Jade no supo en qué momento dejó de pensar con claridad.
Estaba ahí, frente a Xander, con el corazón dando vueltas y una sonrisa que no lograba borrar. La forma en que él la miraba le desordenaba las ideas y la respiración.
—¿Por qué me miras así? —preguntó ella, nerviosa, sin idea de cómo evitar esa mirada.
—Porque pareces a punto de decir algo importante, como esas cosas que dices y luego buscas manera de negar —respondió él con una sonrisa ladeada—. ¿Acaso me equivoco?
Ella iba a replicar, pero la voz se le quedó atrapada en la garganta cuando él dio un paso más.
Su cercanía era un problema. El aire parecía alcanzar solo para uno, y parecía no ser ella. Su cerebro decidió rendirse por completo cuando Xander le rozó el mentón con los dedos.
—¿Entonces cómo debemos practicar o qué exactamente? —no estaba seguro de que fuera buena idea tocarla, pero no pudo contenerse.
—Xander… —murmuró, pero no supo qué más decir cuando él acercó sus labios.
Él inclinó apenas el rostro. Sus miradas coincidieron y, por un momento, ambos se olvidaron del resto del mundo.
Todo apuntaba a que finalmente se besarían.
Hasta que una voz chillona irrumpió detrás de ellos.
—¡Aylan se hizo popó! —gritó la niñera, apareciendo con el bebé en brazos—. Estoy organizando, ¿te parece bien cambiarlo, Jade?
Jade dio un salto hacia atrás como si le hubieran arrojado agua helada.
—¡Ah! Sí, claro… qué conveniente… —balbuceó, disimulando el rubor—. Es… es importante que el niño tenga prioridad, por supuesto. Yo lo cambio, es fácil, algo fácil, supongo.
Sulen la miró extrañada, pero se lo dejó en brazos y volvió a la cocina.
Xander se pasó una mano por el cabello, conteniendo una risa al ver su rostro cuando sintió el olor de Aylan.
—¡Por Dios! ¿Qué le das de comer?
Xander rió.
—Yo me ocupo. ¿No planeas tener hijos? —preguntó al tiempo que acomodaba a Aylan para cambiarlo—. Alguien va a necesitar un baño.
Mientras Xander se ocupaba de cambiar y duchar a su hijo, Jade recorría el lugar, ordenado meticulosamente. Sintió un poco más de celos al imaginar que lo hacía Sulen. Se asomó a la cocina y la vio.
—¿Qué haces? —sintió curiosidad.
—Papilla y verduras al vapor. Me gusta adelantar la comida de Aylan. Tú eres muy hermosa, no sabía que Xander tuviera novia.
—Ni yo que la niñera fuera tan… tú también eres muy hermosa.
—Oh, no, soy casada y con hijos. No tienes que preocuparte, no me interesa, es solo mi jefe. ¿De verdad tienen algo?
Ella sonrió sin entenderlo, asintió y, sin decir más, salió. Vio desde ahí a Xander en la habitación y se asomó; se quedó mirando cómo interactuaba con su hijo. Le gustaba cómo ambos reían y las cosas que Xander le decía.
Él la sorprendió mirando y le pidió pasar.
—¿Quieres practicar? Puedes ponerle la ropa.
Ella no se negó, y aunque terminó poniéndosela al revés y con Aylan irritado, lo intentó hasta conseguirlo. Lo alimentó, y no le molestó que manchara su costoso atuendo, ni que la llamara mamá, mucho menos que le vomitara encima. Y así, terminó vistiendo la holgada y horrenda ropa de Xander.
Durante la siguiente hora, Jade descubrió que los “momentos incómodos” podían multiplicarse con facilidad. Cada vez que intentaban hablar o aclarar algo, los nervios la traicionaban al notar el modo en que Xander la miraba.
Aunque los celos, a pesar de que Sulen fue honesta, no lograba controlarlos. Ella aparecía cada tanto con excusas como: el biberón, luego la ropa del bebé, o un “¡miren qué tierno se ve Aylan diciéndome mamá!”.
Xander, claro, se limitaba a sonreír con paciencia. Pero ella, en cambio, empezaba a perderla.
—Vaya, parece que le encanta interrumpirnos —murmuró Jade entre dientes, mientras fingía revisar un juguete del pequeño.
—Solo está haciendo su trabajo —contestó él, divertido.
—Sí, claro. Su trabajo. Porque definitivamente necesita tu opinión sobre todo, qué eficiente —replicó con ironía.
Xander se aguantó la risa.
—¿Estás celosa otra vez?
—¡No! —exclamó ella, casi gritando—. Solo me preocupa el plan. ¡Todo esto afecta la familia que debemos ser ante tu padre!
—Claro, se me olvidaba que solo finges. No debería molestarte si Sulen es amable —repitió él, con una sonrisa que le decía que no le creía ni una palabra.
Ella bufó y se cruzó de brazos.
—No sé qué te parece gracioso. Esto es serio.
—Muy serio —repitió, y se inclinó un poco más hacia ella—. Sobre todo porque cada vez que aparece Sulen, se te cambia la cara.
—Eso no es verdad.
—Claro que sí. Hasta frunces el ceño.
—¡No frunzo nada!
—Ahora mismo lo estás haciendo.
Ella lo fulminó con la mirada y se giró justo cuando la niñera volvió a entrar en escena.
—Ya está dormidito —dijo Sulen con una sonrisa amable—. ¿Necesitan algo más antes de que me vaya?
Jade se apresuró a responder.
—No, nada. Absolutamente nada. Puedes irte tranquila. Muy tranquila. Te aseguro que estaremos perfectamente bien.
La niñera la miró, un poco confundida por el tono apurado, y luego se despidió con dulzura.
—Buenas noches entonces. Cualquier cosa, me llaman.
Apenas la puerta se cerró, Jade soltó el aire que llevaba conteniendo.
—¡Por fin! —exclamó, dejándose caer en el sofá con la comodidad de quien está en su propiedad—. Pensé que iba a quedarse a vivir aquí.
Xander no pudo evitar reír.
—Solía vivir aquí. Es la niñera más inofensiva que he visto. Amable, hermosa, divertida.
Cada palabra ponía más roja a Jade y él lo notaba, por eso continuaba.
—Claro. Te faltó mencionar la sonrisa, esa voz de “soy un ángel”. Por favor… —resopló, alzando las manos—. Las niñeras así no son de fiar. Nadie es tan amable solo porque sí.
—¿No? ¿Qué podría ser? ¿Acaso piensas que le gusto en silencio a pesar de estar casada?
Ella lo miró y, ardiendo de celos, preguntó: