Capítulo # 1
Marcella mira, como su hija está observando la enorme mansión.
—¿Por qué viviremos aquí? —le pregunta, la pequeña Gaia con inocencia— mi papito se pondrá muy triste.
Ella inclinándose para mirar a su pequeña a los ojos.
—Lo siento princesa, tu padre ya no es ese hombre dulce y bueno de antes.
—Mi papi solo está confundido —dice con inocencia la pequeña, confunde los cambios de humor con una enfermedad y no ve que su padre es un hombre realmente violento.
—Es mejor quedarnos aquí, la señora de esta casa es una amiga —dijo con suavidad y anuncia— estaremos un tiempo aquí.
Una mujer mayor abrió la puerta.
—La están esperando, señora Vítale.
La pequeña mira con curiosidad a la mujer de cabello blanco, ojos azules, cielo y un rostro lleno de bondad.
—Buenos días, me llamó Gaia Vitale —habló la pequeña sonriendo.
La mujer mayor, mira a la pequeña rubia, puede ver que sus hermosos ojos azules reflejan una hermosa inocencia que no veía en ningún niño a su edad.
—Te llevarás muy bien, con el pequeño Axel —dice alegremente.
—¡Marcella! —exclama una pelinegra y emocionada— es una alegría verte.
—Gracias por aceptarme en tu hogar —habla Marcella acercándose a ella y la saludo con un beso en la mejilla— solo será temporal.
—Emiliano no le importa, tenemos una mansión enorme para consentir a Gaia —habla la mujer y con una sonrisa alegre— sé que Gaia y Axel se llevaran muy bien.
—Eso espero —habla Marcella con cierta inseguridad, sabe que su pequeña es muy claridosa, pero inocente en ciertos temas, que a lo mejor el pequeño Axel debe de saberlo, porque su amigo Emiliano es muy claridoso y siempre está explicándole todo a su hijo— solo será por un par de meses, la demanda ya está en marcha.
—Te dije, que no te casaras con Federico —dice su amiga cruzando los brazos con molestia, su amiga de la infancia, crecieron juntas porque Marcella era hija de una amiga de su madre, cuando ambas entraron a la universidad Federico siempre intentaba acercarse a su amiga, ella no lo permitía. Hasta que un día no pudo protegerla y Marcella se sentía muy atraía hacia él, le explicó de muchas maneras que Federico solo quería su inocencia y dejarla, pero nunca se imaginó que su mejor amiga no quiso acostarse con él hasta casarse— yo te dije, que solo, quería llevarte a la cama —le recuerda, al mirar, como la pequeña se iba de la mano de su empleada.
—Por favor, Daniella.
—Cuando mamá se entere —dice quitándole la chaqueta y observando, los hematomas que tiene su amiga en su cuerpo—. ¿Crees que eso es justo?
Marcella la mira avergonzada y baja la mirada.
—Se gastó todo, Daniella —confiesa y sollozando— el dinero que tenía guardado para el futuro de mi hija.
—Federico es un maldito.
—Toda la herencia que le dejó su familia, se la gasto en juegos y en bebidas —cuenta sin evitar contener las lágrimas y devastada— dejó a su hija en la calle.
—Aguantaste quince años —suelta su amiga, comenzando a sollozar— dejaste tus estudios por su culpa y ahora esto.
—Si no fuera porque Gaia estuvo a mi lado, me hubiera muerto —confiesa afligida.
—Nunca te mereció, ¿Por qué no lo dejaste? ¿Cuándo se murió tu hijo? —Le reclama con dolor, su amiga ha pasado por tantas cosas que es increíble que soportara tanto— él te culpaba por la suerte de Gian.
—Lo sé, nadie tuvo la culpa.
Daniella fue hasta ella y la abrazó fuertemente.
—Nadie te culpa.
—Perdí a mi hijo, mi hogar y ahora estoy sola con Gaia —dijo sin soltarla.
—Me tienes a mí y no permitiré que Federico se acerque nunca más a ustedes —aclara su amiga.
—Eres la mejor —dice Marcella y susurra— te quiero hermana.
—Y yo a ti.
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Emiliano golpeó fuertemente a Federico.
—No te quiero cerca de Gaia y menos de Marcella —dice enojado, antes lo veía como un hermano; cuando su esposa le confesó que Federico golpeaba y maltrataba verbalmente a su amiga Marcella, sintió tanto odio que no puede perdonarlo— sabes lo que ha sufrido Marcella y te comportas como un miserable sin corazón.
Federico, intentando golpearlo, es imposible, está tan lastimado que no puede moverse.
—¡Ella es mi esposa! —exclama indignado.
—¡A una esposa no se le pega! —exclama enojado y alterado—. ¡Perdiste un hijo, a tus padres!
—¡Esa maldita lo mató! —Grita enfurecido y dolido— Gian estaba sano y lo descuido.
—¡Nadie mató a Gian! —le grita enfurecido y le recuerda— Gian murió de un paro respiratorio, suele pasar a los bebés recién nacidos.
—Ella no se hubiera alejado de él —dijo en reclamo y sollozando— mi hijo estuviera aquí.
—La culpas por algo que sucedió hace siete años, tienes una hija hermosa —le recuerda Emiliano, sintiendo pena por él— tienes que ir a un centro.
—No, yo estoy bien y nadie tiene que decirme lo que tengo que hacer —dice furioso y mirándolo con odio— Marcella y Gaia, regresaran a mi lado.
—Eso lo veo muy difícil —recuerda Emiliano y serio— tú no eres nadie, ahora eres un simple borracho que dejó perder su fortuna.
—Tengo contactos —dijo, mirándolo con desafío— tú y nadie podrán separarme de ellas.
—Eso lo veremos —dijo él, saliendo de la mansión que pronto será embargada— es muy tiste —murmura con pena, su amigo tenía un futuro prometedor, pero, lastimosamente, decidió vivir una vida sin control y ha perdido todo.
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En la mansión Milano Grasso.
Gaia mira la habitación y corre emocionada.
—Todo es tan rosado y hermoso.
Un niño de doce años está parado en la puerta, observando a la pequeña rubia que está entretenida mirando su nueva habitación.
—Así que eres, la hija de la amiga de mi madre —habla un pequeño de cabello negro, piel morena y ojos azules.