Conquistando a la jefa

8

Salió de la oficina, se hizo cargo de su hijo y el padre le siguió haciendo preguntas a las que este poco respondía.

Jade le encargó algunos asuntos a la secretaria, le pidió cancelar citas y siguió al hombre. Los empleados, al ver el modo en que estos se trataban, se quedaban sorprendidos. Nadie decía nada, puesto que la jefa iba al frente y conocían su carácter; no se atrevían siquiera a murmurar.

—Conduce tú, cariño —dijo Jade lanzándole las llaves a Xander—. Yo me haré cargo de Aylan.

—Está bien, cielo, conduce tú —insistió él.

—Hazlo tú —masculló con los dientes apretados, tratando de que comprendiera que lo hacía para poder poner en marcha su plan de hablar de negocios con Kyril.

Xander tuvo miedo de cargar a Aylan, así que trató de insistir. Pero, para no comenzar una discusión, decidió conducir.

Con la intención de no empeorar las mentiras ni multiplicar sus consecuencias, Jade comenzó a hablar de negocios. Aunque, al recibir a Aylan en sus brazos, Xander poco prestaba atención: cada vez que ella intentaba enfocarse en temas serios, él desviaba la conversación hacia asuntos personales, lo que la ponía nerviosa.

El trayecto fue divertido para Xander, quien disfrutaba viendo el rostro de su jefa sudando por no verse descubierta, obligada a inventar de una mentira a otra. A él le alegraba no tener que intervenir; solo escuchaba y asentía cuando era necesario.

Su hijo iba encantado. Era evidente que Aylan sentía simpatía por Jade, lo cual tranquilizaba a Xander. Además, el pequeño tampoco mostraba resistencia con su abuelo, lo que mantenía la calma en el ambiente. Jade, en cambio, parecía adentrarse sola en un mar de mentiras del que sería difícil escapar.

Estaba creando su propio laberinto, y Xander solo era una pieza más que ella pretendía mover a su antojo. Él estaba dispuesto a dejarse llevar, siempre cuidando que aquella mentira no lastimara lo más preciado: su hijo.

Al llegar al destino, Xander se bajó, abrió la puerta y dejó que su padre se adelantara con su nieto. Jade le sujetó la mano a Xander.

—¿Qué te pasa ahora, mi amor? —su sarcasmo fue más que evidente.

—No quiero mentir más, Xander. Ya deja de llamarme “mi amor”. No estamos delante de tu padre. Tienes que hacer algo, todo esto es tu culpa, no debiste ocultar que era tu padre.

—En primer lugar, no tengo por qué hablar de mi vida privada con mi jefa. Tampoco tenía idea de tus negocios, y mucho menos fui yo quien comenzó todo esto. Estamos a tiempo de decirle la verdad, puedo convencerlo de que apoye la empresa, si eso es lo que quieres.

—¿Te das cuenta de lo que dices? ¿Sabes lo que esto implicará? Si llega a boca de los empleados y de los medios, quedaré como una farsa. En ese caso prefiero casarme contigo. No es que sea gran cosa, nos divorciaremos tan pronto como consiga los beneficios para la empresa.

Xander tensó la mandíbula.

—Ok, como quieras. Seguiré escuchando y colaborando en tu plan. ¿Podemos llegar a un acuerdo? Es decir, podríamos casarnos de verdad: tú obtienes ventajas de la compañía de mi padre y yo quedo bien. ¿Qué te parece?

Jade se quedó mirándolo.

—No, pensándolo bien, no aceptaría casarme contigo ni de juego. Estoy segura de que conseguiré resolverlo.

No lo dijo en voz alta, pero la sola idea de que la madre de Aylan pudiera ser alguien importante para Xander le molestaba en un grado que no comprendía.

—Ok —respondió Xander, aún más molesto.

Sin decir más, se adentró en el lugar. Su padre ya había elegido la mesa, se sentó y empezó a jugar con su nieto. Al ver que no eran atendidos, Xander decidió levantarse para mostrarle los acuarios del lugar a su hijo.

Su padre había recibido una llamada. Xander no se percató de que Jade ya había entrado; ella, absorta en sus pensamientos, buscaba desesperadamente una solución al enredo en el que se había metido.

—Hola, disculpa, ¿es tu hijo? —lo saludó una de las empleadas.

—Hola, por supuesto, sí, él es mi hijo. Su nombre es Aylan.

La mujer extendió su mano y acarició la de Aylan, sonriéndole con ternura. Quedó completamente prendada del pequeño de ojos tan azules como los de su padre. La empleada hizo un cumplido, Xander sonrió divertido, y comenzaron a conversar. Nada comprometedor, solo tonterías que les causaban gracia, sin darse cuenta de que estaban disfrutando el momento.

—¿Dónde están este par? —inquirió Kyril al terminar la llamada.

Jade, que no había estado prestando atención, comenzó a buscarlo. Cuando lo encontró, notó la manera en que Xander sonreía con la mujer y sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo.

—Mi nieto heredó la suerte de mi hijo para llamar la atención de las mujeres hermosas. Xander tuvo algunas mujeres, nada serio. Me alegra que haya dado este paso —comentó Kyril, provocando en Jade una incomodidad que se confundía con celos.

—Ya veo —respondió ella, fingiendo que no le importaba.

Trató de no mirar en esa dirección, pero al escuchar la risa de Xander no pudo evitarlo. Una repentina molestia la invadió.

—¿Te pasa algo? —Kyril se preocupó al ver su expresión.

—No, solo miraba. Tengo mucha suerte, ambos son muy lindos —respondió, disimulando mientras clavaba la mirada hacia ellos—. ¿Entonces Xander ha tenido más mujeres? ¿Ha estado comprometido?

—Con su mejor amiga. La queremos mucho, hubiera jurado que ellos terminarían casados y con hijos, pero todo acabó cuando su madre falleció. Por supuesto, ahora estás tú, que eres la madre de mi nieto. Espero que nuestra relación sea muy buena y terminemos queriéndote tanto como a ella. Seguro que ellos son solo amigos. Claro que, al igual que a la familia, a veces la llama. Pero siendo su esposa, supongo que ya deberías saberlo. No debes preocuparte por Rousse.

—Así es, me había comentado sobre eso —respondió Jade, apretando los dientes al verlo tan sonriente con la empleada—. A Xander no le gusta hablar del tema; de hecho, me evade cada vez que se lo pregunto. ¿Puedo saber qué pasó entre ustedes y con ella?




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