Contrato de amor.

Prólogo.

Anat.

Tras preparar con esmero el desayuno para mi rayito de sol, y sonreí al verlo ingresar a la cocina y abrázame.

—Mamá.

Como cada vez que él me llamaba de esa forma, mi corazón empezó a latir con fuerza.

—¿Cómo durmió el sol de mis días?

—Bien, mami.

Correspondi al abrazo de mi pecho y deje un beso en su cabeza.

—Tu desayuno está listo, mi amor. Ve a desayunar para llevarte a la escuela.

Los ojos de mi pequeño brillaron.

—Te amo, mami.

—Yo también mi amor.

Deje otro beso en la mejilla de mi hijo y lo motive a que fuera a desayunar.

Lo llevé a la mesa y tras ayudarlo a tomar asiento, empecé a admirar a mi hijo.

Él es lo más hermoso que me ha pasado en la vida.

Ese contrato fue lo mejor que pudo haberme pasado en la vida, porque mi rayito de luz es mi vida entera.

—Anat, llegaré tarde. Encárgate de todo.

La voz del padre de mi hijo, lleno la estancia con tanta fuerza que los vellos de mi cuerpo se erizaron.

Sí. Estoy enamorado del hombre que me contrato para ser la madre de su hijo.

—Tengo todo bajo control, Gabriel. Ve con cuidado.

—Te amo, hijo. Nos vemos en la noche.

Claro. Como si rayito estará despierto para cuando llegue.

Él asintió y tras tomar una manzana del frutero se dirigió hacia la puerta de salida.

Cuando la puerta cerro, volví a colocar mis ojos en mi pecho.

—Mamá.

—¿Sí, hijo?

—¿Cuándo le dirás a papá?

Esa pregunta me llenó de incertidumbre, porque no me sentía preparada para decirle a Gabriel que…

No, mejor no. Por el momento.

—Pronto, hijo.

Mi rayo de luz asintió complacido.

—Termina tu desayuno, en lo que yo voy a arreglar tu uniforme.

Stefan asintió y siguió degustando su rico hotcake.

Me levanté de la mesa y empecé a caminar hacia la habitación de mi rayito, pero antes de que pudiera internarme en el pasillo el teléfono de Gabriel llamo mi atención. Camine hacia el sofá y teas tornarlo entre mis manos la pantalla se ilumino dejándome visualizar un mensaje.

Sin querer leí el mensaje y este logro helarme la sangre.

Tengo la información que me pediste sobre el internado en Inglaterra, te aseguro que enviarlo allí será tu mejor decisión.

Mi hijo.

Gabriel quiere separarme de mi bebé.

Antes de que pudiera dejar el teléfono donde lo encontré, llegó otro mensaje y este al igual que el anterior logró destrozarme el corazón.

Te estoy esperando para que pasemos el día juntos, mi amor.

A ese mensaje la mujer le envío una foto complemente desnuda.

Gabriel…

Deje caer el teléfono en el sofá y las lágrimas empezaron a bañar mi rostro.

Él…

—¿Qué haré con el amor que el tengo? -espeté para mí misma.

Limpie mis lágrimas antes de que Stefan me viera llorar y se preocupara por mí y más ahora que…

Volví a tomar el teléfono entre mis manos porque antes de tomar una decisión premeditada tengo que ver con mis propios ojos lo que él es capaz de hacer.

Busque con desesperación algo que me pudiera dar indicio del lugar donde Gabriel se iría a encontrar con esa mujer.

Al encontrar el mensaje mi corazón volvió a romperse porque se trataba de un apartamento no muy lejos de aquí el cual yo ayude a organizar porque según Gabriel, su prima habitaría el lugar por unos meses.

—Mamá, ya desayuné.

—Ve a lavarte las manos, hijo.

—Está bien.

Volví a dejar el teléfono en el sofá.

Si resulta ser que él piensa apartarme de mi hijo porque una mujer se lo dice, haré lo que tenga que hacer para marcharme de este lugar.

Porque Gabriel Klausner, no me apartara de mis hijos.

Después de dejar a mi rayo de luz en el colegio, tomé camino hacia el edificio donde aparentemente Gabriel armaría una fiesta para celebrar su estatus de mujeriego.

Al llegar aparque el auto y tras soltar un suspiro baje del vehículo.

—Tú puedes, Anat. -me dije a mi misma mientras caminaba hacia la entrada del lugar.

Al ingresar me dirigí hacia el elevador y marqué el piso al que me iba a dirigí. En pleno trascurso la situación me envolvió a tal grado que las lágrimas empezaron a salir de mis ojos.

—Todo va a estar bien, Anat. Todo va a estar bien.

Dirigí mi mano hacia mi vientre y acaricié levemente.

—Todo estará bien, mi amor.

Mentirme con algo que no se si es cierto, es doblemente doloroso. Porque no solo le miento a mi bebé, sino que yo también me miento.

Cuando el elevador se detuvo en el piso, tome una larga respiración, antes de salir, porque tenía el presentimiento de que lo que vería a continuación me destrozaría.

Sali y nada más fue salir para sentir como la esperanza de que fuera mentira, se esfumaba de mis manos, porque el fiel amigo y chófer de Gabriel estaba parado al frente de la puerta con varias bolsas en sus manos.

Lo observé tocar el timbre y al cabo de varios segundos, la puerta se abrió dejándome visualizar a Gabriel sin camisa.

Me escondí detrás de una planta, para que ninguno pidiese distinguirme.

—Señor, todo está listo.

—¿Te asegúrate que el viaje sea confortable para mi hijo?

—Sí, seguí al pie de la letra las instrucciones de la señorita Irina. En dos días el señorito Stefan, estará rumbo a Inglaterra.

Ante esas palabras mi corazón se estrujo porque ese mensaje tenía toda la razón, Gabriel pensaba separarme de mi hijo. Me quiere alejar de su vida.

—Encárgate de Anat.

—Sí, señor.

—Llévala de regreso a donde la encontramos.

Por ocho años negué ver quién era realmente Gabriel Klausner, pero ahora mis ojos se han abierto por completo.

—Señor, no creo.

—Llévala a donde la encontramos.

El amigo de Gabriel asintío.

—Vuelve por mí a las siete para ir a casa.

—Como ordene, señor Klausner.

Gabriel asintío y poco después ingreso al lugar como si sus decisiones no fueran a dañarlos. Porque no separándonos no solo dañaría una vida, sino que dañaría tres vidas.




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