Contrato floral con el Ceo

24. Un mensaje

Callie

—Oh, pero si es la prometida de Rowan —suelta Nash.

Palidezco.

Estoy a punto de esconderme detrás de Sabine, pero los nervios me anclan al suelo. No soy capaz de hacer nada más que… parpadear.

Bravo, Callie. En serio.

—Hola, Nash —saluda Sabine, aunque su tono dista mucho de ser entusiasta—. Delaney, ¿cómo estás?

La pareja se acerca.

Intento retroceder, pero la vitrina de la joyería me lo impide.

Genial.

—Muy bien, gracias, Sabine —responde Delaney con una dulzura que suena peligrosamente ensayada—. ¿Y tú? ¿Cómo llevas eso de que Rowan eligiera a otra en lugar de a ti? Siempre es lo mismo, ¿no? Por más que lo deseas, jamás quedas entre sus opciones…

¿Qué…?

Sabine frunce el entrecejo y niega, con una calma afilada.

—Existe algo llamado amistad, Delaney. Aunque evidentemente lo desconoces. —Y le lanza una mirada directa a Nash.

Delaney suelta una risita divertida.

Kyle y Ada permanecen a mis costados. Me siento protegida por ellos, pero no dejo de temblar por dentro.

—¿Y qué, Callie? ¿No vas a saludar a tu cuñado? —insiste Nash, con una sonrisa torcida.

Sabine se aparta apenas para darme espacio. Hubiera preferido que no lo hiciera.

—Hola —murmuro, sintiéndome cada vez más diminuta.

Delaney me examina de pies a cabeza. La veo entrecerrar los ojos y curvar los labios antes de soltar:

—Vaya. No sabía que Rowan tenía gustos tan… rurales.

—Delaney —la reprende Sabine, tajante.

—¿Señorita Greenwood? ¿Quiere ir a comer algo? —pregunta Kyle en voz baja, tomándome del brazo con suavidad.

Asiento. No sé qué más hacer.

Debí pensar antes en cómo responder a un ataque como este. Era obvio que sucedería… pero no lo hice. No tengo idea de cómo reaccionar.

—¿Ya te vas? —dice Nash, fingiendo desilusión—. Pero si apenas nos estamos conociendo. Y yo realmente quiero saber cómo fue que mi hermano pudo salir contigo… si besaba el piso por donde Delaney caminaba.

Y, como si necesitara coronar la escena, Delaney mueve su cabello como si estuviera en un anuncio de champú.

Yo sé que eso no es verdad… ¿no?

Rowan dijo que no la amó.

—Él no la amaba —suelto, aunque mi voz suena más frágil de lo que debería.

Delaney, en lugar de ofenderse, vuelve a reír.

Nash se limita a sonreír como si disfrutara cada segundo de esto.

—¿Quién te dijo eso? ¿Él? —se burla Delaney—. Si todavía ayer me escribió un mensaje.

—¿Qué? —exclamamos Kyle y yo al mismo tiempo.

Ada se aclara la garganta, toma mi brazo con firmeza.

—Vamos, Callie —me insta en voz baja.

Pero no puedo moverme.

Delaney ya está sacando su celular del bolso con la misma calma con la que una actriz gana su escena estelar.

Sabine también me toma del otro brazo, tratando de hacerme avanzar.

Pero sigo petrificada.

¿Rowan le escribió?

¿Ayer?

¿A qué hora?

¿Todavía estaba aquí… o ya estaba en Francia?

¿Y por qué?

¿Por qué haría eso?

No.

No quiero volver a hacerme esas preguntas.

—Mira —dice Delaney, mostrándome la pantalla del celular—. Quería saber cómo estaba. Qué considerado, ¿no?

Nash suelta una risa baja y sacude la cabeza, satisfecho.

Las lágrimas me arden en los ojos.

No alcanzo a leer el texto. No necesito hacerlo.

Reconozco el nombre. La foto de perfil.

Rowan.

—Parece que a tan sólo unos días de su cena de compromiso, pues tiene dudas —se burla Nash—. Qué barbaridad, ¿cómo permites esas cosas, Callie? O… ¿acaso estás acostumbrada a recibir las sobras?

—Cállate —espeta Ada, sin titubeos—. Sólo eres un hijo de papi inútil que pasa más tiempo borracho que consciente.

Su voz firme interrumpe mi espiral de pensamientos.

Le lanzo una mirada, confundida. No esperaba eso de ella. Y, sin embargo, me reconforta.

Sabine ríe con ese tono confiado y autosuficiente.

—Todo Nueva York sabe que eres la oveja negra de los Strathmore. Siempre has querido lo que tiene Rowan, pero eres demasiado flojo para conseguirlo.

—Ouch —murmura Kyle con sarcasmo, sin apartar los ojos de Nash.

La sonrisa de Nash se borra al instante. Señala a Ada con desprecio.




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