Capitulo 21.
Tyler
Me había prometido cuidar de Layla y de Ana, pero en realidad conducía sin un rumbo claro. No tenía idea de adónde podríamos ir. Layla lo notó de inmediato.
—Dime la verdad, Tyler… no sabes a dónde podemos ir, ¿cierto? —me preguntó casi en un susurro. Ana, en el asiento trasero, dormía después de tomar analgésicos para el dolor.
—No lo sé, Layla. No sé dónde puedo llevarlas, ni qué podemos hacer. Solo se me ocurre un plan… pero Nathan va a matarme si lo llevamos a cabo. —Era la única opción que veía, aunque no estaba seguro de que funcionara.
—Me importa una mierda lo que piense Nathan. Solo me importan mi bebé y mis seres queridos. Y si tu plan logra que esa gente nos deje en paz… haré lo que sea.
—Entonces… cásate conmigo, Layla. Di que tu bebé es mío, renuncia al periódico y vuelve a la mansión. Es la única manera de que Arturd y William nos dejen en paz hasta que podamos destapar la olla de sus mentiras. Estamos en una lucha desigual. Si cedemos el control de forma temporal, estaremos un paso por delante.
Ella me miró con sorpresa, pero su respuesta me dejó impactado.
—Hagámoslo. Llévame con Arturd y también con William. Y hagamos público nuestro matrimonio… y la llegada de este bebé. Con la presión de la prensa y la opinión pública no podrán dañarnos sin quedar expuestos, como hicieron con Amélia y Cristian. —Era increíblemente inteligente. Recordé, una vez más, por qué me había enamorado de ella desde el primer momento en que la vi.
—Exactamente, Layla. Pero antes tenemos que hablar con Nathan. Sé que lo amas y no quiero que te ofendas… pero él es muy impulsivo y, digamos… no demasiado inteligente.
Ella me miró y soltó una carcajada.
—Lo es, ¿verdad? ¿No viste lo que hizo en el museo? —reímos juntos. La verdad, ¿a quién se le ocurre entrar por la entrada principal? Activó todas las alarmas.
—No sé en qué estaba pensando. Arruinó nuestro escondite temporal. —Sacudí la cabeza entre risas.
—No sé si lo amo, Tyler… Creo que ambos nos hemos hecho demasiado daño. No creo poder perdonarlo. Mi vida era buena antes de conocerlo. Después de él viví cosas apasionantes y llenas de adrenalina, pero siempre fue solo eso. Soy una romántica empedernida: me gustan los clichés y las cosas cursis… y con él casi nunca tuve eso. Siempre puso su ego por encima del amor, el trabajo por encima de mí. Yo dejé todo por él… ¿y qué obtuve? —Sus palabras flotaron en el aire mientras yo conducía hacia algún hotel para pasar la noche. Ella parecía estar liberándose de todo lo que la ataba.
—Una boda con un hombre comprometido desde siempre, una luna de miel improvisada y una solicitud de divorcio… después de que me abandonara por negarme a firmar.
—Pero Layla, lo estaban presionando. Tú lo sabes. Despidieron a tu madre y lo amenazaron… ¿qué podía hacer? —lo defendí, porque a pesar de su sufrimiento, Nathan no la había dejado por gusto.
—Podía decirme la verdad. No irrumpir en mi vida. No engañarme sabiendo que estaba comprometido… o romper su compromiso y hacer las cosas bien. —Tenía razón. En eso, él había fallado por completo.
—Estoy segura de que tampoco me ama. Solo siente esa pasión prohibida por mí que lo hace creer que está enamorado… y que lo lleva a hacer estupideces en nombre del amor, sin pensar en las consecuencias. —Señaló su vientre.
—Layla, ese bebé no es solo consecuencia de los actos impulsivos de Nathan. Tú también has actuado así. Sé que no es mi problema y que suena imprudente… pero, ¿cuántas veces estuvieron juntos desde que fuiste a pedirle el divorcio?
—Lo sé… me metí en su cama al menos cuatro veces. Y estoy arrepentida. No quiero volver con él. Quiero que esa gente me deje en paz y quiero ser feliz con mi hijo.
Sabía que esa decisión iba a destrozar a Nathan, que lo volvería loco, que lo empujaría a hacer cosas que provocarían desastres. No sabía qué había hecho cambiar de opinión a Layla, pero debía estar aterrada.
—Por favor, no se lo digas hasta que todo esté calmado. Lo necesitamos de nuestro lado. Si piensa que te convencí yo, no lo tomará nada bien.
—Bien… lo haremos como tú digas. Eres mi conciencia en este momento. En tus manos está el futuro de mi vida… y de mi hijo. —Me miró como si temiera que la abandonara.
—Nunca voy a dejarte de nuevo, Layla. Hasta el último día de mi vida estaré a tu lado. Me creas o no… estés con Nathan o no.
Ella sonrió.
—Lo sé… y te lo agradezco, Tyler.
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Nathan
Tomé el papel que la chica me dio y lo guardé como pude en el bolsillo de mi traje. Las chicas palidecieron al escuchar la voz de William.
—¿Nathan, se te perdió algo? —preguntó con un tono cargado de falsa preocupación.
Lo miré con una sonrisa amplia mientras él se desabrochaba la corbata.
—Su hija, suegrito… se me perdió su hija. —Le contesté con cinismo, posando mi mano sobre su hombro.
—¿Y por qué estaría Amanda con mis invitadas especiales?
—No lo sé. De hecho, acabo de enterarme de que son sus invitadas especiales. Habría sido descortés no presentarme —respondí, mirando de nuevo a las chicas.
Él hizo un chasquido con la lengua que preferí ignorar. Me puse la máscara y me acerqué a la chica que apenas podía ocultar el nerviosismo.
—Soy Nathan —me presenté, extendiendo la mano.
Ella miró a William antes de tomarla. Él le dio una leve señal de aprobación y entonces ella estrechó mi mano, clavando sus ojos en los míos como si intentara decirme algo más.
—¿Tu nombre es…? —Sabía que no hablaba mi idioma, pero justamente por eso fingí una presentación formal. Ella era inteligente y, aunque temerosa, entendió.
—Sihana —susurró.
Repetí su nombre en mi mente una y otra vez, al menos treinta veces, mientras me apartaba de ella.
—Suficiente. Lárgate de aquí, Nathan. No quiero que te acerques a mis invitados. ¿Intentas burlarte otra vez de mi hija? —me atacó William.
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Editado: 22.08.2025