Conquistando a Diane

Capítulo 9.

Yacía en medio de la cama con las piernas entrelazadas y ella acomodada en su pecho, las respiraciones están agitadas y aún la envuelven sonrisas débiles sintiendo los espasmos que sus músculos siguen percibiendo, solo la hacen soltar un pesado suspiro mientras se acomoda en el pectoral masculino, cerrando los ojos a las caricias que comienzan a deslizarse por su espalda desnuda.

Se le está haciendo imposible mantener los ojos abiertos, pero hace el esfuerzo enfrentándose a una mirada azulada de pupilas bien dilatadas que la detallan con dulzura, una vez leyó que la persona que te ama o bien esa que está enamorada de ti responde a tu presencia con las pupilas bien dilatadas y ahí estaba ella, siendo observada por ese espejo de agua concentrado en una sola línea, una mirada brillante que la hacía sentir maravillosa.

Cerró los ojos cuando Helmut le acunó el rostro y despacio se acercó a los labios que besó con delicadeza, unos besos dulces y suaves que terminaron de controlar la respiración pesada de ambos, cuando se separó de su boca, comenzó a llenarle de besos el rostro, para luego simplemente apretarla más cercana a su cuerpo, sonriéndose los dos con debilidad.

—Creo que dormiré hasta el día de mañana—señaló ella, haciéndolo sonreír.

Le acariciaba los brazos masculinos y vaya que le encantaba la tibieza de la piel de Helmut, parecía arrullada en sus latidos que poco a poco fueron encontrando la calma.

—Hazlo, nos podemos quedar todo el día aquí, solo iré por Diane temprano y listo.

Ella negó, elevándose en su espacio, soltó un suspiro dejándole un delicado beso.

—Tengo una reunión mañana—Helmut arqueó una ceja—lo sé, lo sé, se suponía que los sábados serían libres, pero está la tenía desde antes de saber ese plan—él sonrió—así que, es la última, terminará a mediodía por lo que Diane irá a su clase de karate y luego somos tuyas.

La sonrisa en Helmut fue completamente amplia y sincera.

—Me gusta esa idea, son mías, me las llevaré de paseo entonces—Emma se puso a reir, regresando al pectoral ancho de Helmut.

Si bien el alto caballero podría definirse como un hombre de contextura mediana, tenía un cuerpo de infarto que Emma disfrutaba, no solo de ver, también de rozar, los músculos bien definidos, unos pectorales anchos donde se acomodaba de manera segura y esos brazos fuertes que la envolvían con seguridad.

—¿Si nos llevarás a cenar a las tres?

—Por supuesto, quiero que luzcan sus abrigos iguales—ella sonrió—pero en realidad es más que una cena, tengo organizada una sorpresa especial para este fin de semana—se buscaron con la mirada—hay un evento muy único para el que reservé desde hace un mes.

—¿Tenemos que armar maletas?

—No, ya está todo cubierto—nuevamente se elevó en su espacio, Helmut le llevó un mechón del rojo y vivo cabello detrás de la oreja—tengo una cómplice, una espía en la familia—Emma sonrió—y me ha ayudado a preparar todo, así que estas cubierta preciosa bombón, por ahora si me gustaría que descansaras, aunque sea un poco.

—¿Qué hora es?

—Un poco después de las cinco—ella suspiró regresando a su espacio.

—Vaya, fueron más de tres horas continuas.

—Lo fueron—Helmut se acomodó para acunarle la mejilla—y aún no ha sido suficiente, pero estoy seguro que habrá mucho tiempo, momentos—se fue acercando a su boca—y espasmos que te haré vivir, hasta que vayas olvidando por completo todo eso que a veces te acongoja.

Emma parpadeó con rapidez, pero no pudo resistirse a ser estrechada en esos brazos mientras su boca era tomada en un beso profundo, le acarició la espalda y cuando sintió la piel erizada solo jadeó en el momento que Helmut se separó de ella viéndola de frente, deslizó despacio su nariz con la de ella y se sonrieron débilmente.

El regresó a la almohada, le rozó la cadera acomodándole mejor la pierna y después de un pesado suspiro sumergió la habitación en una deliciosa oscuridad que presentó el escenario perfecto para el descanso, al menos las horas que pudieran.

—Deberían de venir a Alemania—la voz grave la hizo abrir los ojos.

—¿Nosotras?

—Sí, conmigo, cuando regrese—Emma pasó saliva—si bien la idea de que la división de Nano se dé está en pie y parece casi segura, estaré aquí un mes o un poco menos, vengan conmigo cuando me toque regresar y luego volvemos, un par de semanas al menos, quizás para las fiestas, me encantaría que pasarán la navidad conmigo en Berlín.

—¿Diane también?

—Emma por supuesto que Diane también—le acunó despacio la mejilla, aunque la oscuridad abarcaba la habitación, las tenues luces que se colaban por la ventana permitía que la pareja se viera—quiero presentarte a mi familia—ella abrió grandes ojos—a mis padres que aún viven en Berlín y a mi hermana, que, si bien ella está en Londres, siempre viaja para estar con nosotros en las fiestas.

Emma pasó saliva, quedándose en silencio demasiado tiempo, por lo que Helmut solo se acercó a su mejilla donde dejó un delicado beso, dejando su frente contra la de ella.

—Saben de ti—confesó—en realidad les he hablado mucho de ti—la miró de frente—a los tres, de ti y de Diane.




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