Contigo o sin ti!

30.

Capitulo 30

Layla

—No vamos a tener esta conversación ahora. No estás psicológicamente preparado… Mejor dime qué pasó. ¿Dónde está tu gato? —Él se levantó del piso, ignorando por completo mi presencia, y comenzó a caminar hacia su habitación.

—¡Estoy hablando contigo! ¿Por qué tienes que actuar siempre como un inmaduro? —Me atravesé en la entrada de su puerta. No lo iba a dejar huir; tenía que decirme.

—¿En serio estamos hablando? ¡Wow, discúlpame! La verdad es que este pequeño cerebro no está preparado para comprender nada. Creo que solo tenía una neurona y justo ahora, en esta profunda conversación en la que solo se escucha tu voz, se me acaba de quemar —me apartó como si fuera un papel y entró en su habitación.

Me quedé afuera, anonadada. De verdad no me había contado nada. ¿Así se llenaba la boca diciendo que yo era el amor de su vida? Cínico. Me estaba haciendo perder la paciencia…

Abrí la puerta para que me escuchara y, una vez dentro, cerré con llave. Él se estaba cambiando.

—Por favor, sal, Layla. Respeta mi privacidad —su comentario me causó gracia, aunque él estaba muy serio.

—Necesito que me digas lo que sucedió. ¿Por qué ya no hay compromiso? ¿Dónde se fue tu gato? —pregunté mientras me colocaba las manos en la cintura.

—¿Cuál gato? ¿De qué hablas? ¡Por favor, sal! —Él solo tenía puesto un short. Malos pensamientos inundaron mi mente.

¿Qué pasa contigo, Layla? ¡Contrólate!, me dije a mí misma, maldiciendo este alboroto de hormonas.

—Estoy hablando de Amanda. Ella es tu “gato”. Es como tu pequeña mascota, pegada a ti sin importar cuánto la rechaces, conformándose solo con las migajas de tu amor y alguna que otra caricia —dije intentando recuperar la compostura.

Sé que sonó cruel, pero eso pensaba de ella. Y aunque ya no la odiaba tanto, tampoco podía quererla. Ella me alejó de Nathan la primera vez, me hizo tanto daño que ahora, viéndola pasarlo mal, sentía que estaba recibiendo su karma.

—Entonces yo también soy tu gato. Pegado a ti como una pequeña mascota a la que constantemente pateas, a la que acaricias cuando te sientes sola, a la que rechazas y que aun así sigue buscándote, corriendo hacia ti cuando te ve llegar porque te ama —me acerqué a él y lo abracé. Nunca lo había visto tan quebrado como ahora.

—No eres mi mascota. Eres el padre de mi hijo… Eres muy importante para mí.

—Pero ya no me amas. Eso es lo que quieres decirme, pero no tienes valor para romperme el corazón. No tienes que preocuparte por eso: me rompiste el corazón cuando te casaste con Tyler, cuando me apartaste sin decirme nada, aunque todo haya sido por una fuerza mayor.

—¿Ves cómo duele que la persona que amas te mienta? El dolor se mete en lo profundo de tu ser y te quema. Te quema tanto que no importa si la mentira tiene una buena razón detrás: igual no deja de doler… —quería que supiera que justo así me sentí cuando él decidió abandonarme después de nuestra boda. Y aunque ahora sabía la razón, nada iba a devolverme las lágrimas, las noches sin dormir, los días sin comer, ni lo perdida que estuve.

—Bien, ya ganaste entonces. He recibido mi merecido. No hay nada que justificar por perder la cabeza cuando te conocí, por mover mi mundo y enfrentarme a todos por ti. Porque me convencí de que estaba protegiéndote, cuando al final te arrastré al fondo… Y te fallé, Layla, te mentí, nos mentí… Pero, pese a todo, no me rendí. Quise arreglarlo, intenté buscar tu perdón, volver a ganarme esa emoción que sentías al verme, esas noches en las que descansabas tranquila en mi pecho y todos esos días en que me soñabas contigo para siempre… Pero no lo logré porque tú no me dejaste. Pusiste tu ego herido por encima de nuestro amor e incluso de nuestro hijo. Y me lanzaste al vacío…

Y, de repente, él era la víctima y yo la peor de todas… Se sentía terrible estar aquí, apuntándonos con el dedo. Se sentía terrible ser la causa de su dolor y también se sentía muy mal este amor…

—Estoy confundida… No sé qué me pasa, pero de repente siento muchas ganas de llorar y deseo tenerte. Luego, cuando te tengo cerca, ya no quiero ni verte. Eso solo significa que no he perdonado… y que necesitamos sanar, crecer como personas, madurar. Porque ahora tendremos un hijo que necesita un par de padres mental y emocionalmente estables.

—¿Me amas?

—Te amé, pero ahora me amo más a mí. Y eso implica estar en paz conmigo misma, sentirme feliz y también libre. Todas cosas que contigo no tengo y no sé si tendré, porque te veo infantil. Para mí eres un niño que va a tener un niño y que de verdad necesita crecer cuanto antes y entender que el mundo no gira solo para él —sonó cruel y de verdad me dolió decírselo, pero necesitaba que comprendiera que el mundo no giraba alrededor de él.

—Qué poco me conoces y qué poco te conocí. Amar fue una camisa que nos quedó grande… Justo ahora entiendo que es demasiado pedirte que continuemos en esta hipocresía.

—¿Ves lo que digo? Ahí estás siendo la víctima cuando eres culpable —estaba exasperada.

—Sé feliz, Layla. Sé muy feliz con tu amor propio y no te preocupes por mí, que también yo encontraré el mío. Voy a crecer y seré, por supuesto, el mejor padre del mundo para mi hijo —me miró con una oscuridad que pocas veces vi en su mirada. Se me paralizó el corazón. Parecía decidido a dejarme en paz y, aunque era lo que quería, me dolió.

—Es lo mejor… Ahora, solo por favor, déjame darte un beso de despedida —se lo pedí porque deseaba hacerlo y también porque sabía que no iba a negarse.

—Sí, claro, ven y besa a tu mascota —estaba siendo sarcástico, pero no me importaba. Quería besarlo como despedida y también porque extrañaba hacerlo. Me acerqué a él y lo besé, y aunque él no quería, terminó cediendo porque realmente estaba enamorado de mí.

---

Nathan

Y ahí estaba ella, cortándome con el filo de sus labios y yo, como un masoquista, pegado a ella aunque se me fuera el alma en ese beso.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.