Contigo o sin ti!

19

Capitulo: 19

Nathan

Llegué al Museo de la Luna como si fuera una película de acción, irrumpiendo a lo grande: derribé la puerta principal de una patada… y, por supuesto, activé también todo el sistema general de alarmas.

—Tenías razón, Tyler. Definitivamente nos encontraría. Solo que sigue siendo un idiota egocéntrico… —Layla me miró con una decepción tan palpable que dolía. Mi hermanito, por su parte, apenas contenía las ganas de golpearme.

—¿Qué les pasa? ¡Pensé que se alegrarían de verme! —solté con una sonrisa, mientras corría a abrazar a Layla.

—Solo apártate, Nathan… Mira la estupidez que hiciste ahora. Tendremos que buscar otro sitio donde estar seguros, gracias a tus imprudencias —espetó con rabia. Se apartó de mí y corrió hacia Tyler—. ¿Qué haremos ahora? —le preguntó. Y yo… yo ardía de rabia al verla refugiarse en él.

—Por lo pronto, los tres vamos de vuelta al auto. Y tú, Nathan Evans, tienes que regresar a la mansión con Amanda.

—Definitivamente no —le respondí, tomándolo por la camiseta—. ¿De verdad crees que voy a dejar a mi esposa y a mi hijo en bandeja de oro?

Tyler me miró con fastidio. Ana solo reía divertida. Y Layla… Layla me atravesaba con la mirada.

—Debiste darte un mal golpe en la cabeza cuando eras niño. Es la única explicación para tanta estupidez —Layla soltó una carcajada. Se estaba burlando de mí.

—Voy a matarte —le dije a Tyler, con tono amenazante.

—Tendrás un aliado menos si lo haces —respondió él, el muy imbécil, dejándome en ridículo frente a Layla.

—¡Suéltalo ya, Nathan! ¡Madura de una vez! ¿Crees que esto es un juego? Intentaron matar a Ana, amenazaron a mi mamá, y esos matones nos dispararon en el estacionamiento del edificio. Escapamos de milagro. Nos escondimos aquí… y viniste tú, y lo arruinaste. La policía seguramente ya viene en camino, y ahora no tenemos dónde ir.

—¿¿Lo arruiné yo?? —solté, soltando a Tyler para mirarla.

—¡Sí! —gritó. Y su respuesta me rompió el corazón.

—Basta. La policía ya está cerca. Tenemos que salir de aquí. Nathan, por favor, vuelve a la mansión. Necesito que uses a Amanda para calmar las aguas. Ellos no van a detenerse hasta acabar con Layla si no obtienen lo que quieren. Vuelve a casa. Usa a Amanda. Contacta a Christian Sheik. Necesitamos su ayuda. Usa la cabeza, por favor.

—Bien… Pero por favor, consíganme un teléfono. Manténganme al tanto. Y si algo le pasa, te juro que te mato.

—No podemos tener un teléfono, pero trataré de buscar la manera de mantenerte informado. Por favor, haz bien tu trabajo con Amanda. Ella es el seguro de vida de Layla, de tu hijo… y también el de Ana.

Odiaba que el idiota tuviera razón. Pero estábamos atrapados en una persecución que no podíamos ganar por la fuerza. Tenía que ser inteligente. Volvería a casa.

—Toma. Este es el pasaporte de Layla. Lo tramité cuando aún estábamos casados. Aquí tienes dinero en efectivo… y esta caja que mamá me dio antes de irme. Dijo que la abriera antes de la fiesta de máscaras de esta noche en la mansión. Creo que algo muy malo va a pasar ahí. Revisa todo. Avísame. Compra un teléfono viejo, que solo sirva para comunicarnos y que no sea rastreable.

—Bien. Es una buena idea… Cuídate, Nathan. Por favor, sé prudente —dijo, llevándose a Ana. Nos dio espacio para que Layla y yo nos despidiéramos a solas.

—¿No vas a besarme? No sabes si moriré hoy. Podrías perder la oportunidad de darme un último beso —bromeé, intentando sacarle una sonrisa. Pero el chiste tuvo justo el efecto contrario.

—Deja de decir estupideces… Intenta no morir. Cuídate mucho. Y te prometo que te guardaré ese beso que tanto quieres para cuando nos volvamos a ver —me abrazó con fuerza, luego me dio un beso en la mejilla.

Las sirenas comenzaron a sonar. Layla se apartó de mí y salió corriendo.

—¡Te amo! —le grité. Ella sonrió antes de desaparecer detrás de la Luna.

—¡Por favor, ponga las manos en alto!

Me di media vuelta y levanté las manos con una sonrisa burlona. Al menos cinco oficiales me apuntaban con sus armas.

—¿Pero qué pasa? Estoy grabando Una noche en el museo 5, no tienen que ponerse tan agresivos —bromeé, intentando ganar tiempo para que los demás escaparan.

—Cierra la boca. Vas a meterte en serios problemas por esta estupidez —gruñó el oficial más viejo mientras me esposaba.

—Está todo despejado. Parece que solo estaba este idiota —añadió, empujándome. Yo suspiré aliviado.

—Deja de reírte, imbécil. No será tan divertido cuando estés en prisión —dijo golpeándome.

Pero yo seguía riendo mientras me subían a la patrulla. Íbamos directo a la comisaría.

Me golpearon de nuevo antes de meterme en la celda, como si fuera un perro callejero. Pero no me alteré. Sabía que mi madre vendría a sacarme de inmediato.

—Puedes salir, niño rico. Ya están aquí tu mami y tu linda novia —dijo uno de los agentes, empujándome. Yo no dejaba de reír. Amanda debía estar tan desesperada que vino de inmediato.

—Amor… qué alivio —dijo, abrazándome con euforia. Tuve que fingir que la extrañé. Necesitaba ganarme su confianza. La abracé también. Mi madre me miraba, desconcertada.

—¿Quién te golpeó, hijo? —preguntó, señalando a los oficiales que el jefe había alineado frente a nosotros. Sus caras de pánico eran una obra de arte.

—Ninguno. Soy un ninja —dije con tono ligero, besando la frente de mi madre.

—Nathan, por favor. Es un asunto serio. ¿Por qué entraste a ese museo? —cuestionó Amanda. Mi madre tragó saliva. Sabía que seguramente había estado con Layla… y con Tyler.

—Layla me dejó. Bebí demasiado. Me drogué. Fingí ser un matón. Asusté a una chica en una tienda. Luego quise ser actor. Entré al museo como si fuera una película. Fingí ser un ninja. Hice sonar las alarmas. Y aquí estoy, con ustedes —resumí con ironía mientras reía como un loco. Tenía que interpretar bien mi papel.

—Aún está drogado, Charlotte. Llevémoslo a casa —dijo Amanda, tomándome de la mano.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.