Despertó de golpe cuando escuchó la música retumbar en toda la casa, parpadeando rápido intentó ubicarse en donde se encontraba lamiéndose los labios para verificar que efectivamente se había babeado en sus sueños, cuando notó la hora simplemente abrió grandes ojos, pero se recostó ante su escritorio, suspirando de manera pesada antes de terminar de despertarse.
Sabía que si Elvis Presley ya estaba retumbando en su casa es porque el tiempo ha corrido y tenía muy poco para alistarse y estar completamente lista para empezar ese día lleno de tantas actividades que la esperaba.
Aun así, su cuerpo parecía no ser capaz de reaccionar con la urgencia que su cerebro señalaba, despacio se fue poniendo de pie, se estiró un poco tan solo sonriendo cuando algunas articulaciones crujieron ante el movimiento que la hizo elevar sus manos hacia el techo.
—Además de hermosa, crujiente—se susurró sonriéndose un poco.
Terminó de limpiarse los ojos y tan solo recogió las carpetas y papeles en los que ha trabajado toda la noche, claro que estaba consciente que quizás ha dormido unas dos o tres horas y por lo mismo su cuerpo está reaccionando de esa manera paciente y con la velocidad de un caracol haciendo cada orden que su estresada mente le indica.
Dejó lo mejor arreglado el trabajo que ha preparado de manera ardua en los últimos días y simplemente se dispuso a salir, sonriendo ampliamente cuando la voz de Elvis le acarició el cuerpo, las mañanas empezaban agitada y su compañera, mejor amiga y alma gemela, su pedacito de luz, su hija, parecía iniciar con mejores energías que ella.
Antes de llegar a su habitación se dispuso a revisar la de su hija, Diane, sonriendo cuando encontró su ropa del día arreglada en la cama, incluyendo los zapatos, los artículos con los que iba a arreglar su cabello en la mesa con luces y en el fondo la voz alegre y vivaracha de una chiquilla entonando de manera desafinada, pero encantadora, la música del rey del rock and roll.
Esos minutos que se encontró ante la voz de su chiquilla ayudaron a su cuerpo a despertar y unirse rápidamente al ritmo de su mente por lo que con una débil sonrisa se dirigió a su habitación donde se ducho, al final de cuentas había poco espacio para la tina, aunque sabe muy bien que cualquiera de estas noches va a dedicar un espacio especial a atenderse.
Se sonrió cuando se vio moviendo las caderas mientras se cepillaba los dientes, el reflejo en su pañoso vidrio, del que ha limpiado solo el espacio donde ella se miraba, la detallaba hermosa o al menos así se miraba, el cabello rojizo caía húmedo casi rozando la cintura, no hay ojeras a pesar del mal dormir, sin duda esos años de arduo trabajo creando su mejor rutina de cuidado en su piel le ha otorgado un rostro que parece no envejecer, aunque está más que consciente que el tiempo si ha corrido.
Quizás fue la voz de Elvis o que se ha quedado demasiado tiempo viéndose al espejo, pero rápidamente pudo ver el reflejo de esa jovencita de diecinueve años que se preparaba para salir con sus amigas, la recordaba cantando de manera desafinada, envuelta en una bata rosada con una toalla a juego envolviendo su largo cabello, uno que después de conocer lo bien que lucía en rojo, no volvió a cambiarlo nunca más.
Claro que sonrió cuando al salir el reflejo se mantuvo casi tangible, por supuesto que la habitación amplia y lujosa que ahora posee cambió por aquella desordenada y pequeña donde a veces no cabían todas las cosas exóticas que poseyó en su juventud, queriendo tener un estilo de película adolescente.
Suspiró cuando casi hipnotizada la siguió hacia el closet, aunque en esas ocasiones fue un armario y de manera segura seleccionaba la ropa más colorida y entallada que tuviera disponible, armando conjuntos que iban a ir con su día a día, uno despreocupado, donde solo se hablaba de chicos, de donde ir a bailar y comer, pero sobre todo de la grandiosa vida que les esperaba.
Pasó saliva cuando el reflejo salió de ese espacio y casi pareció voltearse hacia ella, como cuestionándole ¿lo conseguimos? ¿lograste la vida que soñabas? Expulsó un pesado suspiro cuando los golpes en la puerta la hicieron parpadear con rapidez y la descubrieron en medio de su habitación, goteando y con el cepillo de dientes colgando en su boca.
—Un momento—anunció segura regresando al baño donde se colocó una bata, llevó una toalla pequeña para secarse el cabello y terminó de enjuagar su boca.
Tan solo amplió una sonrisa cuando se madre le dibujó el mismo gesto en el momento que abrió la puerta, ofreciéndole el acostumbrado café matutino, nada como una taza de la humeante bebida preparada por su madre justo como a ella le encantaba.
Las dos se pusieron a reir en el momento que escucharon la algarabía en un par de habitaciones de distancias, era claro que, a pesar de ser lunes, se inicia con un excelente humor.
—Cada vez canta más alto—le señaló a su madre, quien solo se puso a reir, ingresando con ella a la habitación.
—Es el encanto de Elvis, una vez que lo descubres, sabes que es bueno para cualquier momento del día.
Asintió dándole un sorbo a su bebida que rápidamente la hizo sentir cómoda al otorgarle cierto confort, observó a su madre dirigirse hacia la ropa sucia, donde acomodaba las piezas del traje que la joven se había quitado el día anterior, tan solo negando.
—Mamá deja eso, sabes que vienen a hacer la limpieza.
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Editado: 25.12.2022