OLIVER.
Desde que empecé a vivir con Lisa todo fue… Complicado.
Lisa vivía con sus padres cuando empezamos a salir juntos, llegó a mi empresa buscando trabajo, empezó como secretaria y de algún modo terminó en mi cama.
No me quejaba en absoluto, la pasaba muy bien con ella, y aunque la primera vez que estuvimos juntos no la recordaba muy bien, ella aseguró que había tomado su virginidad, encontré una mujer tan pura como Stefhany, y eso solo inflaba más y más mi orgullo.
Mi vida al lado de Stefh nunca fue mala, al contrario, siempre nos entendimos en todo, hacíamos todo juntos, siempre fue mi apoyo incondicional, pero su incapacidad de darme hijos solo me alejaba más y más de ella.
Yo quería una familia y eso era algo que ella no me pudo brindar. Por eso, cuando Lisa me dio la buena noticia de su embarazo no dudé ni un segundo en seguirla, mi familia soñada estaba a su lado.
Me dediqué completamente a ella y a nuestro futuro hijo, cuando me pidió dejar de trabajar para cuidar bien su embarazo accedí de inmediato, no podía arriesgar a nuestro hijo de ninguna manera.
Los gastos del divorcio me dejaron con bastantes deudas encima, sumando la poca productividad que estaba mostrando la empresa empecé a decaer lentamente.Ya no tenía a mi lado un apoyo, me encontré viviendo con una carga. Lisa no ayudaba a cocinar, no lavaba, no ordenaba la casa o limpiaba un poco, ella solo se dedicaba a cuidar su embarazo.
Extrañaba a Stef, y la extrañé mucho más cuando la noticia de su nueva relación con Patrick se regó entre nuestros conocidos.
Aquel infeliz llegó a robarse lo que fue mío por tantos años. No podía permitir algo así, la busqué muchas veces, incluso en casa, nuestra casa, que por pedido de Lisa solicité en mi divorcio, era más cómoda para criar nuestros hijos que aquel pequeño apartamento donde nos encontrábamos viviendo.
— ¿Esta es la casa? — preguntó mi preciosa embarazada mirando todo a su alrededor.
— Si lunita, la viste algunas veces cuando pasamos la velada juntos y el día que viniste a buscarme. — hizo una mueca de asco.
— Pensé que era más bonita por dentro, nunca me fije bien, esto es un cuchitril, aquí no se puede criar a nuestro hijo — fruncí el ceño y miré a mi alrededor.
Esta casa a mi parecer era hermosa, aún recuerdo la sonrisa de Stefhany el día que la vimos por primera vez y los planes que hizo para cuando tuviéramos nuestros hijos. Los juegos que pondría en el patio, la habitación que iba a decorar, las comidas que le iba a preparar, los pasteles de cumpleaños que les iba a diseñar, aunque todos sus pasteles quedarán sin sabor.
— Me parece perfecta, el patio es espacioso para poner algunos juegos para el bebé, una habitación ideal para el, en la cocina podrás preparar lo que desees.
— Sabes que odio cocinar, esa habitación que dices es muy chica. Necesitamos una piscina y ese patio no da espacio para nada, la cocina es muy pequeña y esa parrilla del patio es horrible.
— No es necesaria una piscina, con Stefh íbamos al parque acuático que está a unas calles de aquí.
— No me hables de esa mujer, siempre quieres compararme con ella — grito enojada, — ¡Ay, me duele! — se curvo con las manos en su vientre.
— ¿Estás bien? — Corrí a abrazarla y la llevé en brazos hasta el auto. — Tranquila lunita, nuestro bebé estará bien.
— Es tu culpa, siempre comparándome con esa horrible mujer, hace que me ponga mal.
— Lo siento mucho amor, no quiero compararte, nunca lo haría, solo te comenté lo del parque acuático.
— ¡Ay, me duele mucho, Ay! — conduje lo más rápido que pude a algún hospital cercano, afortunadamente no fue nada grave, nuestro bebé se encontraba bien.
— Vamos a casa linda, lo mejor es que descanses— tomé sus cosas y la tomé a ella en brazos para ir al apartamento.
— No quiero vivir en esa casa — frene en seco ante sus palabras.
— Amor, aun no logras ver lo hermosa que es la casa porque se encuentra vacía, una vez hayamos comprado todo la verás distinta.
— No, no pienso volver a ese horrible lugar, tampoco al apartamento, es chico y me causa claustrofobia, tenemos que comprar una nueva casa.— suspire pesado mientras caminaba al auto, ¿en que momento la dulce lisa se había convertido en una víbora?
— Por ahora vamos al apartamento, luego veremos eso.
— Tu no quieres que nuestro hijo nazca bien, por eso buscas tantas excusas para no darnos lo que merecemos, si fuera esa mujer si corrias a comprar lo que ella quisiera.
— Si fuera ella… ni siquiera me pediría un centavo, le gustaba comprar las cosas por su propia cuenta.
— ¿Me estás echando en cara que no trabajo?
— Olvidalo, no quiero pelear ahora, estás un poco necia hoy.
— Eres un…. — grito un poco cuando la deje en el auto y emprendí camino al apartamento.
Cuando llegamos al edificio bajo primero dando un portazo, dejé caer mi cabeza sobre el volante tratando de mantener la calma en la situación. Las mujeres embarazadas tienen muchas hormonas que las ponen insoportables, al menos, eso era lo que me comentaba Stefhany.