Capitulo 24:
Nathan
Al principio, cuando Amanda comenzó a hablar después de vomitar, pensé que estaba alucinando. Lo que decía carecía de coherencia. Pero cuando mencionó a Shihana, comprendí que no eran alucinaciones: estaba recordando algo extremadamente traumático, algo con un trasfondo mucho más oscuro. Sabía que Shihana era aquella chica asustada que hablaba otro idioma y que había conocido la noche anterior en la fiesta. Sabía también que si estaba con William en el lugar donde llevaron a Amanda, era porque algo malo le había sucedido. Pero, ¿qué era exactamente? No podía borrar de mi mente la angustia y el desespero en su mirada, ni tampoco el papel que la otra chica me había dado.
Los nervios de Layla por el estado de Amanda interrumpieron mis pensamientos.
—Yo voy a llamar. Está fuera de sí, necesita ayuda urgente —dijo mientras tomaba el teléfono—.
—No, no hay que llamar —intervine rápidamente—. Ella está cuerda, creo saber de qué habla.
Amanda no dejaba de temblar ni de llorar.
—Pero igual, Nathan… ¿acaso no ves lo alterada que está? —agregó Tyler, siempre siguiendo la corriente de Layla.
—Lo sé, pero ¿no están escuchando? Ella cayó de un segundo piso, casi muere ahogada en la piscina, y aun así William no la llevó a un hospital —mis palabras abrieron los ojos de Tyler como platos.
—¿SE CAYÓ DE UN SEGUNDO PISO? ¿SE AHOGÓ EN LA PISCINA? —exclamaron al unísono.
Acto seguido, Layla se acercó a Amanda de inmediato.
—Hay que llevarla. Puede tener una contusión cerebral, fracturas… cualquier cosa —parecía genuinamente preocupada.
Amanda se separó un poco de mí, algo más calmada.
—Si William no la llevó, es porque no quería que la policía hiciera preguntas. Lo cual era obvio, porque la caída de Amanda no parece fruto de un accidente común —le expliqué a Layla, quien me miró con atención.
—¿Qué fue exactamente lo que pasó anoche? —exclamó. Amanda me miró, luego la miré a ella, y entendí que no quería que dijera nada.
—Por favor, no —dijo, y yo asentí, respetando su silencio.
—Todo está bien —sonreí para aliviar un poco su pánico.
—No respondiste. ¿Qué pasó? ¿Alguien te empujó? —insistió Layla.
—No lo sé. Solo la vi caer y, obviamente, la ayudé —mentí sin dudar.
—¿Y tú, Amanda, recuerdas algo? —preguntó Tyler. Ella negó con la cabeza.
—¿Había alguien contigo antes del accidente? —agregó él.
—No —contestó ella con incomodidad.
—Eso es extraño… muy extraño —murmuró Layla, pensativa. La situación se tornaba demasiado estresante para Amanda, quien incluso intentó levantarse de la cama. La detuve de inmediato.
—¿Recuerdas cómo era el lugar? ¿Y a qué te referías cuando dijiste Shihana? —preguntó Tyler. Yo también me sentía incómodo; entendía que buscaban información para usar contra William, pero no veían que ella estaba mal.
—No lo sé. Shihana era lo único que decía la chica que estaba a mi lado. No sé qué significa. Tampoco recuerdo bien el lugar, solo que era una sala y no un hospital, como me dijo mi padre —comenzó a temblar de nuevo.
—Bien, suficiente. Gracias por la ayuda. Es momento de que salgan y sigan con la celebración del matrimonio —les dije mientras me levantaba y les hacía señas para que se marcharan.
Layla se acercó y me miró fijamente.
—Necesito que hablemos, por favor —dijo, con un interés evidente. Conociéndola, sabía que le molestaba que yo me quedara con Amanda. Era descarada.
—Ahora no puedo —traté de ser educado—.
—¿Acaso eres su enfermero? —preguntó, claramente celosa.
—No es tu asunto. Ahora Tyler se ocupa de eso —contesté. Tyler, fastidiado, salió de la habitación.
—Si necesitas algo, solo llama —dijo a Amanda, que miraba con desagrado el vómito en la sábana y el suelo.
—Estoy bien, Tyler, gracias —respondió amablemente.
—No pierdas tiempo con Layla, actuará como un niño hasta que le duela la herida —comentó Tyler con descaro.
Layla se acercó y susurró:
—Si decides quedarte aquí, después hablaremos cuando yo quiera —se apartó y me miró.
Miré a Amanda, que con esfuerzo intentaba tirar las cobijas de la cama, y luego a Layla, que parecía a punto de llorar.
—Por favor, ve a descansar con tu esposo. Yo me quedaré con ella —me empujó suavemente.
—Te odio. Quisiera nunca haberte conocido —dijo antes de tomar la mano de Tyler y marcharse. Suspire, cerré la puerta y corrí a ayudar a Amanda.
—No tienes que quedarte. No quiero tu lástima. Estoy así porque lo merezco —me dijo con rabia.
—No es por eso que me quedé. No quiero hablar con ella y me siento deprimido como para quedarme solo —le respondí mientras terminaba de acomodarle las cobijas.
—Eres pésimo mintiendo. Deberías escucharla. Tal vez no se casaron de verdad, y te dijo eso porque volviste aquí —se sentó en el sofá frente a la cama, con evidente dolor.
—¿Qué te duele exactamente? —pregunté. Ella sonrió con tristeza.
—Todo —dijo cerrando los ojos. Me sentí estúpido por preguntar; incluso a mí me dolía el cuerpo, y no había recibido golpes ni impactos como ella.
—Puedes dormir en la habitación que tu familia asignó para mí. Yo me quedaré aquí hoy, mañana volveré a la otra “jaula de oro” —dijo.
—No tienes que irte, nadie te corre —intenté calmarla.
—No quiero estar allá. Ya no estamos comprometidos, así que tampoco puedo quedarme aquí —replicó.
—Nadie sabe eso, Amanda. Solo tú y yo. Puedes quedarte el tiempo que quieras. Incluso puedes volver a tu habitación; seré yo quien duerma en el sillón. Tú necesitas descansar y recuperarte —insistí.
—No seas amable, Nathan. Trátame mal, por favor. Se supone que intento no amarte… No me estás ayudando —dijo con franqueza.
Me reí ante su sinceridad. ¿Cómo iba a tratarla mal? La veía así, herida, descompuesta, y necesitaba todo el apoyo posible.
—Puedo leer tu mente, sé lo que piensas de mí. También tú te ves mal —dijo con una sonrisa mientras yo me quedaba anonadado.
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Editado: 17.10.2025