—Espera, no hemos acordado las condiciones, vamos a fingir hasta donde lo tolere, no quiero que me toques ni me beses. A menos que sea estrictamente necesario, no uses tus apelativos tontos conmigo, mucho menos te atrevas a mirar a otra mujer mientras fingimos esto.
Xander esbozó una sonrisa ladeada, puso sus manos en su cadera, confundido por aquella última petición.
—¿Ahora qué te parece divertido, idiota?
—Nada, es solo que no veo la necesidad de tu última petición. No seremos nada, podré estar con la mujer que se me antoje. Por cierto, deja de llamarme idiota, me llamo Xander y lo sabes. Si quieres que te respete, respétame, aquí yo soy quien pongo las condiciones, tú estás en mis manos. No yo en las tuyas. Además, creí que hablaríamos de condiciones sobre el acuerdo, no de tus exigencias tontas y personales.
—Ubícate, todavía tengo poder sobre ti, sigues siendo mi empleado, hay un contrato y no son exigencias tontas y personales, desprecio a los hombres mujeriegos, cobardes y…
—No necesito que me enteres de tu vida, jefecita, a menos que todo esto sea porque estás tan enamorada de mí, que usaste ese modo de atraparme.
—¡Ja, ja, qué gracioso! ¿Yo, enamorada de ti? —lo escudriñó con la mirada—. Si eres padre soltero, seguro encabezas la lista de hombres cobardes y…
—Qué graciosa. Créeme que si tuvieras la oportunidad de estar con un hombre como yo, terminarías tan enamorada que serías tú quien me propondría matrimonio. Como en este caso, insisto en que posiblemente estés tan enamorada que no viste otra manera de atraparme, de tenerme solo para ti. Sé que no solo desprecias a los cobardes, los desprecias a todos. Podrías tener al mismísimo hombre perfecto para ti, uno que te ame tal cual eres: amargada, terca, egoísta, caprichosa, irritante, arrogante, enfrente… e ignorarlo, porque estás en una burbujita de niña caprichosa que ni tú toleras. Ni al caso, vamos a lo que es: ¿qué le diremos a Kyril?
Ella tragó grueso ante esa descripción, ignorando por completo el trasfondo de aquellas palabras.
—Por ahora comencemos por hablar de negocio, es lo que me interesa. Al finalizar la conversación o para la hora de almuerzo, te lo llevas, con la excusa de arreglar sus diferencias, mientras yo planeo y organizo cómo vamos a llevar todo a cabo.
«Caprichosa, engreída, eres tan irritante, pero así te quiero, bruja. Tanto que estoy dispuesto a bajar la guardia con mi padre, a entablar una relación, a mentir por ti, quizás esto funcione tal vez», pensó Xander, sacudiendo la cabeza para sacar aquellos pensamientos esperanzadores y volver a la realidad, en la cual su jefa solo lo veía como un torpe hombre en el cual jamás se fijaría.
—Insisto en que hay que hacer las cosas más convincentes, mi padre no es tonto. Y, por cierto, deberías de sonreír más, apenas tienes 25 años y pareces de 40.
—Idiota. ¿No te han dicho que decirle esas cosas a una mujer es ofensivo?
—Solo te doy un consejo. Tal vez así puedas lograr que alguien se fije en ti. Bien, entonces iré a tratar de convencer a mi padre de hablar de negocios. Tal vez con Aylan cerca todo sea más sencillo. Es necesario que sepas que donde esté yo estará mi hijo. Él es mi prioridad y lo más importante en mi vida.
—Bien, no pretendía que fuera diferente. Por lo menos se ve que eres un buen padre. ¿Qué puedo saber sobre su madre?
—No tengo mucha información, solo que se llama Clere, que es francesa, tiene 24.
—Por Dios, no esperaba menos de ti.
—Es tu culpa —dijo apenas audible.
—¿Qué has dicho? —inquirió ella sin prestar mucha atención, pues había desviado su mirada a donde se encontraban su supuesto hijo y suegro.
—Creo que perdimos el tiempo hablando de cosas sin sentido. No nos enfocamos en lo que era, pero no tenemos más tiempo ahora. Vamos, necesito saber que mi hijo esté bien, alimentarlo… supongo que tú necesitas seguir con tus mentiras, jefecita.
—Te dije que nada de apelativos tontos.
—Ok, amor —dijo esperando una protesta que no hubo.
—Mira quiénes están allí, tus padres —dijo Kyril al pequeño.
Jade tragó grueso cuando Aylan la vio y balbuceó “mamá”.
—Ay, mi pequeño, qué hermoso, ¿quieres a mamá? Muy bien, ven acá, osito de ojos azules, tan hermoso.
—Como su padre —se acercó Xander—. También se metió en el papel. No finjas tanto, puede encariñarse contigo y, cuando toda tu mentira termine, sufrir a causa de ello. No quiero que nada lo perjudique.
Xander extendió las manos para recibir a su hijo, pero este se aferró a la mujer, quien con ternura decidió hacerse cargo.
—Lo alimentaré y cambiaré, si es necesario. ¿Dónde están las cosas? —preguntó ella, dejándolo sorprendido, pues este creía que, además del aparente disgusto que mostraba por los niños, ella no sabía nada al respecto.
—¿Puedes hacerlo? —inquirió él acercándose y en un tono bajo para no ser descubiertos.
Sin decir una palabra, ella rodó los ojos, se acercó donde se encontraban las pertenencias del pequeño.
—No seas crédulo, ve a hablar con tu padre, soluciona algo, mientras yo me hago cargo del pequeño y pienso en cómo seguirá todo.
Xander asintió, caminó y se detuvo en la puerta, se giró a mirarla y sonrió para sus adentros.
«Si supieras lo linda que te ves, cuando demuestras que tienes sentimientos».
—¿Ahora qué, Xander? ¿Se te perdió una igual o es que estás muy enamorado de mí? —cuestionó, al levantar el rostro y verlo aún parado en la puerta, sin saber cuánta razón tenía.
—No, no es eso. Solo temo por la vida de mi hijo en manos de una mujer tan fría —mintió y, tras un suspiro y ver los gestos que aquella hizo, salió para hablar con su padre, quien se encontraba en una llamada poniendo al resto de la familia al tanto de la vida de su hijo, o lo que este asumió era su vida.
—Hijo, ahí estás, tengo una excelente noticia que darles —dijo el hombre, con voz emotiva al colgar la llamada.