—No, ni loca —refutó Jade, con el ceño fruncido y el orgullo a flor de piel.
—Ok, no hay acuerdo —replicó Xander, encogiéndose de hombros con fingida calma.
—Deténgase ahí, idiota —le gruñó entre dientes, volviendo a plantarse frente a él para impedirle avanzar.
Xander la observó con una sonrisa pícara, disfrutando de cómo ella misma caía en la trampa que había creado.
—Mi amor, ¿quieres casarte conmigo? —preguntó con fastidio, mientras sus mejillas se ruborizaban de ira al ver cómo la miraba divertido.
—Ya que insistes, acepto casarme contigo. Pero…
—¿Ahora qué demonios quiere? —gruñó Jade, zarandeando las manos.
—¿El beso?
—Xander, no es necesa…
No alcanzó a terminar. Él la besó sin aviso, con la intensidad de alguien que no fingía en absoluto. Jade forcejeó al inicio, intentó apartarse, pero sus labios terminaron cediendo al calor del momento. Se detestó por ello.
—Acepto que seas mi esposa, pero solo porque me has suplicado por ello. Cuando la familia pregunte cómo nos conocimos, ya sabremos qué decirle —susurró él, apenas separado, aún rozando sus labios con los de ella—. Pero tenemos que hablar muchas cosas. Empezar, por ejemplo, con tratarnos con respeto y amor.
—No, no va…
—Ya no seré el empleado torpe —la interrumpió con firmeza, erguido como si hubiera dejado atrás esa imagen—. Vamos a ser socios, además de esposos.
—Tu contrato aún no termina, Xander. El que me estés ayudando en esto no significa que puedas…
—Vamos, esposa. No hagamos esperar a tu suegro. Por cierto —dijo con una sonrisa que no podía evitar—, Aylan tiene ocho meses, es alérgico a las mismas cosas que yo y…
—¿Por qué sabría yo a qué eres alérgico? ¿Qué te pasa? —se indignó Jade.
—Porque soy el hombre al que le has hecho la vida imposible desde que lo conociste. Supongo que debiste haber visto mi información. Sería lo normal que una esposa sepa cosas de su esposo.
—No me interesan mis empleados a nivel personal. No sé nada distinto a que eres un hombre torpe, que tienes veintisiete años, un acento imposible y un gusto por la moda terrible. Pero no hablemos de eso ahora —cortó, impaciente—. Solo necesito que tu padre se crea el cuento. Lo arreglaremos cuando se marche. Todo volverá a la normalidad.
Xander soltó una risa baja, caminando a su lado con pasos tranquilos hasta la oficina donde los esperaba Kyril con el pequeño en brazos.
—¿Qué es gracioso? —preguntó Jade con fastidio.
—El hecho de que creas que esto acabará pronto. Con lo que le has dicho, le diste lo que siempre quiso: creer que formé la familia de sus sueños. No se irá tan fácil. Y que conste, yo no inventé nada.
—Lo mantendré bajo control —replicó, convencida de su propia capacidad—. Tu padre se irá.
—Entendido, esposita —dijo Xander, deteniéndose un instante y poniéndose serio—. Pero te advierto algo: hagas lo que hagas, no permitas que esto afecte a mi hijo.
—No tendría por qué —replicó ella sin mirarlo—. En fin, vamos con tu padre. Convéncelo de quedarse con nosotros, es decir, con la sociedad de las empresas. Por cierto, ¿cómo no sabías que era tu padre?
—No tenía idea. De haberlo sabido, habría renunciado antes. Las cosas entre…
—No tienes que explicarlo —lo interrumpió con frialdad—. Según esto, llevamos dos años juntos, Aylan tiene ocho meses. Nada más que agregar. Vamos.
Xander quiso detenerla, explicar más, pero Jade no le dio oportunidad. Lo arrastró hasta la oficina.
—Vaya, vaya, ahí están —dijo Kyril, sonriendo al verlos—. Xander, has hecho un maravilloso trabajo. Este pequeño es una adoración, al igual que su madre, a la que por cierto no se parece en nada.
—Sacó los genes de mi padre —respondió Jade con seguridad, mirando a Xander de reojo. Él le devolvió una sonrisa cómplice.
—¿Cuándo es la boda? ¿El anillo? Xander, ¿aún no le has puesto un anillo en la mano? Y dime algo, ¿a qué te dedicas exactamente?
—Soy el asiste… —empezó Xander, sin importarle demasiado lo que su padre pensara.
—Es el director —lo interrumpió Jade con una sonrisa impecable—. Trabajamos juntos en la administración de la compañía. Es un gran hombre. Estoy tan enamorada de él.
Sin darse cuenta de lo que provocaba, Jade acarició la mejilla de Xander con dulzura. Su gesto lo golpeó directo al corazón, como si esa ternura fuera real. Por primera vez, él se permitió creer.
—¿Lo soy? —preguntó Xander, inclinándose hacia ella, tan cerca que Jade tragó saliva con nerviosismo.
—Por supuesto, amor. Eres un hombre fantástico. Es… es por eso que te amo tanto.
Xander contuvo el aliento. Nikol estalló en carcajadas y Kyril aplaudió entusiasmado.
—Excelente. Esto es maravilloso. Me mudaré a Francia, es la excusa perfecta —anunció Kyril, con aire triunfante.
Xander sonrió ampliamente al ver cómo Jade palidecía, víctima de su propia mentira.
—¿Se mudará aquí? —repitió Jade, llena de sorpresa.
—Por supuesto. Sé que Xander no volverá a Grecia. Así que cuenten con mi inversión. Me mudaré para estar cerca de mi nieto y para asegurarme de que Xander te dé ese anillo pronto.
—No, no, pero…
—Te lo dije, esposita —susurró Xander en tono burlón, sin borrar su sonrisa.
—Idiota. Arréglalo. Haz que se vaya. No pienso casarme contigo, ni mucho menos ser madrastra —masculló ella, apretando los dientes.
—Ok, le diré la verdad. Ya regreso.
—¡No! —Jade lo detuvo, aferrándose a su brazo con fuerza—. Yo lo arreglaré. Vamos a hablar de trabajo.
—No, no pasará ahora —negó Xander—. Lo conozco. Prepárate.
—¿Para qué? Es una tontería. Lo manejaré. Tu padre se irá pronto, y no tendré que casarme con un torpe como tú.
—Perfecto. Espero que lo soluciones pronto. Tampoco me interesa casarme con alguien como tú. Una amargada, injusta y vanidosa. Es evidente que jamás podría amar a una mujer tan fría e irritante.
Ella lo fulminó con la mirada, aunque fingió que nada de eso le importaba; le dolía su comentario.