Prólogo
Ahí estás tú, mirándote en el espejo. Observas la peor versión de ti misma, una que jamás habías visto: desaliñada, con ojeras, sin ganas de existir.
Pero existes.
Y porque existes, te lavas la cara con agua fría, te cepillas los dientes, desenredas los nudos de tu cabello y decides que ya es hora de ponerle punto final a esta etapa de luto que arrastras desde hace dos largos meses.
Te colocas ese vestido rosa alegre que te regalaron en tu cumpleaños y que aún conserva la etiqueta. Y por fin, sales a la calle a respirar aire fresco, a sentir el sol sobre la piel, a disfrutar los últimos días de verano.
Afuera, lejos de esa casa que se volvió tumba, te das cuenta: el día que Nathan decidió cortar la relación, no fue a él a quien perdiste… te perdiste a ti misma.
Tuviste demasiado tiempo para llorar una ruptura.
Demasiado tiempo deteniendo tu vida.
Demasiado tiempo buscando en lo más profundo lo que quedaba de ti… y la fuerza para volver a ser.
Disfrutando el sabor cítrico de tu helado de naranja, por fin le encuentras sentido a las palabras de tu madre:
“Layla, nadie se muere de desamor. Todo pasa.”
Y sí, todo pasa.
Los buenos momentos pasan.
Los malos ratos también.
Había llegado el momento de levantar la cabeza. De patearle el culo —emocionalmente hablando— a todos los que hicieron de ti una burla. Incluido al idiota que te rompió el corazón.
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Nota de la autora:
La historia de Layla ya está completa, pero su viaje apenas comienza para ti.
Sumérgete en este relato de amor, pérdida y resiliencia.
Aunque la novela está finalizada, la iré actualizando regularmente para que disfrutes la lectura poco a poco.
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Editado: 02.08.2025