Tamara freía un poco las verduras en la misma grasa que antes había soltado el corte de carne que cocinó mientras este reposaba sus jugos, le daría el suficiente tiempo para freír un poco las verduras y añadirles algo de sabor, al terminar con esto, destapó el corte y lo puso en su plato de cerámica, después dejó caer las verduras y en la misma grasa calentó algunas tortillas, se sentó a comer, tomó el control de la televisión y encendió esta para después dejarle en algún noticiero local, transmitían un reportaje sobre el fin de la guerra de Irak, volteó la mirada a su pequeño altar y ahí estaba la foto de su padre, uno de los soldados muertos en esa guerra, decidió mejor apagar la televisión y poner un poco de música para acompañar su comida. Al terminar con su exquisito platillo, lavó el plato de cerámica y lo dejó escurrir, mientras secaba sus manos en la toalla colgante de la manija del horno de la estufa, escuchó la puerta abrirse, apresuró y se asomó para ver a su madre sentándose en el sofá luego de quitarse las botas.
-Mamá, bienvenida-
-Ya estoy aquí, hoy fue un día muy pesado-
-Sí, me imagino- dijo Tamara mientras se agachaba para ver los pies de su madre- se hincharon un poco, ¿Estuviste mucho tiempo de pie?-
-Si, me citó el abogado de tu padre, y tengo una buena noticia- dijo la mujer emocionada
-¿Somos millonarias?-
-No, creo que es algo mejor que eso, ¿Sabes quién ira a una academia de señoritas?-
-Yo no-
-Pues tú, tu padre dejó todo arreglado para que hagas tu preparatoria en una escuela para señoritas, la elite de las damiselas-
-Esas no son buenas noticias- dijo Tamara mientras se ponía de pie para posteriormente sentarse a lado de su madre
-No, son excelentes, mi hija será toda una damisela, la señorita Tamara, podrás casarte con quien tú quieras, ¿Acaso no es eso bueno?-
-Si, lo es… pero… he visto las suficientes películas como para saber que no me ira bien al no ser de alta sociedad-
-Venga, tú lo has dicho, solo son películas, no son realidad, te ira muy bien-
-Pues espero que así sea, ahora… creo que te preparare algo de comer-
-Tranquila, ya comí con una amiga, mejor visita a tu abuelo, desde el año pasado no lo visitas-
-Bueno, él no quiere que lo visite, me trata muy mal-
-Es un veterano de guerra, perdió a su hijo, no te pido que lo entiendas, solo… apóyalo un poco-
-Creo que tienes razón, entonces iré a visitarlo- dijo y se puso de pie
-Viste algo lindo, creo que lo haría feliz-
Tamara hecho un vistazo a su ropa, una playera con nada resaltante, un short de mezclilla algo gastado y unas calcetas por las cuales asomaba su dedo gordo fuera de las sandalias.
-Si, también tienes razón en ello-
Tamara entró a su cuarto, se desvistió totalmente y se miró al espejo, levantó los brazos y jugó con la grasa acumulada debajo de estos, apretó un poco su barriga y dejó notar algunas llantas que tenía, apretó su pierna y esta estaba flácida, el uniforme de la secundaria cubría muy bien todo ello, pero no lo podría ocultar mucho tiempo, y esas películas gringas comenzaron a llegar a su cabeza, podría sufrir acoso por ser gorda, y eso ella no lo soportaría.
Dejo el espejo y fue a su armario, escogió su ropa y vistió una camisa algo holgada y unos jeans ajustados que harían ver a sus piernas bonitas, regreso a la sala y su madre ya no estaba en esta.
-¡Ahora vuelvo mamá!- gritó sin recibir contestación
Tamara se puso sus tenis y salió de casa cerrando la puerta detrás de ella, abordó un camión y se sentó mirando el paisaje a través de la ventana, al llegar a su destino, bajó del camión y caminó algunas cuadras hasta llegar a una casa con el portón algo gastado, pulsó el timbre y este en lugar de soltar una hermosa melodía, cayó al suelo totalmente oxidado y gastado, cerró su mano en puño y golpeó el portón fuertemente, a los pocos minutos, un hombre de edad avanzada le abrió la puerta.
-Oh, solo eres tú- dijo el hombre guardando algo detrás de su pantalón y caminando a dentro de la casa
-Si abuelo, estoy bien… ¿Cómo estas tu?- preguntó Tamara mientras cruzaba el portón cerrándolo detrás de ella
-Tan bien como puede estar un hombre con solo una mano- dijo el hombre mostrando la falta de su extremidad- ¿Qué quieres?-
-Vine a visitarte, prepararte algo de comer o algo así-
-Lárgate, aun me valgo por mí mismo- dijo el hombre sentándose en la hamaca amarrada de dos arboles
La casa valía de un edificio pequeño que daba a un gran jardín en el cual se podían recalcar algunos árboles de fruta muy grandes.
-Eso lo sé, solo quiero ser amigable, además, quería preguntarte algo- dijo mientras veía la pared con la pintura cayéndose a pedazos
-Cien confirmadas, más de doscientas no confirmadas y quince ilegales-
-¿Qué?-
-Los hombres que mate, más de trescientos-, el onceavo ilegal fue el que me corto la mano, y aun así mate a quince para huir-
-No, no quiero tus historias de guerra… ¿Por qué ilegales?-
-Tendríamos que llevarlos vivos, pero me fastidiaron mucho la vida y los asesine, ¿Entonces que quieres?-
-Voy a entrar a una escuela de señoritas y…-
-Te harán trizas la primera semana- dijo y comenzó a reír
-¡Eso ya lo sé carajo!... perdón… quiero que… me entrenes, para poder aguantar los abusos… así como tu soportaste que te cortaran la mano… y huiste-
-Mejor regresa a casa y ponte a escuchar a esas chinas-
-Abuelo, nunca te he pedido nada en la vida, y tampoco espero que me des algo, acudiría a mi padre… si solo estuviera vivo, y tú lo estas… milagrosamente-
El hombre se quedó mirando un rato a su nieta mientras se agarraba su antebrazo.
-Vamos a la tienda de pintura, te daré algo de ropa, con eso, te acaloraras o te cansaras- dijo el hombre y se puso de pie para entrar a una de las habitaciones, al poco rato salió con un uniforme militar- te quedara aguado, demasiado, pero es mejor que lo que traes- dijo arrojando la muda a su nieta