Conquistando a Diane

Capítulo 5.

Los nervios le ajustaban nudos en el estómago que la hacían expulsar suaves suspiros, en el momento que se estacionaron tuvo que actuar con rapidez porque su compañera de viaje bajó entusiasmada cargando el arreglo de globos que han llevado al aeropuerto para darle la bienvenida al alemán que ha aterrizado hace unos diez minutos.

El día ha sido largo, al menos así Emma lo ha sentido, y los nervios la vienen incomodando desde que abrió los ojos, estuvo hasta mediodía en el trabajo para luego dirigirse hacia la escuela de Diane donde la profesora de la chiquilla de manera cordial, pero casi como una queja, le indicó que la niña no estaba avanzando con la misma rapidez que sus compañeros en la manualidad alusiva al día del padre y que apenas hace un día o dos mostró interés, claro que Emma indicó que hablaría con ella, pero no sería esta noche, ni mucho menos estos días.

—Mami apresúrate—pidió Diane jalando la mano de su madre.

La emoción le hacía dibujar sonrisas amplias y es que sabía que con la llegada de Helmut no solo habría cenas en bonitos restaurantes, muchos regalos e incluso días de fiestas, para ella eran semanas de completa celebración que la hacían sentir muy feliz.

Vieron a ambos lados antes de cruzar la calle y pasaron hacia las instalaciones del aeropuerto que estaba ligeramente lleno, entre personas que iban y otras que llegaban, las demostraciones de afecto eran variadas.

Emma solo negó sonriendo con debilidad cuando su inteligente hija la continúo guiando hacia el área donde sabía podían ver la llegada de los viajeros en el espacio donde aguardaban por sus maletas, era la zona de recepción y vaya que el lugar estaba muy concurrido.

—Ya aterrizó, pero parece que no ha salido, así que vamos a esperar con paciencia—pidió Emma arreglando los lazos en las dos coletas que hoy Diane lucia.

Ha sido una tarde especial compartiendo con su hija, después de ir por ella a la escuela, almorzaron pizza y se dirigieron hacia el supermercado donde compraron todo lo necesario para hacerle una cena especial a la encantadora visita.

Para Emma había una nueva decisión en su pecho que pretendía confirmar en estas semanas que compartiría con él y para Diane, la idea de que en cualquier momento no iría a clases para disfrutar de una salida con el alto y rubio hombre, la ponía completamente feliz.

Entre las dos prepararon una comida digna del mejor restaurante, Emma además de enseñarle a su hija un grado importante de independencia, también le daba la confianza para que ella lo intentará sola, celebrando de manera positiva sus logros, y si bien pudieron ir al mejor restaurante o bien pedirla, querían hacer algo especial esta vez y al final quedaron satisfechas con el resultado.

—Mami ¿lo puedes ver?—preguntó la chiquilla poniéndose de puntillas para ver entre los cuerpos de las personas pegadas al barandal metálico que separaba y protegía los amplios vidrios—hay mucha gente.

—Aún no salen mi amor, pero ya casi, ¿quieres que te cargue?

Diane resultaba una niña un poco más alta de lo normal, claro que Emma sabe muy bien de donde salió la estatura, las grises pupilas, el castaño cabello y hasta esa línea de lunares encantadores que tenía en el hombro derecho, todo vino de él, aún cuando ella hubiera querido que ni un gramo de su persona formará parte de su frutilla, la vida tenía otros planes.

—¿Me puede dar un lugar para pasar, por favor?—escuchó la manera cordial en la que Diane fue pidiendo permiso.

Las personas la notaban de inmediato y además de sonreírles, maravillados de la elocuencia y forma respetuosa de pedir el permiso, la chiquilla estaba llena de colores en su vestuario y cargaba con mucho ahincó el grupo de globos variados que daban la bienvenida.

Así como iba abriéndose espacio, también iba agradeciendo a las personas, logrando al fin un lugar al principio de la fila, justo contra el barandal.

—Que niña tan bien educada—señaló una mujer elegante colocándose al lado de Emma quien solo se puso a reír—y es una completa belleza, ¿cómo se llama?

—Diane—respondió la pelirroja segura, viendo a la anciana.

—Hermoso nombre, ¿sabes que significa princesa?—a Emma se le iluminaron los ojos asintiendo con rapidez.

—Sí, si, por eso me encantó cuando lo escogí, tenía en mente Carina, pero creo que Diane es más acorde a ella.

—Sin duda que sí, una princesa educada y hermosa, ¿qué edad tiene?

—Está por cumplir ocho años—una vez más la orgullosa madre se volteó hacia su hija quien la saludó desde su lugar, subiendo uno de los niveles del barandal para ver mejor.

Las dos saludaron de manera automática cuando la chiquilla señaló que los viajeros comenzaban a salir en búsqueda de sus maletas, Emma solo se mantuvo con su amplia sonrisa admirando a su hija, porque sin duda era una princesa, su princesa.

—¿Están esperando al papá?—consultó la mujer, notando como la guapa pelirroja al lado parpadeó con rapidez pasando saliva—oh perdón querida, que boca más floja la mia, lo lamento.

—No, no se preocupe, pero no—indicó viéndola de frente—en realidad viene…—pasó saliva—viene mi novio, viaja desde Alemania, así que queríamos darle una sorpresa.




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