Tras el encuentro con Cristi, el teléfono de Eslater recibió un mensaje de Mara, pedía hablar. Él llego a su vehículo y puso el modo avión antes de desaparecer en la carretera, sin ver que compañera de trabajo estaba avanzando a unas cuadras de donde él se encontraba. Cuando llego a su casa se encontró con cuatro llamadas perdidas de la misma persona, y luego un mensaje de audio.
La voz de Mara si tenía un tono de lamentación, comentaba como descubrió de su trabajo, y que se sentía arrepentida por no habérselo dicho, menciono que aparte de eso, no tenía pensado divulgar esa información. Fue en ese momento que el escritor dejo de escuchar, pues no le importaban sus excusas, y ahora no sabría si creerle de todos modos, en ese momento quería pensar en cualquier cosa menos en ella, ya luego podría tomar alguna decisión.
Dejo su teléfono a un lado de la mesa para evitar distracciones, como cuando se concentra en un nuevo proyecto, no quería dedicar al menos por ese día más energía a ella, era mejor no pensar en lo que pasaron y en la posibilidad de que todo aquello que le conto fuera falso, había que distraerse. Encima de la mesa se encontraba una actividad que él, por alguna razón posponía realizar, pero en ese momento tenía tiempo libre, y no mucho más que hacer, por lo que sujeto el sobre, saco las hojas de papel, y entonces en su sillón junto con un bolígrafo dio por iniciado el proceso de revisión.
Su estado de ánimo no era el mejor para tal actividad, y se notaba, tuvo que dejar el sillón para ir a la mesa, pues tenía mucho que tachar y escribir; cada pedazo de tinta era como un golpe a aquella entidad que esperaba convertirse en una película, dándole una tremenda somanta argumental, se resaltaba cada cosa que no parecía profunda, no corresponde con los personajes del libro, era demasiado cliché, o sencillamente no fue de su agrado ni consideraba quedaría bien con su tono e historia.
Eran alrededor de ciento veinte páginas, y pocas quedaron sin tachones. Quizás al guionista y los productores no les gustaría recibir tal cantidad de correcciones, puede que en aquel momento estaba siendo demasiado exigente, pero nada de eso paso por la mente del escritor, solo tenía que desahogarse para luego poder actuar con calma.
Tal paz fue experimentada cuando hubo terminado la revisión, que fue por su chaqueta, y entonces se dirigió a hacerle una visita a Sofía. De la misma forma que ella, él solo toco la puerta sin avisar. Ella se encontraba con algo de música de fiesta, pues resultaba que buscaba unas pistas para alguna amiga. Recibió con gusto el sobre, y comenzaron a hablar mientras él ayudaba con tal cuestión musical, aquello le sirvió de distracción, y la editora, ni siquiera se molestó en echar un vistazo al estado del libreto, llevaban años de experiencia y se conocían, desde la primera impresión de uno de sus libros publicados inicialmente en internet, por lo que no consideró que haya nada que revisar.
Ya al terminar la charla amistosa, y cuando él se encontraba en la puerta, listo para irse le comento sobre lo que hizo Mara, y dejó bien claro cuáles eran los problemas.
—Me engaño, traiciono mí confianza, además no estoy seguro de que entienda lo malo que hizo —dijo él, con más parsimonia que hace unas horas—, además, ya había notado antes que le cuesta disculparse, por lo que tampoco se si confiar en sus disculpas.
—Escucha… —Sofía comprende perfectamente lo que ocurre, la privacidad es algo sagrado para la gente de su medio—, no la conozco, pero quizás sus disculpas sean genuinas.
—Si no la conoces, no creo que tengas razones para decir eso.
—A veces las personas cometen una pequeña mentira, o realizan un ligero engaño, y eso acaba saliéndose de control.
—Mira, puede ser. —Suspiró—, pero no lo sé, lo importante ahora es que, si se llega a filtrar algún dato, mi dirección, donde estoy trabajando, pues ya sabes.
—Descuida, de ser el caso te avisare enseguida.
—Bien, esperemos que no pase nada, pero bueno. Me alegró hablar contigo —dijo, mientras salía a la calle—, ya me tengo que ir.
—Nos vemos, te avisare cuando la productora me diga lo de guion.
Él acepto y entonces fue a su casa. Se sentó en la sala, y el resto de su día paso con la mirada en la televisión, no era un buen momento para sentarse a escribir, y en esos instantes de cambiar de canal fue más consciente de ello.
A la mañana siguiente su humor se encontraba en un estado normal, ya empezaba a idear en su mente algunos aspectos de la idea de la peleadora callejera, mientras lavaba el recipiente de agua de los caballos consideraba en que no debería abandonar esa idea solo por el mal rato que le hizo pasar Mara, esa no era una opción, la historia era de él, ya se dieron avances importantes y podía notarse el potencial para esa trama, de modo que se quedó con la mente en aquellos aspectos narrativos mientras hacia las tareas manuales que le asignaban.
Al terminar con la parte física se dirigió a la tienda, Leire se encontraba ahí, por lo que pudieron hablar un poco. Entonces y en silecio llego Mara, quien lo miro a los ojos y se disculpó de forma sincera frente a él, y con Leire del otro lado de la tienda, revisando una caja de recuerdos.
—De verdad, lo siento muchísimo —dijo Mara, con la voz algo quebrada—, me ayudantes mucho, y siempre te lo agradeceré… pero lo que más importa es que, nunca quise causarte algún mal, ni invadir tu privacidad.
Joel estaba atento, y quiso dejar el tema zanjado cuanto antes, para no repercutir de forma negativa en el ambiente laboral, ni en su propia jornada.
—He escuchado lo que tenías que decir, que bueno que ahora si seas clara, pero será mejor que ya no hablemos, no te odio, pero no quiero hablar contigo en un buen rato.
—Lo entiendo… —Quedo allí un par de segundos, antes de retroceder un paso. Se retiró de ahí, y con resignación se caminó fuera de la tienda en dirección a los corrales.