Conquistando a la jefa

13

Dejándose llevar, Jade se movió para acomodarse mejor. Nervioso, Xander quiso terminar el beso y alejarse al sentir cómo otras partes de su cuerpo reaccionaban, y conociéndola, no quería un escándalo.

Cuando hizo el intento de alejarse, no esperaba ver a su jefa transformada en una fiera dominante.

Jade subió a su regazo muy decidida, pero en cuanto sintió lo que asumió era la mano atravesando su espacio, Xander se apartó un poco.

—Solo… solo estamos practicando, Xander. Tu mano no debería estar ahí.

—¿Cuál mano? —agitado, elevó ambas manos.

Jade bajó la mirada y, al notar dónde se acumuló toda la tensión de Xander, saltó de su regazo.

—Madre mía… ¿acaso te metiste el bate de béisbol? ¡Tú! Tú necesitas una ducha urgente.

Xander sonrió apenas, acomodó su bate de béisbol y se puso de pie.

Se acercó a ella de nuevo, la sujetó con autoridad por la cintura. Podía sentir su respiración mezclarse con la de él, y ese temblor en las manos que no tenía nada que ver con los nervios de una reunión o un plan de negocios.

—Es un bate de béisbol inofensivo. ¿Quieres continuar practicando? —dijo con una sonrisa traviesa, mientras la miraba fijamente.

—Yo… Xander, lo mejor será que me vaya a tu cama… a mi casa… eso quise decir, a mi casa.

—Viniste para hablar del plan, para practicar y no hemos hecho gran cosa. Podríamos mejorar nuestra actuación. ¿No quieres convencer a Kyril? —le elevó el mentón.

Jade no se apartó; no comprendía por qué no conseguía seguir lo que consideraba lógico. No entendía cómo podía estar ahí con ese hombre que no era en absoluto su tipo. Su razón le decía que debía alejarse: era un hombre con un hijo, con una mejor amiga que lo amaba y una niñera muy tentadora. Demasiadas cosas para las que sus celos podrían mantener el autocontrol. Pero, en lugar de alejarse, se acercó un poco más, apenas unos centímetros, suficiente para que él perdiera el aire y la compostura.

—Deberíamos… practicar más entonces, ¿no crees? —susurró él, luchando también por el autocontrol que debía mantener.

Jade carraspeó, tratando de mantener la compostura, pero la cercanía la hizo sentir el poder del bate de béisbol.

Se rascó la cabeza y se apartó finalmente, pero sin quitar la mirada.

—Pensando… pensándolo bien, no creo que sea estrictamente necesario seguir practicando. Tú ya lo tienes duro… claro, eso quise decir, ya lo tenemos claro.

Xander sonrió, suspiró y recuperó algo de control.

—Sí, tienes razón. Ya lo tengo duro… claro, claro, ya lo tengo claro. Muy claro —levantó las manos, rindiéndose—. ¿Entonces te arriesgas a irte? Podrías quedarte, me quedaré aquí en el sofá. Tú duermes en la habitación. Aylan está en su cuna.

—No, pero…

—Sin peros. Mi bate de béisbol y yo nos quedaremos aquí con todo duro. Digo, claro, con todo claro. No tienes que preocuparte.

Xander se sentó de nuevo.

—Buenas noches. Duerme bien.

Se tumbó en el sofá y le dio la espalda. Jade se quedó ahí unos minutos, mirándolo sin poder entender por qué sus pies no respondían a la orden de su cerebro de moverse.

Pero más la sorprendía estar ahí, no solo vistiendo la ropa que consideraba de tan mal gusto, sino también deseando continuar con una práctica que no veía necesaria.

Xander, quien asumió que ella se había marchado, suspiró y dijo:

—Me habría encantado enterrar mi bate en… —se sentó de golpe al verla.

—¿Qué dijiste? —le reclamó ella, fingiendo que no había escuchado.

—Nada, ¿por qué no te has ido a la cama?

—Insisto en irme.

—Mira la lluvia. Lo mejor es que te quedes; ayudará a que los vecinos te vean y sea más creíble. ¿Puedes irte a la habitación ya?

—Tú a mí no me das órdenes, tú…

Xander se levantó y la levantó llevándola hasta la habitación.

—Eres realmente insoportable, Jade… —ella le cerró la puerta en la cara.

Xander salió con una sonrisa después de llamarla amargada. Esta vez Jade sonrió en lugar de molestarse.

Ahí no solo observó el lugar, también a Aylan, antes de entrar al baño para poder eliminar la evidencia de que también habría deseado ese bate enterrado.

—Cálmate —se palmeó las mejillas repetidas veces—. Es Xander, lo haces por el plan. No puedes sentir nada ni confiarte de un padre soltero. Solo lo vas a usar y ya. Es todo.

Se miró fijamente, pero al ver sus labios recordó lo buen besador que había resultado y se abofeteó sin querer al sentir mariposas en el estómago.

—Al diablo. Tú no puedes sentir esas ridiculeces. No puedes.

Se acomodó el cabello, volviendo a su actitud prepotente. Salió y se metió a la cama.

Los pensamientos no le permitían conciliar el sueño, pero cuando lo hizo, quedó rendida.

Xander, quien entró una hora después para ver a Aylan, la observó. Le resultaba increíble tener a la odiosa de su jefa en su cama, usando su ropa, fingiendo ser su esposa.

Contuvo el deseo de besarla y volvió al sofá. Hasta que el amanecer llegó. Le divirtió ver a Jade con la boca abierta y abrazando su almohada como si estuviera sobre él. Después de tomar una foto, Xander salió con Aylan.

Avisó a la niñera que iría en la noche y se ocupó de organizar, preparó el desayuno mientras Jade soñaba haciendo travesuras con ese bate de béisbol, lo cual la mantenía aún arrunchada.

Después de dar el desayuno a su tranquilo hijo, Xander decidió tomar una ducha. Momento en que Jade despertó finalmente.

Brincó de la cama al ver la hora y recordar todo. Como ladrona en apuros, comenzó a caminar de un lado a otro pensando cómo salir del lugar.

Asomó su rostro y, al no verlos, decidió salir en cuclillas, recogió su bolso, pero al ver el desayuno se detuvo. No le importó no haberse lavado los dientes; bebió el café y se maravilló al sentirlo en el punto perfecto.

Al igual que los huevos y hotcakes que acompañaban, a los cuales dio un mordisco, dejando escapar un sonido placentero.




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