Mientras manejaba en dirección a esa oficina indicada en los documentos, Caroline experimentaba una mezcla de frustración y molestia. Aquella situación le traía a la mente las historias de su madre sobre cómo su padre la abandonó con tres hijos.
Ella tenía aversión por los hombres cobardes e irresponsables. El tener que lidiar con ese caso específico la llenaba de irritación. No tenía intenciones de quedarse de brazos cruzados como su colega; estaba decidida a garantizar que la niña en cuestión recibiera la protección que aquel irresponsable hombre le debía.
—Buenos días, estoy buscando al señor Derek Bekery —dijo Caroline, intentando mantener la compostura.
—Buenos días, señorita —respondió amablemente la secretaria—. ¿Tiene una cita con él?
—Dígale que soy la trabajadora social.
—Por supuesto. Soy nueva aquí, me dijeron que pueden entrar sin cita, aunque no estoy segura de si debería antes verificar si el señor está en condiciones de recibir visitas.
—No te preocupes, lo haré yo. Por favor, indícame la oficina.
La secretaria se levantó y señaló la oficina de Derek.
Caroline intentó abrir la puerta, pero se dio cuenta de que estaba cerrada con llave.
—¿Quién? —preguntó él, sin darle mucha importancia.
—La trabajadora social —informó Caroline desde afuera.
—¡Maldita sea! —exclamó mientras apartaba bruscamente a la morena de su regazo.
—¿Qué sucede, cariño? —preguntó la morena.
—Vístete, te tienes que ir.
—Cariño, pero…
—Vístete y lárgate —dijo en tono elevado.
La morena quiso protestar, pero él la miró con frustración, ella obedeció. Una vez vestida, la morena, ordenó a la mujer seguir mientras él se abrochaba la camisa sin mirar.
Con determinación, Caroline entró en la oficina.
—Buenos días, Derek.
—Eran buenos, no sé qué… —se quedó en silencio al ver a la mujer desconocida en su despacho—. ¿Quién es usted?
—Sí, ¿quién eres y por qué estás aquí? —preguntó la morena.
—Por favor, vete —ordenó a la mujer, cuyo nombre desconocía, para él no era más que simple placer.
Caroline avanzó dos pasos, esperó a que la mujer se retirara, sin apartar la vista del hombre frente a ella, con la camisa abierta y revelando su cuerpo atlético, lo cual atrapó su mirada inevitablemente.
—¿Qué desea? —pronunció él con cierto desagrado.
—Supongo que sabe por qué estoy aquí, por su hija… —intentó explicar.
—No tengo una hija —decretó con molestia.
—Entonces, es verdad. Debo decirle que actúa cobardemente. La niña tiene solo 4 años, es inocente de los actos de su madre.
—¿Cree que me importa su opinión? No la conoceré, ya he cumplido con la pensión y su manutención. Eso es todo lo que haré por ella. No aceptaré en mi vida a la hija de esa mujer, nadie puede obligarme a hacerlo.
—Sus traumas, señor Derek, me importan poco. No permitiré que su cobardía afecte el desarrollo de esa pequeña. Ella no es culpable de los errores de su madre.
—Yo tampoco lo soy, no pedí tener una hija con esa mujer, ella se fue, no supe que tenía una hija, no puedo simplemente aceptar a una niña de la que no tenía conocimiento, me niego a hacerlo.
—Como le mencioné, me importan poco sus traumas. La madre lleva seis meses en coma, su único pariente materno tiene una discapacidad que le imposibilita asumir responsabilidades. En consecuencia, la custodia recae en usted, y…
—¿Qué ha pasado con la otra mujer? Les pagué generosamente para que asumieran la responsabilidad de esa niña.
—Soy su reemplazo y no cederé la causa. En resumen, señor, no tengo la intención de ofrecerle alternativas. O se hace cargo de la niña bajo mi supervisión, o me encargaré de que los medios se enteren de la situación. ¿Qué imagen cree que proyectarán sus seguidores al ver su cobardía al rechazar a una inocente niña?
—¿Cree que me importa? ¿Tiene idea de cuánto le costarán sus amenazas?
—¿Lo está considerando amenazas? ¡Qué actitud tan cobarde! Ellen es su hija, una niña inocente de 4 años que no tiene culpa de los errores de su madre. Ella necesita un hogar cálido, una familia que la proteja. Sería despiadado rechazarla solo por los actos de su madre. En resumen —recogió los documentos que el hombre rechazó ver—. Aquí el que pierde es usted, un actor famoso a punto de estrenar una película. Veremos cómo le va cuando la gente descubra su cobardía.
Derek la observó con la mandíbula apretada, sintiéndose frustrado. Nadie se atrevía a amenazarlo, ¿quién se creía esa mujer?
La vio alejarse y maldijo antes de seguirla.
—¿Qué es lo que quiere de mí? ¿Por qué no lo entiende? La otra mujer lo entendía, sabía que esa niña estaría mejor lejos de mí. No puedo quererla, no puedo criar a la hija de la mujer que destruyó mi vida. ¿De verdad cree que estaría mejor conmigo?
Caroline se quedó pensativa.
—Es solo una niña, ¿cómo puede decir eso? No la conoce, se ha negado a hacerlo, la niña lo necesita, es dulce, una niña muy buena, incluso se parece a usted.
—Eso no funcionará conmigo, no importa cómo sea, no puedo quererla, pagaré lo que sea necesario, puede encontrarle un hogar.
—No entiendo cómo puede ser tan despiadado, ¿ha visto alguna foto de ella siquiera? ¿No lo ha hecho, verdad? ¿Cómo puede decir que no puede quererla si ni siquiera lo intenta?
—¿Qué tipo de pregunta es esa? No necesito un escándalo en este momento, vamos a llegar a un acuerdo.
Caroline suspiró pensativa.
—Puedo pagarle lo que desee, si le agrada tanto la niña, hágase cargo, trabaje para mí, adopte a la niña y yo me encargaré de su vida, pero no me pida que la acepte, no funcionará.
—¿Qué le ha hecho la niña? ¿Qué hizo la madre de esa pequeña para que la rechace de esa manera?
—No es asunto suyo, señorita, decídase, eso es todo lo que le puedo ofrecer.
—No, no es todo. Perdóneme, pero no estoy dispuesta a aceptarlo. Le propongo un trato: acompáñeme, véala una vez, interactúe con ella, inténtelo.