Contigo o sin ti!

34.

Capitulo 34: Drake

Amanda

Uno de los policías le pidió a Nathan y al doctor que salieran del cuarto; necesitaba hablar conmigo a solas. Los otros oficiales se quedaron afuera.

—Amanda Sheik, soy el oficial Drake Carper. Puede tomar asiento —dijo con tono profesional. Obedecí en silencio.

—¿Estoy en problemas? ¿Hice algo malo, oficial? —intenté sonar tranquila, pero era evidente que me devoraban los nervios.

—Solo responderá unas preguntas. Después le diré si está o no en problemas.
Su sonrisa buscaba tranquilizarme, pero consiguió lo contrario. Crucé las manos sobre el regazo para disimular el temblor.

—Bien… le escucho —dije, fingiendo seguridad.

—Su prometido nos informó que fue ingresada aquí por su padre sin un diagnóstico médico. ¿Es eso cierto?

Quise decir la verdad, pero hacerlo hundiría a Nathan y arruinaría el plan de Cristian y Farrah. Además, aquí me sentía protegida… lejos de la mujer del vestido negro y el velo de novia.

—Para empezar, él ya no es mi prometido. Nuestro compromiso se canceló hace tiempo.
Y sí, es cierto que fui ingresada sin diagnóstico… pero intenté suicidarme. ¿Qué persona en su sano juicio haría algo así?

El oficial anotaba cada palabra en su libreta.
—Es evidente que estoy mal de la cabeza, oficial Drake Carper —añadí con ironía.
Él levantó la vista de inmediato.

—¿Intentaron asesinarla alguna vez? —preguntó entrelazando las manos bajo el mentón, con el ceño fruncido y la mirada fija en mí.

—No —mentí con voz temblorosa—. Le dije eso a Nathan para que sintiera pena, para que no me dejara sola. En realidad… yo misma me hice daño. Sufro de delirios, paranoia y ansiedad.

Tragué saliva al notar su sonrisa. No me creía.

—¿Podría mostrarme el brazo? —preguntó, señalando la herida.

—¿Puedo negarme? —susurré, incómoda. No quería hablar de eso.

—Podría —respondió—, pero eso sembraría más dudas y me haría confiar aún menos en su versión.

Era bueno en su trabajo. Sin darme cuenta, le mostré el brazo.
De inmediato me quitó la venda y examinó la herida con cuidado. Su tacto me erizó la piel. Aparté la mano al instante.

—¿Le duele? ¿La lastimé?
Negué con la cabeza.

—Estoy bien —dije, tratando de controlar el pulso acelerado.

—Vi el video del día que se hizo esa herida. Lo usaron para amenazar a su prometido.

¿Un video? ¿Cómo diablos habían grabado eso? ¿Cómo llegó a la policía? ¿Se lo habían enviado a Nathan?
¿Qué estaba pasando?

—Ex… ex prometido —rectifiqué—. Y le pido que lo deje fuera de esto, por favor. No tiene nada que ver.

Salí en defensa de Nathan sin pensarlo. Pero vi cómo Drake empezaba a sospechar de él.

—Discúlpeme —dijo con calma—, pero no puedo hacer lo que me pide. No creo ni una sola palabra de su historia. Veo sus ojos, la forma en que habla, cómo elige las palabras… Usted no parece una persona demente, sino alguien que tiene miedo.

Las lágrimas me nublaron la vista. Era una idiota… ni siquiera sabía mentir bien.

—¿Puedo ayudarle en algo más? —pregunté, secándome las lágrimas rabiosas y poniéndome de pie.

—Por supuesto. Acomode sus cosas. Tengo las pruebas suficientes para sacarla de este lugar.

—No, por favor… no puedo salir de aquí. ¡Es peligroso! No tengo a dónde ir —la voz se me quebró.
Y, como siempre, lo arruiné todo.

—¿Qué es peligroso? ¿Su ex prometido, su padre… o la persona que la amenaza? —Su tono se endureció.
Tenía razón: estaba sospechando incluso de Nathan.

Tenía que protegerlo. Si William no lo destruía por sacarme de aquí, este hombre lo metería preso.

—William Sheik… —murmuré al fin. No me quedaba otra. Si tenía que hundir a alguien, que fuera a mi padre. Aunque eso significara desatar la guerra.

—¿Por qué un hombre con historial limpio, padre amoroso y buen ciudadano sería alguien peligroso? —preguntó con ironía. Me reí. Alguna vez yo también creí en esa mentira.
—¿Y entonces? —presionó—. ¿Me dirá por qué su padre es culpable y no su ex?

—Le contaré todo con una condición —dije con firmeza—: que garantice la protección de Nathan, Tyler y Layla.

Anotó los nombres en su libreta.

—¿Algo más?

—Sí. Quiero limpiar el nombre de mi hermano, que obtenga su libertad. Y quiero justicia para Amélia Wayne.

—Es una lista larga, pero las cumpliré. Trabajaremos juntos. Solo necesito hacerle una última pregunta. —Dejó de escribir y me observó—. ¿Por qué usted no está en esa lista? ¿No teme morir?

—Da igual —susurré—. No tengo nada. Ya estoy muerta.

—Tonterías —replicó—. Está viva, frente a mí. No veo a una demente ni a una muerta. Veo a alguien a quien han intentado silenciar de todas las formas posibles.
Le ofrezco mi palabra, señorita Amanda Sheik.

—Amanda. Solo Amanda. No quiero ese apellido.
Y no quiero su palabra: el viento se la lleva.
Quiero un acuerdo escrito, con todas las condiciones, a cambio de la información.

El oficial sonrió apenas.

—Bien, Amanda solo Amanda. Recoja sus cosas. El día es corto y tenemos mucho trabajo: un acuerdo que firmar… y una verdad que destapar.

Me tendió la mano para cerrar el trato. La tomé sin dudar.
William vería que la “princesa tonta” que crió sería quien lo metiera en prisión. Y esta vez, para siempre.

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Nathan

Vi a Amanda salir con sus cosas junto al jefe de investigaciones.

—¿Qué está pasando? ¿A dónde vas? ¿Te está deteniendo? —la sujeté del brazo, preocupado.

—Todo está bien. Vuelve a casa con Layla… y no te metas en más problemas. William es más peligroso de lo que crees —me advirtió.
El oficial intervino enseguida:

—No es conveniente involucrar a terceros. Si quiere que el acuerdo funcione, mantenga silencio y hable solo conmigo.

¿De qué acuerdo hablaban? ¿Y por qué ese imbécil se metía así?

Miré a Amanda buscando respuestas.




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