—No creo que sea un tema que debamos conversar frente a mi padre, podría escucharnos.
—Tienes razón, te vi recibir su número, no hace falta decirte que te olvides de otras mientras finges conmigo, no te quiero… Espero no verte cerca de otras mujeres.
—¿Me exiges esto como un capricho personal? ¿O estás celosa?
Ella lo miró con gesto incrédulo.
—¿De ti?
Xander tensó la mandíbula, mirándola fijo.
—¿Y a ti qué te pasó? ¿Por qué nos odias tanto?
—No es asunto tuyo. Estoy hablando en serio, no quiero… nadie va a ver que me eres infiel.
—No soy ese tipo…
—¿No eres ese tipo? Vaya, juraría que recibiste el número de la camarera esa. Como sea, come, se enfriará. Además, en cuanto terminemos necesito saber de la tal Rousse.
—Ah, veo que has estado investigando —sonrió apenas, con aire burlón—. Pero no te diré nada, a menos que tú también me digas, que respondas a mis preguntas.
Ella lo miró fulminante, como si pudiera atravesarlo con ese simple gesto.
Comenzaron a consumir los alimentos. El pequeño pasó de una mano a otra siendo alimentado, hasta terminar en brazos de Xander, quien no se comió toda la comida. Prefería escuchar a su padre hablar de su vida pasada, aunque algunas cosas lo molestaban.
Aun así decidió permanecer, haciendo caso omiso, y dirigió su atención a su hijo. Jade, en cambio, hacía preguntas de los temas que sabía que podían incomodarlo; parecía disfrutar de verlo retorcerse.
—De verdad me hace muy feliz que mi hijo haya encontrado el camino, que se haya dado cuenta de que la música no le convenía. Supongo que tú tuviste mucho que ver en ello —comentó Kyril.
—Se lo he dicho, pero es terco —dijo ella.
—Lo sabía. No has cambiado nada —protestó Xander, levantándose con cierta molestia.
—Parece que dije algo que no debía —dijo Kyril, incómodo—. Pero es cierto, me alegro mucho de que haya cambiado su rumbo, su enfoque. Tiene que entender que del arte no se vive, lo cierto es que le irá mejor siendo un empresario, un hombre de familia, que dedicándose a la música. No le veo potencial.
—Iré a hablar con él —dijo Jade sin agregar nada al tema, levantándose con lentitud.
Se acercó despacio, alcanzando a escuchar a Xander hablar con su hijo.
—¿A qué vienes? ¿A echarme en cara que, al igual que tú, mi padre también piensa que soy un fracasado, un torpe?
—No, yo…
—No te preocupes, no esperaba menos. Ve con él, disfruta de fingir. Es más, déjame facilitarte el asunto —acomodó a su hijo en brazos y, sin darle tiempo a responder, se dirigió ante su padre—. ¿Así que quieres que me convierta en un hombre de familia? ¿Quieres que lleve las riendas de las empresas? Muy bien, lo acepto. Acepto hacerme cargo de tu legado, con una condición.
—¿Cuál? —preguntó Kyril sin pensarlo demasiado.
—El apoyo y lo que necesiten las empresas de Jade. Que se disponga todo lo que ella requiera y necesite a tiempo indefinido.
—Por supuesto, eso ya es un hecho. Es…
—Muy bien. Despídete de Aylan, me voy, me está doliendo la cabeza.
—Hijo, pero…
—Despídete. Tú también, Jade. Me llevaré a nuestro hijo, ya sabes que me gusta pasar tiempo con él.
Kyril se acercó, se despidió del pequeño con nostalgia. Cuando este se alejó, se sentó pensativo. Jade, por su parte, se acercó para mantener la farsa.
—Ya tienes lo que querías, no es necesario fingir, ni casarnos. Me haré cargo de las empresas y garantizaré tu inversión y apoyo. Hazme un favor: mantente al margen de mi hijo. Por cierto, no iré a trabajar más a tu compañía. Mañana nos reuniremos y hablaremos de negocios. Te ahorrarás mucho, que tengas un buen día.
Jade se quedó muda. No pudo hacer ni decir nada más que quedarse a ver cómo se iba. Xander abordó un taxi con su hijo, quien en el trayecto se quedó dormido.
Jade volvió con Kyril, se sentó, y le pidió que le contara un poco más de Xander, teniendo cuidado de no desmentir aquel enredo en el que se había metido.
Xander llegó a casa, acostó a su hijo y se puso a organizar y hacer deberes, tratando de no pensar en el asunto. Estaba sumamente molesto con su padre, pero más lo estaba con Jade, quien había dejado a su supuesto suegro en la dirección que le habían indicado y recomendado quedarse.
Una vez que se instaló, ella regresó a la empresa, donde con el paso de las horas no tuvo tranquilidad. Buscó información de Xander y, al no encontrar nada importante, y negándose a llamarlo, indagó con algunos empleados hasta conseguir la dirección de este.
Conducía frustrada, pensando en qué excusa inventaría para aparecerse en la puerta de ese torpe.
—Es un idiota. Si no fuera por la empresa, no lo buscaría, no haría nada de esto. No lo merece. Es igual a todos: falso, mujeriego —apretó con fuerza el volante al pensar en su amiga, en la camarera, en la madre de Aylan—. Idiota.
Se miró al espejo del auto. No sabía por qué le molestaba tanto que hubiera otras mujeres, que él mostrara interés en otras.
—¡Ni que fuera mío! —murmuró, acomodándose el cabello con un gesto fastidiado—. Solo me importa porque… porque debo cuidar el plan. Exacto. Nada más.
Sin embargo, sus mejillas se encendieron al reconocer lo absurdo de su pensamiento.
Finalmente comprobó la dirección en la que se había detenido.
«¿Por qué demonios vengo a verte si ya logré mi objetivo? Claro, solo quiero asegurarme de que no abrirás la boca», pensó mientras dejaba el auto.
Xander se encontraba jugando con su hijo, cantándole un poco. A Aylan parecía gustarle su música, reía y palmoteaba feliz.
—¿A ti sí te gusta cómo canta papá, eh? Aylan, voy a aceptar volver con tu abuelo, es la mejor manera de darte una buena vida. Quizás ellos tengan razón, la música no me llevará a ningún lado. Tú lo vales todo —le hizo mimos y continuó tocando en su guitarra una canción de su autoría.
Se detuvo cuando llamaron a la puerta.