes había un postre—, ¿puedo pedir tu opinión sobre algo que escribí?
—Claro… —Primero evaluó si tenía un tiempo libre, luego se sentó, a dos espacios cerca de Leire, que todavía no terminaba su comida que traía en un envase de plástico—, ¿De qué se trata?
—Hay un concurso de novelas cortas que está haciendo una editorial —dijo encontrando en su teléfono lo que buscaba—, quiero participar, y me serviría la opinión de alguien, para ver qué opina, para saber si sea del agrado de los demás.
Una petición extraña ya que, por lo general a los que escriben les suele costar compartir sus trabajos con personas de su entorno cercano, sobre todo al inicio, pero Eslater siempre estaba dispuesto a escuchar.
—De acuerdo, pero no creas que soy un crítico literario ni nada —Ha leído del tema, y por su trabajo, conoce bien el ámbito—, solo opinare como un lector promedio.
—No hay problema, solo dime lo que piensas con completa sinceridad —Era momento de enamorarlo con sus palabras, tenía que concentrase en que el tono y volumen, junto con la velocidad y tiempo de pausas sea el idóneo para que vea de lo que ella es capaz. Tomó aire, y comenzó a leer—. “El petricor le hacía sentir en casa, aquella sensación la transportaba hacia esos momentos en los que miraba la televisión con su familia, que ya no volvería a ver nunca más, y que tanto detestaba, aunque quiere convencerse de que no, esa chica quiere convencerse a sí misma de que si los apreciaba, y que estaría mejor ocupando el lugar de ellos”
Expectante ella observó la reacción pensativa de él, que con un gesto le pidió su teléfono, y al tenerlo cerca, leyo mentalmente aquel fragmento.
—Déjame adivinar —dijo él—, ¿La protagonista s huérfana, cierto?
Ella asintió con la cabeza, él hizo un gesto como si calificara un examen que se vería mejor en blanco.
—Bueno, tengo algunas cosas que decir —despacio deslizo el teléfono hacia ella—. “petricor” es una palabra que se ha estado empezando a usar mucho, y todavía no es tan común para que suficiente gente la conozca, y si lo que querías era que el ritmo sea lento te hubiera servido mejor decir, “el aroma de la tierra mojada”, ya que consume más palabras y por tanto ralentiza el tiempo, y usar palabras elegantes no es saber escribir, aunque a veces lo parezca, y si ayude…
—Comprendo.
—Hubo un cambio de tiempo, de pasado, y luego presente… también no haría falta que digas “esa chica” si ya el lector sabe que el punto de vista esta sobre ella, es redundante, además que primero escribas “la hacía sentir” en casa, que podría interpretarse como algo positivo y luego “detestaba” que podría tener una concepción negativa le da al párrafo cierto nivel de confusión que podría evitarse, con algo como… “Estar allí le hizo pensar en el contraste de lo que experimentaba antes, cierto desapego, con ahora, algo de apreciación hacia su familia” —Hizo una pausa—. O algo parecido, que pueda explicar que hay una contradicción, pero sin ser confuso. Supongo que la historia es sobre una chica que tiene un dilema moral de que en ese momento se encuentra mejor que cuando estaba su familia, a quienes odiaba, pero siente que debe quererlos para honrar su memoria ¿Verdad?
—Sí, algo parecido… —dijo, con la mirada baja—, justo como eso.
—Bueno, algo ya más “técnico” si cabe la palabras —Dudo un poco si decir lo siguiente—, lo de usar personajes huérfanos ya está muy gastado. Sigue sirviendo porque es fácil empanizar con ese tipo de sufrimiento… pero si vas a concursar, creo que los jueces agradecerían algo que se salga de los lugares comunes ¿Por qué quieres participar?
Era su momento de levantar un poco su autoestima, que ella percibía al nivel del suelo. Pero trascurrieron unos segundos y no se le ocurría una buena respuesta, que pueda captar el gusto que siente por crear historias, debido a eso dijo lo primero que se le vino a la mente.