Conflictos En La Narrativa

21

Leire vive en un barrio cercado con sus padres, se suele levantar temprano para que puedan desayunar juntos, antes de ir a trabajar. Otra cosa común en su rutina es ir a visitar a algunas amigas de la universidad, a sus respectivos trabajos, no todas ejercen de veterinarias, ella es muy afortunada pues al menos puede hacer algo relacionado a su área de vez en cuando en la granja.

Desde hace algunos días, se ha dado un aspecto novedoso en lo que hace con regularidad, pues ha empezado a mantener una largo charla por medio de su teléfono con Joel, se convirtió en uno de sus más grandes amigos en relativamente poco tiempo, hablan de historias que a ambos les agradan o les han parecido por lo menos ingeniosas, él le hizo descubrir información que desconocía sobre temas que ni siquiera se había dado cuenta de lo interesantes que pueden resultar, y ahora investiga de vez en cuando.

Con cierta regularidad, en ciertos días del mes toma un autobús desde su casa, o desde el trabajo si es que su jornada empezó temprano, y va hacia el norte al hospital, la recepcionista ya reconoce su nombre, y en ocasionen efectuaban una pequeña charla antes de que ella pase. Su hermano tiene una condición algo extraña, que provocaba empeoramientos súbitos de su salud, en diferentes áreas del cuerpo, algo aleatorias, por eso tiene que moverse muchas veces hacia el servicio de salud. Ella lo visitaba cada que le daban alguno de esos ataques o para ir a las revisiones periódicas, o lo esperaba en las fisioterapias que tenía que realizar él para mantenerse estable, no era nada nuevo, ni un tema demasiado complicado para ella. Pero de todos modos prefería no hablar de eso, pues no es asunto suyo, sino de él.

Lo usual es que vaya sola, sus padres asisten en otros horarios. Pero aquel día se llevó una agradable sorpresa.

—¿Cómo es que hoy decidiste venir hoy? —Le dijo a Mara, ambas estaban en la sala de espera—, más tarde debes ir al trabajo.

—Pues me puse a pensar —Llevaba consigo su cuaderno—, en lo que habías dicho ese día que tocaba limpiar el camión, y tenías razón, no soy muy buena amiga, siempre hablamos de mis cosas, y no solía poner atención a las tuyas.

—Eh…—Tienes razón es lo que se le ocurrió, pero no era el momento de decirlo—, no sé qué decir.

—No tienes que decir nada, solo quiero ser una buena amiga —admitió—, te lo debo.

—Bien yo, agradezco que estés aquí, aunque no hacía falta, de verdad, Ryan está bien, esto de hoy es solo rutina.

—Descuida, no es problema —dijo con sinceridad—, puedo hacer tu espera más agradable, así como tú has hecho con mis días aburridos de trabajo.

—De verdad no sé qué decir, no sabía que eras capaz de decir algo como esto —dijo, algo confusa—, debo poder hacer algo para agradecerte.

—No te preocupes, basta con que seas mi amiga fiel que nunca me traiciona.

Leire desvió su mirada para otro lado, esas palabras. No traicionar, no eran las mejores para definirla, ya había mentido antes, quizás la percepción que el escritor tiene sobre Mara no sería la misma sin haber usado la reseña de su amiga para hablar de aquel libro. Puede que sea un buen momento para confesarlo, pues siente que caso contrario, no dejaría de oír esas palabas en su mente cada que hablen y ella se porte bien.

Traiciona, traiciona, traiciona.

Leire y Mara pusieron sus ojos en un niño que se quedó frente a ellas.

—¿Qué te pasa? —pregunto Mara.

—Nada, es que tengo ecolalia, ecolalia, ecolalia —dijo el niño—, a veces repito palabras.

—¿Eso no es con tus propias palabras? —dijo Leire al mocoso—, ¿Por qué repetiste las de ella?

—Bueno, la próxima no hablen tan alto —dijo, y se fue por el mismo pasillo que vino, donde su madre lo esperaba con gesto de querer que no moleste.

—Vaya… eso fue raro —Mara, algo confundida, volvió a mirar a Leire—, creo que ibas a decir algo, antes de que nos interrumpieran.

—Sí, tengo que decirte una cosa… —Aquello no iba a ser fácil, pero tenía que hacerse—, creo que tengo la culpa de que Joel se enfadara más de lo debido contigo.

—No… comprendo. —Buscó un sentido, y no lo hallo—, no hace falta que te culpes, todo fue mi decisión.

—Si… pero creo que él podría perdonarte si considerara que fueras más genuina, pero cree que no lo eres ya que yo le hable de “Torrente implacable” pero usando tus palabras.

—¿Le dijiste lo que yo te dije del libro? Pero tú si lo habías leído.

—Aja, pero no me había gustado, así que le dije lo bueno que tú me comentaste y yo no había notado, y lo malo si fue de mi aporte, entonces me dijo que tu como solo le dijiste lo bueno es que querías adularlo. —Por unos segundos, no hubo respuesta a sus palabras—, lo lamento.

—Da igual ya… —suspiro, no esperaba esa confesión, y de cierta forma, hubiera sido mejor no enterarse—, ¿Se lo dijiste a él? la verdad.

—No le he dicho que mis palabras eran las tuyas, porque creerá que fui yo quien quiso adularlo… tampoco sabe que yo sé que tu sabias que él es escritor, ni sabe que tú me dijiste que tu sabias que lo es… —Pausa, se percató de la redundancia y le dio igual—, sé que debería decírselo.

—Es tu decisión —dijo con calma—, yo no se lo voy a comentar, es asunto tuyo, si quieres mencionárselo hazlo, no me meteré en eso, ya paso mi momento de hablar.

Aunque quería hacerlo, de esa forma podría recuperar algo de la amistad que tenían antes. Aunque en lo que pensaba es que tenía que mantener su nueva perspectiva de la vida, y ver si podría escribir el libro por su cuenta, de modo que se estableció con fuerza en esa decisión, lo mejor era no hablar, y que pase lo que tenga que pasar.

Una enfermera les permitió entrar al cuarto de Ryan, por primera vez Mara pudo verlo, y el aspecto del chico era más sano de lo que ella se imaginaba. Hablaron todos un poco, y tras un rato con él que usaba un bastón, salieron del hospital, iban de camino a la parada del autobús, y de alguna forma la charla fue dirigida al trabajo de ellas, y por tanto de forma leve se trató el asunto del escritor.




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