Contrato floral con el Ceo

22. Un cuento de hadas

Callie

Creo que Kyle podría organizar una boda y una guerra al mismo tiempo, sin despeinarse y mientras rapea dentro de su Cybertruck en plena hora pico de Manhattan.

Me ha impresionado. Tiene todo listo.

La tarde anterior fue mi reunión con la organizadora de bodas. Estaba convencida de que nada me gustaría, que todo sería apresurado y que no me quedaría más remedio que resignarme.

Pero no.

La boda parecerá salida de un cuento de hadas. Todo es perfecto, como si me hubieran leído la mente sin necesidad de preguntar.

En la florería no participamos en eventos tan grandes como bodas; somos algo más pequeño, más íntimo. El único ajuste que pedí fue elaborar yo misma mi ramo. Sólo necesito conocer mi vestido de novia para decidir cómo será.

Y eso es justo lo que haré hoy.

Aguardo a Ada en la entrada de Maison Thorne. Ella tiene su día libre y aceptó acompañarme. Es un poco triste que sea lo más parecido a una amiga que tengo en esta ciudad, pero mi vida entera giraba alrededor de Derek.

Nunca me propuse conocer más gente. ¿Para qué, si lo tenía a él?

Qué tonta fui.

Respiro hondo con el peso de la resignación instalado en mi pecho mientras observo la bulliciosa calle de Manhattan.

Si pudiera regresar el tiempo, cambiaría tantas cosas…

O tal vez no.

Si cambiara algo, tampoco habría conocido a Rowan.

Y pensar en él me hace sonreír.

Me ha escrito algunos mensajes desde que viajó. Tenemos diferencias horarias; uno de sus textos me despertó a las cinco de la mañana, pero fue agradable.

Es decir…

No recordaba lo que era esperar un mensaje. Sentir esa pequeña emoción absurda cuando su nombre aparece en la pantalla.

Mis conversaciones con Derek eran… insípidas. Apenas un «ya llegué», «sigo trabajando», «te veo luego».

No hablábamos. No compartíamos.

No recordaba que las parejas solían conversar.

Con Rowan hablamos del clima, de que sentía más frío allá. Me dijo que la mitad de las caminadoras del gimnasio del hotel estaban averiadas —lo consideró imperdonable—, que el desayuno no le gustó, que la junta fue aburrida pero fructífera, y que encontró una serie interesante en Netflix.

Yo le conté cosas sobre nuestra boda que ni él sabía.

También hablamos de Kyle. Me confesó que es hijo de un buen amigo suyo, pero que tiene una relación complicada con su padre.

Busqué la serie que me recomendó. Es una comedia romántica… y me gustó.

No recordaba lo que era tener un amigo.

Y también duele darme cuenta de que Derek ya ni eso era para mí.

Si me hubiera dado cuenta antes…

Por lo menos, sé que debió retorcerse un poco de frustración al ver las fotos que publicaron de Rowan y de mí durante nuestro día de compras.

No sabía que alguien nos había fotografiado cuando nos abrazamos.

Es una foto bonita.

Y, por supuesto, el anillo acaparó toda la atención.

Ni siquiera quiero recordar el precio… porque me mareo con sólo pensarlo.

En mi mano llevo más dinero del que alguna vez creí ver en la vida.

Y entonces suspiro, porque recuerdo que Rowan volvió a abrazarme en el vestidor.

Su corazón latía rápido.

El mío también.

Pero él habla de presentarme a otros hombres, porque… esto no es real.

Nada de esto es real.

—¡Callie!

La voz de Ada me arranca del torbellino de pensamientos.

Sale apresurada del taxi y me abraza con calidez.

»¡Perdón! Se me hizo un poco tarde con el tráfico.

—Está bien, no te preocupes —le sonrío al apartarme—. ¿Lista para entrar a un nuevo mundo?

—Nací lista para eso —responde con una sonrisa tan amplia que me contagia.

Me pregunta por el trabajo, y estoy contándole sobre la señora que siempre pide un ramo de rosas blancas… cuando cruzamos las puertas de Maison Thorne y Ada simplemente deja de escucharme. Se queda boquiabierta.

No sale de su asombro y ya nos están guiando a la habitación privada para probar vestidos de novia.

Por supuesto, se sorprende aún más cuando le ofrecen una copa de champagne y la acepta con una risa nerviosa.

La sala privada para novias en Maison Thorne parece sacada de una película… una en la que jamás imaginé ser la protagonista.

El suelo de madera clara cruje apenas bajo mis pasos, y las paredes están cubiertas con paneles de lino marfil que hacen que todo se sienta más cálido que imponente. En el centro hay un espejo de cuerpo entero con marco dorado envejecido, rodeado por luces suaves que acarician en lugar de deslumbrar.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.