Después de que se aleja, comienzo a arrepentirme. No entiendo por qué estoy actuando de ese modo cuando ayer mismo había decidido hasta disculparme con él.
De pronto, siento todas las emociones desordenadas y lo único que quiero es un poco de soledad. Y en esa búsqueda de soledad, ha nacido mi enojo ante su cercanía.
Sigo nadando como queriendo huir de mi misma y zambullirme en el silencio, en la paz, en el fondo del río. Donde no hay problemas, ni preocupaciones, ni emociones pasadas, ni desafíos presentes.
Allí donde no hay nada más que silencio.
Cuando empiezan a llegar más personas, salgo del agua.
Saludo a los conocidos quienes me preguntan por mis padres y me quedo un rato hablando con ellos.
Luego, me voy.
El agua parece haber surtido efecto en mi cuerpo. Me siento más liviana. Más tranquila. Aunque sigo preocupada por mi forma de contestar.