—Si la madre se recupera, deberá regresar con ella, tú puedes continuar supervisándola, me es imposible hacerme responsable de una niña a la que no puedo siquiera percibir como hija.
Caroline rodó los ojos y sonrió, no tenía intenciones de rendirse en esa causa, aunque le parecía inhumano que una niña tuviera que rogar por amor. Permanecieron en silencio, Derek evitó seguir mirando a la niña en sus brazos, se sentía irritado, deseando no tener que enfrentar su pasado. Suspiró tan fuerte que Caroline se giró rápidamente para mirarlo.
Después de unos incómodos minutos para Derek, finalmente habían llegado. Caroline bajó del auto, él le abrió la puerta y de inmediato le ofreció cargar a Ellen. Ella tomó las bolsas y lo miró con una sonrisa.
—Se te da muy bien ser padre, te ves atractivo —bromeó, mientras lo veía descender el auto con cierto desagrado.
—No veo la gracia en esto —frunció el ceño, señaló a uno de sus hombres de seguridad.
—Hazte cargo de ella —intentó ponerla en brazos del hombre.
—No, papá —murmuró Ellen adormilada mientras se aferraba a él.
Derek intentó liberarse de la pequeña, pero no lo logró.
Con un gesto poco amable la llevó a su habitación, seguido por Caroline y un par de empleadas.
—Necesito que te separes de mí, tengo cosas importantes que hacer, compromisos que cumplir —dijo mientras intentaba dejarla en la cama, pero ella se aferró a su cuello negándose a quedarse sola.
—No te vayas papá.
—Por favor, esto no puede estar ocurriendo, no puedo ceder a esto — expresó frustrado.
—Se llama paternidad, no es un juego, como mencioné, Ellen debe ser ahora una de tus prioridades.
—De ningún modo —respondió sin hacer caso a la negación de Ellen, se apartó de ella dejándola en la cama—. Ustedes se harán cargo de ella. Tú, sígueme.
Tomó su brazo y la sacó de la habitación, soltándola al dar unos pasos fuera.
—Esto no cambiará mi vida. Podría haber seguido pagando, ¿por qué no lo entiendes? Esto no funcionará, no pue…
—Está bien, ya basta, no merece rogar por tu cariño, no te preocupes, me la llevaré, me encargaré de encontrarle un hogar. Lamento haberte incomodado al intentar evitar que la niña crezca en un orfanato como tantos otros niños, sigue adelante con tu vida —dijo mientras lo observaba con total decepción—. Espero que algún día no tengas que arrepentirte.
Caroline miró con desilusión, entró y con pesar intentó no despertar a la niña, la colocó en su regazo, recogió su equipaje y con la esperanza de ser detenida comenzó a caminar.
—¿A dónde vamos? —preguntó Ellen abriendo los ojos, cuando Caroline intentaba dejarla en el asiento trasero del auto—. No quiero irme, papá, papá, por favor, papá.
Caroline contuvo las lágrimas al ver cómo el desalmado hombre seguía en una llamada, ignorando los desgarradores gritos de la pequeña, que en un descuido abrió la puerta del auto e intentó correr hacia él.
—Por favor, princesa, no puedes hacer esto. Tu padre… el señor tiene asuntos importantes, no puedes quedarte —murmuró con irritación, incapaz de entender que su odio pudiera más que el bienestar de su hija, no podía comprender su cobardía—. Volvamos a casa, te quedarás conmigo, te lo prometo.
—¡No quiero irme! ¡Por favor, dile que quiero quedarme! —insistió Ellen con lágrimas que brotaban incesantes.
A pesar de la insistencia de Caroline, Ellen continuó elevando su llanto, pero sus súplicas, su llanto fueron ignorados, lo único que consiguió fue atraer las miradas tristes de los empleados. Caroline finalmente logró persuadir a la niña para que subiera al auto.
—Maldición —masculló Derek antes de lanzarse delante del auto—. Detente… Detente por favor.
Caroline frenó en seco.
—Estás loco, ¿qué te pasa? ¡Vas a provocar que…!
Derek la ignoró y se acercó a Ellen.
—Sube al auto, vamos a llevarla a un centro médico, se ha lastimado, mi hija está herida —dijo al verla desmayarse en el asiento.
Sin saber en qué momento, la levantó en brazos, la llevó a uno de sus autos, la colocó en los brazos de Caroline y subió, conduciendo apresuradamente, sintiéndose culpable.
—¿Mamá? —ella recuperó la conciencia.
—Hola princesa, está bien, estoy aquí —la abrazó con fuerza contra su pecho.
—¿Cómo está ella? —preguntó Derek.
—Aparentemente, bien, esperemos a que la traten.
Él asintió, en silencio continuaron el viaje, habían llegado al centro médico, por suerte pasaron desapercibidos, no tuvo reparos en explicar lo que había pasado y quién era la pequeña.
—Lo siento —dijo Derek mientras observaba cómo examinaban a su hija en pediatría.
Caroline lo ignoró y se acercó a Ellen y al médico.
—¿Qué pasa? ¿Está todo bien con ella? ¿Se lastimó?
—Habrá que hacerle algunos exámenes, pero por ahora noto algunos síntomas de anemia, de maltrato. ¿Ves estas marcas? Indican que la niña está sufriendo maltrato físico y…
—¿Mamá te hizo esto? —Caroline preguntó y tímida ella asintió.
Derek apretó la mandíbula al enfrentarse a la mirada juzgadora de Caroline.
—Permanece aquí, princesa, debo hablar con el médico.
Antes de irse, le dio un beso en la frente, ella se aferró a su muñeca, mientras Caroline se acercaba a Derek y al médico. La explicación llevó unos minutos: debían hacerle exámenes y llevarla a ver al psicólogo infantil.
—Yo quería… —intentó decirle cuando estuvieron a solas.
—No, no digas nada. ¿Crees que tus problemas de adulto son más importantes que lo que está experimentando una niña de 4 años? Ella no puede protegerse sola, no tiene las posibilidades que tienes tú, pero claro, eres demasiado arrogante para darte cuenta. Tenías razón, estará mejor sin ti. Me haré cargo de los gastos, puedes marcharte.
Derek intentó hablar, pero ella se fue visiblemente molesta, confundida y estresada. Sin embargo, simuló una sonrisa cuando entró y vio a la niña.