Cuando las deudas arropan y amenazan con destruir la granja de los padres de Anat, la única opción que le queda es aceptar la propuesta de aquel multimillonario publicista, tener un bebé y dárselo al nacer. Las reglas del juego son claras… el problema es que Anat no estará dispuesta a renunciar a su rayito de luz, porque ese contrato ya no era tan frío como ambos aparentaban, ese contrato se convirtió en un contrato de amor. Uno para toda la vida.