Contigo o sin ti!

35

Capitulo 35: Turbulencias.

Nathan

Conduje a toda velocidad. No me sorprendió ver a Layla y a Tyler esperándome frente a la mansión con dos pequeñas maletas a sus pies.
Apenas me detuve, ambos subieron al coche sin decir palabra.

—Conduce al aeropuerto —ordenó Tyler con voz seca.
Lo hice. Durante todo el trayecto reinó un silencio sepulcral; ninguno de los tres se atrevió a decir nada hasta llegar al destino.

En cuanto bajamos, Tyler nos entregó a Layla y a mí dos chaquetas negras idénticas, además de un par de gorras de béisbol.
—¿Para qué es esto? —pregunté confundido.
—Para despistar a tu enemigo —respondió—. Arturd contrató a dos personas que usarán la misma vestimenta que ustedes y abordarán el vuelo que William cree que tomarán, con destino a los Países Bajos.

—¿Y nosotros a dónde vamos entonces? —preguntó Layla, visiblemente aterrada.
—Ustedes serán Leah y Nath. Su destino es Barbados.
—¿Qué mierda…? —exclamé, furioso por lo absurdo del plan.
—Solo obedece, Nathan. Ya has causado suficientes problemas —replicó Tyler con fastidio, extendiéndome los nuevos pasaportes y boletos. Luego abrazó a Layla, que se derrumbó en llanto.

—No quiero dejarte… ni siquiera terminamos nuestra conversación —dijo ella entre sollozos.
Tyler le secó las lágrimas con ternura. Me aparté para darles espacio, aunque por dentro deseaba interrumpir ese momento. Fingir que estaba bien era imposible: su cercanía me dolía.

—Estarás bien, y yo también. Imagina que son unas vacaciones. Descansa, dale paz al bebé —le susurró él, tratando de sonreír.
Ella respondió con un beso apasionado, uno tan largo que tuve que apartar la vista. Sentí el corazón partirse otra vez.

Y aunque podía controlar mis pensamientos, mis sentimientos me dominaban. Era evidente: no dejaría de amarla, aunque eligiera estar con él. Tyler lo notó. Al ver cómo los observaba, se separó de ella.
—Lo siento, Layla, pero esto no está bien —dijo en voz alta, como si quisiera que yo lo oyera.

Me reí con amargura.
—Sé fiel a ti mismo, Tyler. Disculparte no te hace una buena persona, te hace un hipócrita.
—Cierra la boca, Nathan —intervino Layla, indignada.
—No te estoy hablando. Y a partir de ahora, dirígete a tu esposo, no a mí.

—Por favor, compórtense —pidió Tyler, con paciencia fingida—. De ahora en adelante estarán solo ustedes dos por un tiempo.
—Esto es un castigo —bufó Layla—. De verdad debieron mandarnos a sitios separados.
Tomé las maletas sin responder.

—¿No vienes hasta dentro? —pregunté.
—No. Los acompaño hasta aquí. No pierdan tiempo en estupideces, esto no es un juego —me miró con dureza.
—Está bien, Tyler. Haré un esfuerzo por no comportarme como un tonto —le respondí, despidiéndome con la mano. Layla volvió a abrazarlo y segundos después comenzó la “Operación Arturd”.

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William

—¿Cuál es el destino del hijo del traidor y su amante? —preguntó William desde su enorme escritorio.
Frente a él, su investigador privado y su matón más leal le mostraban los boletos.
—Países Bajos, señor.
William soltó una carcajada escandalosa.
—Arturd no puede ser más patético. Le advertí que para sobrevivir en este mundo debía deshacerse de sus pasiones, incluso del amor hacia sus hijos. Pero terminó siendo un estúpido sentimental.

—¿Qué quiere que haga con ellos? —preguntó el hombre de traje negro.
—Evita que aborden ese avión. Mátalos. Y envíalos a Arturd en una caja a su casa.
—¿Los dos en la misma caja?
—No. En cajas separadas. Y haz una especial para el feto de la chica. Quiero que pague su traición de la peor manera posible.

—Entendido, jefe. ¿Y su otro hijo?
William sonrió apenas.
—Ese chico me gusta. Es frío y calculador. Tal vez lo reclute para mí. Por ahora quiero la cabeza de Nathan, la de Layla… y la de mi princesa traidora. Pero de ella me encargaré yo. Quiero demostrarle que los secretos se llevan a la tumba.

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Amanda

—Bien, señorita Amanda, cuénteme todo —dijo Drake al sentarse frente a mí.

—¿Por qué me trajo a su casa? ¿No debería estar en su oficina? —pregunté con recelo.
Él se rascó la cabeza, nervioso.
—Si te llevaba allá, quedarías detenida. Mi jefe está bajo las influencias de tu padre. Me sugirió abandonar el caso si quería conservar mi puesto, mi reputación… y mi vida.

Me levanté de golpe.
—¡Entonces me engañaste! ¡No puedes ayudarme! —grité, caminando hacia la puerta. Pero Drake me sujetó del brazo.
—Amanda, por favor. Déjame ayudarte. Sabes que, ahora mismo, soy tu única opción.

Estallé en llanto. Fuera del psiquiátrico estaba condenada: si William no me encontraba, lo haría la novia.
—Mi padre quiere matarme… y ella también. En la clínica estaba segura. Por tu culpa perdí esa oportunidad y, peor aún, condené a Nathan, a los demás… incluso a mi hermano. ¡Tú no puedes protegernos!
Él me abrazó con fuerza.
—Cálmate. Ni siquiera has escuchado mi plan. Tengo uno… y es bueno. Pero necesito que estés de mi lado, que seas fuerte. Podemos vencerlo, cerrar su prostíbulo, liberar a las chicas y hacer que tu padre pague.

—¿Cómo sabes todo eso, si nunca te lo conté? —me aparté alarmada.
—Ven conmigo. Te mostraré.

Me llevó a una habitación que parecía su oficina privada. En una pared había decenas de fotografías, recortes y documentos. Toda una investigación dedicada a mi familia.
—Llevo muchos años tras William —explicó—. Tengo pruebas, pero necesito un testigo. Alguien que no pueda ser comprado ni manipulado. Ese alguien eres tú, Amanda. No solo serás mi testigo: serás mi compañera, mi mano derecha. Juntos armaremos este rompecabezas.

Se quedó mirándome en silencio, esperando una respuesta.
—Te ayudaré —dije al fin—. Seré lo que necesites, con tal de que William Sheik pague por todo el daño que ha hecho.

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