Contigo o sin ti!

20

Capitulo 20: fiesta de mascaras.

Nathan

La conversación con mi madre quedó en silencio absoluto. No pudimos decir ni una palabra más porque Amanda parecía una garrapata pegada a mí. Me arrepentía profundamente de haber vuelto, pero si eso ayudaba a Layla, estaba dispuesto a soportarlo.

Me sorprendió que mi madre supiera sobre la relación entre Layla y el señor Wayne. Era evidente que, a simple vista, ellos tenían una relación laboral: Layla estudiaba periodismo y Wayne era dueño de un periódico. Pero ¿cómo sabía Charlotte que Wayne le había hablado de Amélia a Layla? Claramente, ella conocía lo que le había pasado a Cristian y a Amélia, pero no que Wayne le había pedido a Layla que lo investigara. Eso implicaba que había un infiltrado dentro del periódico y que tanto Layla como Wayne estaban en el ojo del huracán por intentar reabrir un caso que debería haber quedado enterrado.

Terminé de ajustarme la corbata y me coloqué la máscara que Amanda había dejado sobre la mesa de mi habitación. Me preguntaba cómo había sido tan inteligente al pedirle el divorcio a Layla en un principio para calmar las aguas turbulentas, y a la vez, qué tan torpe había sido al arruinarlo todo actuando con tanta irracionalidad.

Supongo que así era el amor: te hacía perder la cabeza, te llevaba a la locura e incluso a la muerte… Al menos en estas dos familias, el amor era de esa forma. Amélia y Cristian eran el vivo ejemplo de lo que enfrentarse a esta gente maliciosa por amor podía ocasionar. Ella estaba muerta y él en el manicomio.

—¿Estás listo, princi? —Amanda irrumpió sin tocar la puerta, no solo interrumpiendo mis pensamientos, sino también revolviéndome el estómago con su estúpida forma de dirigirse a mí. Claramente así podría llamar a su perro.

—Estoy listo, perri —respondí. Su expresión de desagrado fue inmediata.

—¿Cómo que perri? ¿Me estás llamando perrita? —Obviamente había entendido el comentario. Intenté mantener la seriedad, pero no pude evitar burlarme de su cara.

—Perri y princi, ¿no te parece que suenan casi igual? —Contesté mientras retomaba la respiración tras el ataque de risa.

—¡Pues no! Princi es la abreviación de príncipe y perri una variante de perra. Son dos cosas opuestas y diferentes. —

—Para mí, perri y princi suenan a nombres de perros —dije tendiéndole la mano.

—Imbécil —respondió ella, tomándome del brazo para llevarme al gran salón donde ya estaban todos los invitados.

Estaban todos, incluso mi padre, justo al lado de William. Pude notar su sorpresa, incluso a través de la máscara, al verme acercarme del brazo de Amanda.

—Señor Evans, padre —dijo Amanda soltándome para saludarlos con los típicos dos besos. Luego me tocó a mí.

—Señor Sheik, padre —me acerqué para saludarlos igual que Amanda, solo para fastidiar a mi padre.

—¿A qué estás jugando, Nathan? —me preguntó Arturd Evans antes de apartarme. Le respondí justo cuando me disponía a darle el otro beso.

—A ser un hijo digno de buenos modales. Al final me voy a casar con la princesa, ¿no es lo que quieres? —dije sonriendo cínicamente mientras me apartaba. Él me miró y sonrió de vuelta.

—Tomaste la decisión correcta, Nathan. Amanda es lo mejor que te puede pasar en la vida —William se tomó la libertad de dirigirme la palabra sin dejar que Amanda lo saludara. Sonreí.

—Claro que sí, me cansé de jugar, ahora solo quiero ser muy feliz con mi perri —La cara de Amanda fue un poema. Jamás pensó que diría eso frente a su padre.

—¿Le estás diciendo perra a mi hija? —Se acercó a mí desafiante. Yo me negué a ceder mientras me reía. Amanda intervino.

—No, padre, ¿cómo cree eso? Perri y princi son nuestros nombres de cariño —dijo besándome. Quise morir en ese instante; sabía que mañana habría al menos cinco mil fotos de ese beso que Layla probablemente vería, para mi total desgracia.

Ella se apartó de mí y William me miró con desconfianza, sabía que no iba a creerme tan rápido. Sería difícil, pero tenía que intentarlo.

—¿Nos vamos, mi lady perri? —le dije a Amanda, quien me pellizcó disimuladamente.

—Por supuesto, mi princi. Caballeros, que sigan disfrutando. Con permiso —dijo tomando mi mano para alejarnos del diablo y su vasallo, rumbo a la pista de baile.

—¿Qué haces, lady perri? No quiero bailar y te exijo que no me vuelvas a besar así —protesté.

—No estás en posición de exigir nada, Nathan. Estás en el camino de la redención. Mejor toma mi mano y baila conmigo, tal vez así te perdonen tantos desplantes y puedas cobrar tu herencia y llegar al cielo —empezamos a bailar.

—Bien, tienes razón, digamos que eres mi camino a la redención… Pero aun así, quiero hacerte una pregunta: si no tomo tu mano, ¿acabaré como tu hermano Cristian? —le pregunté acercándola a mí. Ella palideció por completo. Comenzamos a movernos al ritmo de la música, ella seguía muda.

—Es de muy mala educación dejar a tu prometida hablando sola —susurré al oído.

—Cristian sufría de esquizofrenia. Por favor, no juegues con la salud de mi amado hermano —dijo apartándome, con lágrimas en los ojos. Parecía ajena a toda la historia de Cristian y Amélia. La tomé nuevamente de la cintura y seguimos bailando. Arturd y William tenían sus ojos fijos en nosotros.

—Por favor, continúa bailando. Me disculpo por mi insensatez, no volverá a ocurrir —me dijo emocionada, como una niña pequeña recibiendo una disculpa. William y Arturd seguían observando.

—Voy a besarte ahora —dije y ella cerró los ojos preparándose para recibirme. La besé sutilmente mientras vigilaba la reacción del diablo. Parecía satisfecho con mi actuación. Sabía que no confiaba en mí, pero al menos estaba logrando que creyera el papel.

Amanda se apartó de mis labios y me abrazó para seguir bailando. Mientras estábamos en la pista, noté que William y Arturd ya no nos miraban a nosotros, sino hacia una mesa donde había al menos cinco chicas con el mismo vestido y máscara. ¿Qué demonios era eso?




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