Contigo o sin ti!

2.

Capítulo 2 – El idiota

Layla .

—Qué idiota —murmuré, más para mí que para él, con esa mezcla ácida de rabia contenida y decepción. Lo dije sin pensar demasiado, como si al nombrarlo pudiera exorcizar la frustración que me hervía por dentro.

Nathan levantó la vista, y en sus ojos se dibujó primero la sorpresa, luego una chispa de confusión. Tardó un par de segundos en reconocerme, y cuando lo hizo, su mirada me recorrió como si no pudiera creer que estuviera ahí de verdad: de pie, entera, desafiante.

—¿Disculpa? —preguntó con la voz levemente quebrada, sin apartar los ojos de los míos.

—Lo escuchaste bien —respondí, y cada palabra fue una daga en mi garganta—. Y si necesitas que lo repita, con gusto: te llamé idiota.

Una sonrisa torcida, apenas una curvatura en sus labios, se asomó. Estaba jugando. Siempre jugaba.

—Qué ironía… haberte casado con un idiota —replicó, intentando herirme con una frase que antes, tal vez, habría logrado su cometido.

—Exacto, señor Evans —dije, saboreando cada sílaba con frialdad—. Por eso estoy aquí. Para corregir ese error.

Saqué un sobre amarillo de mi bolso y lo dejé caer sobre su escritorio como quien lanza una sentencia. Estaba cansada de sus juegos, de su eterno teatro. Yo ya no era la misma.

—¿Y esto qué es? —inquirió, con ese tono despreocupado que usaba para encubrir su cinismo.

—Tu regalo de cumpleaños —dije, con una sonrisa amarga—. Ábrelo. Te va a fascinar.

Lo hizo con lentitud. Se levantó, irguiéndose como si el traje azul marino y la corbata perfectamente anudada fueran parte de su coraza. Sacó los papeles del sobre, y por un segundo, su fachada se agrietó. Solo un segundo, pero fue suficiente.

Yo, en cambio, sentía cómo la piel me ardía. El olor a su loción —ese aroma amaderado, cálido, que alguna vez me cobijó en noches de insomnio— me descolocó. Sus gestos, tan conocidos, aún tenían el poder de confundirme. Y eso me enfureció aún más.

Despierta, Layla. Me lo repetí como un mantra mientras él aflojaba la corbata. Ese detalle mínimo, casi imperceptible, fue mi ancla. Era su tic de incomodidad. Y yo lo conocía demasiado bien.

Él dejó caer los papeles sobre el escritorio, abrió un cajón y, con un gesto teatral, sacó un bolígrafo. Firmó con desgano, casi con desprecio, y luego me lo tendió con una sonrisa cargada de veneno.

—Listo, Layla. Ahora te toca a ti.

Por dentro, una parte de mí exhaló. Estaba a punto de cerrar ese capítulo, por fin. Me acerqué, tomé el bolígrafo, y entonces él giró los papeles hacia mí.

Lo que vi me paralizó.

—¿Pero qué mierda es esto? —exclamé, mi voz temblando de ira al leer las palabras garabateadas donde debería estar su firma.

"No voy a firmar."

Él se encogió de hombros, divertido.

—¿No sabes leer?

El corazón me latía en la garganta. La sangre me martillaba en los oídos. Recordé todo: su abandono, sus mentiras, las imágenes públicas de su nueva vida mientras yo recogía los pedazos de la mía. Y ahora esto.

Me obligué a no llorar. No frente a él.

Fui hasta el sillón junto a la ventana, recuperé mi bolso y saqué una copia del documento. Me sentí como una soldado que, pese a la emboscada, seguía en pie.

—Bien —dije, clavando los ojos en los suyos—. Traje una copia por si acaso. Esto termina hoy, Nathan. Tú firmas, yo firmo, y nunca más volvemos a cruzarnos.

Firmé con la calma de quien ha decidido quemar sus puentes, y le tendí la hoja.

Él la tomó sin decir nada. Rodeó el escritorio lentamente, y se detuvo frente a mí, demasiado cerca.

Sentí su presencia antes de sentir su proximidad: esa mezcla de poder, perfume y arrogancia.

No retrocedí. Esta vez, no.

—¿Por qué tanto apuro, cariño? —murmuró, y en su mirada había fuego. No amor. No arrepentimiento. Solo fuego.

Y entonces, me besó.

Fue un beso de poder. De provocación. De territorio.

Y yo… le respondí.

Con rabia, con ironía, con esa parte de mí que quería vengarse en su propio idioma. Lo besé con furia. Lo besé para ganarle.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.