Contigo o sin ti!

29.

Capitulo 29.

Amanda

Sabía que él quería ayudarme, pero no importaba lo que me sucediera: no iba a arrebatarle otra vez su paz, su libertad ni, mucho menos, el amor de Layla.

Mi compañía no le hacía bien; mi familia, menos todavía. Su sacrificio no valía la pena. No estaba siendo dramática: era la única verdad.

Si quería vivir, debía librar esta batalla por mí misma. Sola, como estaba y como merecía.

En otra ocasión fui herida y humillada por gente que ni lo merecía... y en lugar de cambiar para bien, terminé actuando igual que ellos. Me convertí en una persona caprichosa, me apropié de cosas que no eran mías y me olvidé de todos, porque todos se habían olvidado de mí.

—No vamos a ir a ningún lado y tampoco nos vamos a casar —quería decírselo—. Lo conocía bien; no iba a aceptarlo, porque tenía buen corazón y un espíritu justiciero que intentaba ocultar tras esa falsa imagen de chico despreocupado y rey del sarcasmo.

—Tranquila, todo estará bien. Confía en mí —pensó él, creyendo que mi silencio se debía al miedo. Aunque no niego que estaba aterrada, que en verdad quise desaparecer el día del balcón. Pero mi silencio respondía a otra cosa.

—Por dónde saldremos, supongo que están en el salón principal y para tomar cualquier salida tenemos que pasar por ahí —dije, desanimada.

—Saldremos por la ventana. Ya comprobamos que no es tan alto y, si bajamos con calma, caeremos de pie en el agua —había pensado en eso; incluso había calculado la distancia.

—Mojaremos la ropa —mi excusa sonó estúpida, pero no se me ocurrió otra cosa.

—Compraremos otra —replicó de inmediato.

—También los documentos —me mostré un poco más sensata esta vez.

—Solo necesitamos nuestro carnet de identidad; el agua no le hará nada. Podremos reunir el resto en el registro civil, una vez fuera. Tyler nos ayudará y, aunque no lo creas, también Layla... Ella es buena persona —sus ojos se iluminaron cuando habló de ella, y eso me dio aún más valor para saber que estaba tomando la decisión correcta.

—Sí, no hay dudas de eso. Me porté horrible con ella. Quisiera decirle que lo siento de verdad —lo miré, extrañada.

—Se lo dirás, estoy seguro —sonrió, y yo asentí.

—Lo haré, sí —Él se acercó al balcón y mi corazón se apretó.

—Iré yo primero; te sostendré. Tú solo no lo pienses tanto —me dijo, y yo asentí. Se puso detrás del balcón y se dejó caer; el chapuzón fue rápido: la distancia era realmente corta.

—¿Estás bien? —pregunté, nerviosa.

—Perfectamente, como pez en el agua —sonrió. Yo también sonreí.

—Eres bueno con las matemáticas —le dije; él asintió.

—Bien, pero ahora es tu turno —mi corazón estuvo a punto de romperse; contenía las ganas de llorar.

—Muchas gracias... amar a ti es lo único de lo que no me arrepiento. Por favor, sé muy feliz —le dije y me aparté del balcón para correr con todas mis fuerzas hacia el salón. No tuve tiempo de ver su reacción: gracias a Dios.

Bajé las escaleras con dificultad; el dolor no impidió que lo hiciera con rapidez. Tenía que llegar con Morgan antes que él. No quería que intentara evitar lo que tenía que suceder.

Al entrar al salón me dirigí de inmediato a mi madre.

—Bien, vámonos de una vez. Tengo prisa —dije. Caminé hacia la salida de la mansión y me subí al auto. Morgan tardó un par de minutos; supuse que se despedía de los Evans.

Ella salió de la casa y, mientras se acercaba al auto, Nathan apareció y corrió tras ella. Le dijo algo a mi madre; no pude oír, solo vi que ella asintió y él comenzó a caminar con ella. Mi corazón se aceleró.

—Dice que quiere hablarte. Baja y despídete, sin berrinches. Ya no habrá boda, ni compromiso —me dijo mi madre después de subir al auto. Nathan estaba enfrente, empapado; detrás de él, Charlotte y Arturd, bastante confundidos.

—No quiero bajar. La demencia no me permite despedirme de él; mucho menos de los Evans. Solo ensuciaría más nuestro apellido —respondí cínicamente. Quería que supieran que no era tonta y que ya sabía adónde iba.

—No volverás a verlo. Creo que deberías despedirte de verdad —insistió. Se colocó las gafas de sol. Nathan golpeó la ventana del auto.

—Amanda, por favor baja, dile algo a ese chico para que nos deje ir. No me hagas perder más el tiempo —ella quitó el seguro, abrió la puerta y prácticamente me empujó para que bajara.

La miré con odio. ¿Cómo podía llamar mamá a esa bruja horrible? Pensé, y sentí náuseas. Nada parecía importarle.

Suspiré hondo y salí. Cerré con fuerza la puerta del auto y me planté frente a Nathan. Sentía vergüenza por haberlo engañado; ni siquiera quería mirarlo, pero lo hice.

—¿Por qué me haces esto? Debías saltar; íbamos a resolverlo juntos... —tenía los ojos cristalizados.

—Nathan, lo resolveré sola. Por favor, respeta mi decisión y aprovecha esta oportunidad para arreglar tu vida. Yo haré lo mismo con la mía —soné cruel, pero tenía que entender que no había motivo para todo esto.

—Eres una terrible mentirosa... Esto es demasiado para cualquiera, y más para ti... —dijo.

—Soy fuerte; he sobrevivido muchas veces. No hay de qué preocuparse. Además, nadie puede entrar en el hospital; ni siquiera la novia —le guiñé un ojo y él me abrazó. Aquello, sin duda, fue nuestra despedida. Al menos me alegraba que, entre todos estos eventos, nos hubiéramos "reconciliado". Yo aún lo amaba, pero ahora podía conformarme con su felicidad y con su amistad.

—No quiero perderte... —interrumpió nuestro abrazo para tomarme del rostro—. Así que por favor, cuídate mucho.

—Tú también —le dije y me di media vuelta; tenía que irme.

—Amanda —dijo, sujetándome del brazo antes de que subiera al auto. Iba a decirle que todo estaba bien, pero me sorprendió que de repente me besara.

El beso fue tierno e intenso, pero muy corto. Al final terminé huyendo.

—¿Qué fue eso? —preguntó Morgan, mirándome confundida. Decidí ignorarla; no quería que creyera que entre nosotros había algo. Obviamente, aquello había sido una generosidad de Nathan para darme un motivo para no rendirme. Falso, pero motivo.




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