Derek fijó su mirada en su amigo y luego en su hija y en la mujer en cuestión, dada su desaprobación hacia su personalidad y basándose en su experiencia, decidió que lo mejor era descartar.
—Dime, ¿qué necesitas que haga por ti? —preguntó Paul, ralentizando el paso.
—Quiero que investigues a esa mujer. No me trago su actuación de ser una buena samaritana que actúa por amor al arte.
—Déjame adivinar, ¿te gusta y piensas que es similar a Janell?
—No digas tonterías, no es mi tipo. Le ofrecí un trabajo, mi hija confía en ella. Es extraño, ya que hace un mes había otra persona. Quiero asegurarme de que no tenga segundas intenciones.
—De acuerdo, como prefieras. Ahora cuéntame más detalles —pidió Paul.
Derek comenzó a relatar todo, siendo regañado por su amigo a quien no le agradó en absoluto su comportamiento, él apoyaba el actuar de Caroline.
Al llegar a la sala, les indicó que se sentaran, llamó a los empleados y ordenó que sirvieran el almuerzo. Luego entregó las instrucciones de la dieta a la encargada de la cocina.
—Lleva esto a la habitación de invitados —ordenó a uno de los empleados antes de sentarse—. Supongo que por hoy pueden quedarse allí, ¿Quieres dormir? —preguntó asumiendo que podría estar cansada.
—No, señor —contestó Ellen en voz apenas perceptible.
—No me llames, señor, soy tú…
—No, papá —respondió esta vez un poco más fuerte.
Paul, al igual que Caroline, miraban a Derek, esperando que dijera algo. El hombre se sentó y el silencio se hizo incómodo hasta que Caroline decidió romperlo.
—Me gustaría asegurarme de que todo esté en orden con respecto a la niña. ¿Podríamos dar un paseo por el lugar mientras sirven el almuerzo?
—Sí, por supuesto —respondió Derek levantándose.
—Todo se adecuará al bienestar de la princesita —agregó Paul.
—Me agrada, señor, usted podría ser el padre ideal para la niña —dijo Caroline sin dudar.
Derek la miró con el ceño fruncido, pero a ella le importó poco. Paul sonrió, se acercó a Ellen e insistió una vez más en darle un helado, no podía creer que hubiera una niña a quien no le gustara el helado.
—¿Qué sabor te gustaría, chocolate, fresa, vainilla o quizás todos?
Ellen encogió los hombros.
—Espera —intervino Derek al verla dudosa—. ¿Alguna vez has probado un helado?
—No, mami, no me deja. Dice que es malo y que me pondré obesa, nadie quiere a las niñas gordas.
Derek apretó la mandíbula, Paul y Caroline intercambiaron miradas.
—Dime algo —prosiguió Derek con cierto tono molesto—. ¿Cuéntame qué más te prohibía hacer mamá? ¿Qué alimentos no puedes comer?
Ellen reflexionó durante unos minutos.
—Mami dice que no debo cenar, que no puedo disfrutar de helados, no le agrada que duerma junto a ella, ni que la abrace. Se enoja y dice que soy igual que el tonto de papá, me jala el cabello —elevó la voz y dio una pequeña demostración.
—¡Por Dios! —murmuró Paul al mirar a Caroline.
—Lamento mucho esto. Llevo un mes con ella y apenas conseguí que hablara hace unos días —dijo Caroline sintiendo una profunda tristeza—. Creo que a mis colegas que recibieron pagos del señor, no les importaba más que recibir dinero; es evidente al leer sus informes.
—¿Te gustaría probar un helado? —ofreció Derek sintiéndose abrumado por la situación.
Ellen encogió los hombros.
—Sabes, podemos ir a tomar un helado, probar diferentes sabores y elegir tu favorito y te lo compraré cuando quieras, y no te preocupes, tu madre no podrá decirte nada, lo prometo.
—Gracias papá —dijo abrazándolo de repente.
Derek suspiró, cerró los ojos y la rodeó con su brazo.
—¿Escuchaste Caroline? Voy a comer un helado —corrió hacia la mujer, quien se agobió para recibirla.
—No es su madre, es otra víctima de esa mujer —comentó Paul al acercarse a Derek—. Tienes que protegerla.
—Esa maldi… es un monstruo, como pu… —se interrumpió al recordar su falta de amabilidad—. Quiero intentarlo, ella es inocente.
—Lo es, es hermosa, tierna. Mis hijos la ayudarán a recuperar su confianza —agregó Paul, aliviado y contento por la decisión de su amigo—. En mi opinión, Caroline es honesta, una mujer buena que podría ser de mucha ayuda.
Derek lo miró con gesto crítico.
—No me agrada, es una insolente, pero parece ser la mejor opción por ahora.
—Sería una madre excelente —comentó al ver cómo sin esfuerzo le sacaba una sonrisa a Ellen mientras jugaban con su muñeca.
—Repito que no me agrada, es irritante, es… olvídalo. Vamos a mostrarles la casa y luego iremos por un helado. Por cierto, quiero mantener ciertas cosas privadas. No quiero que mi pasado arruiné cómo está todo ahora.
Paul suspiró.
—No te lo puedo asegurar, pero haremos nuestro mejor esfuerzo. Aunque si ella está en coma y te ven con Caroline, podrían asumir que es su madre, eso…
—No, de ninguna manera, no con esa mujer —interrumpió.
—Pero…
—Dije que no —afirmó antes de alejarse—. Síganme, les mostraré la casa. Por cierto, es necesario que ordenes tu espacio. Te quedarás esta noche, hasta cuando la niñera sea contratada, a menos que tengas a alguien en quien ella confíe.
—Ya lo había pensado, Derek. Avisaré más tarde.
Se mantuvieron en silencio, mientras caminaban, él les mostraba todos los espacios de la casa.
Al detenerse en un punto Caroline contestó las preguntas que podía, Paul respondió a otras. La pequeña preguntaba con timidez, pero con interés y curiosidad por cada respuesta obtenida, sin soltar la muñeca ni la mano de Caroline.
—Esta será tu habitación —dijo Derek, señalando el lugar.
—Mira, princesa, tendrás una habitación. Vamos a decorarlo en el color que quieras, rosa, o …
—No, no quiero rosa. No me gusta el rosa.
Paul miró a Derek, tampoco le gustaba ese color.
—Bien princesa, será el color que quieras.
—¿Dormirás conmigo?
—A veces —le tocó la nariz, haciéndole sonreír.