—Haz lo que te parezca bien, hijo.
—Muy bien. Nos vemos en la noche.
—Diviértete y conquístala.
Xander sonrió y colgó justo cuando Jade ingresó.
—¿Dónde estábamos? —preguntó, evitando su mirada.
Xander se acercó con una sonrisa ladeada.
—Creo que íbamos a practicar un poco los besos.
Ella se hizo a un lado, como si el suelo estuviera caliente.
—No digas tonterías, eso no es necesario… estando solos.
Xander la sujetó por la cintura, firme pero sin brusquedad. Ella abrió los ojos enormes al ver aquella decisión reflejada en su rostro.
—Es precisamente cuando no estamos acompañados que necesitamos practicar.
—Xa… Xander, yo… yo creo que el beso está muy claro. El plan. Quise decir el plan.
—¿Eso crees? —se inclinó apenas, la voz baja—. Acabo de colgar con Kyril. Dice que no ve suficiente química entre nosotros.
—¿Qué? ¿Qué significa eso? ¿Va a cancelar el apoyo?
—No. No permitiré eso. Pero pienso que tenemos que esforzarnos más. La cena es para que nos vean juntos, sí, pero no solo ahí. Aquí deberían comenzar a tener claro que eres mi mujer.
—¿Tu… tu mujer?
Xander asintió con una media sonrisa mientras acortaba la distancia entre ambos.
—Mi mujer. Mi esposa.
—Ya… ya Nikol les comentó que no digan nada.
—Eso está bien, pero… —le rozó la comisura del labio con un beso rápido—. Tienes que ser más cariñosa, amable, consentidora… —le mordió suavemente el labio inferior—. Tienes que dejarte querer si quieres que funcio…
Ella lo interrumpió rodeándole el cuello y besándolo. El beso cambió la atmósfera de la oficina, haciéndolos olvidar dónde estaban. Jade terminó recostada sobre el escritorio, justo cuando el portalápiz cayó al suelo y Aylan emitió un sonidito curioso.
Jade se separó bruscamente, se acomodó la blusa, se limpió los labios y se acercó al niño.
—Oh, angelito, te hemos despertado, ¿verdad? Qué malos padres tienes. Ven aquí, deja que te arrulle de nuevo y dormirás como un angelito.
—No dormirá más. Sus siestas suelen ser de minutos, cuando mucho, una hora —dijo Xander, divertido.
—¿Qué hago entonces?
—Esperar un momento. Suele avisar si quiere comer o un cambio de pañal.
—¿Avisar? ¿Cómo lo hace?
—Son señales que se aprenden: su llanto, los gestos o hasta los balbuceos. Es fácil.
—¿Y qué quiere ahora?
—Le agradas. Está cómodo en tus brazos y, por lo que veo, se volverá a dormir. Serías buena madre.
Su sonrisa se apagó por un instante. Aquella frase le dolió. Recordó las palabras crueles de su ex: “ni para dar vida sirves”.
—Es tierno —susurró, mirando al niño—. ¿Cómo su madre pudo dejarlo así?
—No lo sé, no sé gran cosa de ella. ¿Quieres que lo coja?
—No… está bien. Ya que se está durmiendo, yo me ocupo. Puedes ir a revisar lo pendiente.
—¿Segura?
—Sí. Dices que él avisará. Si corro con suerte, sabré qué quiere. Si no, te buscaré.
—Ok. —Se inclinó y besó la frente de Aylan. Luego miró los labios de Jade y después sus ojos—. Entonces estaré pendiente.
Salió, y Jade se sentó con Aylan, que hacía ruiditos suaves mientras jugaba con sus dedos.
Ella lo observaba con ternura, acariciándole la mejilla.
—¿Te agrado? —le preguntó con una sonrisa tímida.
Aylan, medio dormido, sonrió como si la entendiera.
—Tú también me agradas mucho, más que el tonto de tu padre. Perdón, no quise decirle tonto a ese tonto… a tu padre. Es solo que me… —suspiró y rio por lo bajo—. Está bien, duerme. Ten lindos sueños.
Lo besó en la mejilla y lo dejó descansar entre sus piernas mientras intentaba seguir trabajando. Cada pequeño movimiento, la hacía mirarlo de nuevo, preocupada y encantada a la vez.
Media hora después, Xander regresó y la encontró viendo videos sobre cómo interpretar los gestos de los niños.
—No es lo que crees —dijo rápido—. Solo quiero estar preparada para que parezca que soy su madre.
Xander sonrió con ternura.
—Está bien. Gracias por tomarlo tan en serio. Todo marcha bien ahí afuera. ¿Qué te gustaría almorzar?
Ella lo recorrió con la mirada, disimulando. Cuando creyó que no la veía, mordió el lápiz que sostenía entre los dientes.
—He ordenado comida para todos, y también para nosotros —añadió él, sin perder la sonrisa.
Jade fingió indiferencia, pero la tensión entre ambos era evidente. Las miradas robadas, los silencios prolongados y las sonrisas contenidas hicieron que hasta los empleados lo notaran.
Durante el almuerzo, Jade insistió en alimentar a Aylan.
—Te ayudo —dijo Xander, intentando limpiar la blusa de Jade cuando Aylan, aprovechando la distracción, metió la mano en la comida y la salpicó—, lo siento mucho —dijo Xander, temiendo la reacción que vendría.
Pero Jade rio.
—No pasa nada. Es solo un bebé. Un hermoso y tierno bebé.
Los empleados se quedaron boquiabiertos. Xander también. En otra ocasión, Jade habría puesto el grito en el cielo por una mancha de salsa.
—¿Qué habrá desayunado? —susurró alguien entre risas.
El comentario corrió entre los cubículos. Nadie tenía explicación para la repentina dulzura de su jefa.
Más tarde, Xander quiso comprarle una blusa nueva, pero ella se negó. Eso no fue lo único que lo dejó desconcertado.
Jade cambió el pañal de Aylan sin protestar, lo llevó consigo por toda la empresa y hasta las cinco de la tarde lo tuvo en brazos o sobre su regazo, como si se tratara de algo natural.
—Deberías hacerle el amor… o mejor aún, un hijo —le susurró un compañero a Xander, entre carcajadas.
—Cállate —respondió él, aunque la idea no le sonaba tan descabellada como debería.
Al caer la tarde, ambos se despidieron y se fueron a casa. Tenían que prepararse para la cena.
Jade miró el vestido que había encargado, indecisa frente al espejo.
—No entiendo por qué quiero verme bien para ese tonto —murmuró mientras preparaba su máquina depilatoria—. Es solo una reunión de negocios. Sí, eso es. Solo negocios.