Contigo o sin ti!

22.

Capitulo 22.

Nathan

Sentí que el aire se me escapaba del pecho al verla caer. El corazón me pareció detenerse, no supe por cuánto tiempo. Solo el sonido sordo del impacto de su cuerpo contra el agua logró hacerme reaccionar. ¿Agua? Claro, la piscina estaba justo debajo del balcón. Ella aún tenía una oportunidad.

Corrí hacia el borde y me asomé, el pánico paralizándome al ver su cuerpo inmóvil hundirse rápidamente. Sin pensarlo, me lancé tras ella.

Aunque entré de clavado, el golpe fue brutal por la altura y la distancia. No fue suficiente para hacerme perder la conciencia. La agarré por el brazo y, con todas mis fuerzas, intenté sacarla del agua sin hundirme también. Gritaba pidiendo ayuda a una de las chicas que trabajaban en la casa, pero ella solo lloraba y gritaba, paralizada por la impresión.

—¡Ayúdame! —le grité con desesperación, ahogándome también.

Pareció reaccionar y tomó el brazo de Amanda, que estaba inconsciente, mientras luchaba por sacarla del agua entre sollozos y pánico. En cuanto vi que ella estaba a salvo, perdí el conocimiento.

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Layla

Tyler había pasado casi toda la noche en vela. La angustia le impedía dormir. Apenas amaneció, desayunamos y nos dirigimos al lugar más público que pudimos encontrar: la plaza de la ciudad.

Eran cerca de las diez de la mañana, y él ya había planeado toda la escena de la propuesta, con prensa y fotógrafos incluidos.

Me quedé sin palabras al ver aquel camino adornado con tulipanes y unos doscientos globos en forma de corazón, inflados con helio y sujetos con cintas que los mantenían flotando entre el suelo y el cielo. Ni siquiera había salido del auto y ya me sentía emocionada.

—¿Qué es esta maravilla? ¿Nathan te pedirá matrimonio, Layla? —preguntó Ana, sin saber nada de nuestro plan.

—No, lo preparé yo para ella —respondió Tyler, y sentí el corazón de Ana romperse en mil pedazos. Me miró con ojos llorosos, ocultando el dolor tras una sonrisa fingida.

—¿Van a casarse? ¡En serio! Esto está hermoso, felicidades... —dijo, forzando una sonrisa que yo conocía demasiado bien.

—Es solo una estrategia, Ana —le expliqué—. Es la única manera de salir ilesos de todo el huracán que significa estar con Nathan.

Ella no pareció calmarse con esa respuesta. Le gustaba Tyler, aunque lo negara.

—No sé cómo esperas que esto acabe con tus problemas. Estás cambiando a un Evans por otro Evans, y ninguno de los dos es el padre de tu hijo —fue directa, sin rodeos.

Tyler se puso incómodo.

—Me bajo del auto para que hablen mejor —dijo—. Hay un vestido para ti en esa bolsa. Tiene que ser creíble, así que también compré un anillo. No tardes, tenemos veinte minutos. Después del anuncio, tenemos que ir a la mansión.

Sin siquiera mirar a Ana, salió del auto.

—¿Qué demonios haces? ¿Sabes que esto matará a Nathan? ¿Quieres vengarte? ¿Eso es lo que llamas amor? —Ana estaba furiosa.

—No es venganza, es supervivencia —respondió Tyler—. Estoy haciendo lo mejor para mí, para nuestro bebé, y para ti, para todos los que me importan.

—A mí sáquenme de ese paquete —replicó Ana—. No es por que me guste Tyler, sino porque te arrepentirás de romper el corazón de quien amas, y del que te ama lo suficiente como para asumir responsabilidades que ni siquiera le corresponden.

Abrió la puerta para irse.

—Ana, espera, por favor —le tomé del brazo para detenerla—. Quédate, aún no estás bien y ellos pueden hacerte daño.

—No me pasará nada. ¿Tienes un plan que funcione, verdad? —Asentí, aunque solo quería que no se fuera.

—Por favor, te necesito... eres mi hermana, no me dejes —le supliqué.

—Me quedaré, pero no estoy de acuerdo. Estás siendo injusta —dijo, resignada.

—No me importa, Ana. Por favor, no sufras más por esto —no pensaba en Nathan, solo quería que esta pesadilla terminara.

—Bien, hagámoslo entonces... solo quiero que esta pesadilla acabe —me pasó la bolsa y me cambié en el auto.

No me tomó mucho tiempo. Salí rápido y, aunque el vestido era sencillo, a Tyler se le iluminó el rostro al verme.

—Eres preciosa, Layla —me dijo, con una mirada que me erizó la piel.

Sonreí de inmediato. Él me tendió la mano y la tomé. Caminamos juntos hacia la mentira que, en el fondo, deseábamos que fuera verdad.

La gente empezó a aglomerarse. Tyler aprovechó para sacar el anillo y arrodillarse frente a mí.

—Layla Van Camp, deseo desde lo más profundo de mi alma, con toda la fuerza de mi corazón, que seas mi esposa. Compartir la vida contigo es un hermoso sueño que quiero hacer realidad... ¿Quieres tomar mi mano desde hoy y para siempre?

Abrió el anillo.

—Por supuesto que sí. Sería un honor vivir la experiencia de ver nuestros deseos cumplirse, tomados de la mano —respondí, y él colocó el anillo en mi dedo.

La gente comenzó a aplaudir, mientras los fotógrafos hacían su trabajo.

Él se acercó y me envolvió en un abrazo. Corrrió mi cabello y, sin separarse, susurró:

—Muero por besarte, pero no quiero incomodarte.

Me reí ante su sinceridad.

—Pues no voy a dejarte morir. Además, yo también tengo muchas ganas —dije, tomando su rostro entre mis manos y besándolo sin pensar en nada más.

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Nathan

Desperté con un dolor de cabeza punzante. Estaba en mi habitación, acostado, mientras mi madre dormía en un sillón frente a mí. Supuse que había pasado la noche en vela cuidándome.

De inmediato recordé lo sucedido y me levanté exaltado. Sin querer hice mucho ruido; tenía dolor en el brazo derecho y un vendaje en la muñeca que dificultaba ponerme los tenis con rapidez.

Estaba desesperado, necesitaba saber si ella estaba bien.

—¡Nathan! ¿A dónde vas? —preguntó Charlotte, poniéndose de pie rápidamente.

—A verla. Necesito saber si Amanda está bien —dije, recordando cómo ella se dejó caer mirándome a los ojos.

—Está viva gracias a ti. Ahora mismo está en su habitación. Acaban de volver del hospital —me respondió, sorprendiendo y aliviando al mismo tiempo.




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