Una semana más tarde, Julián insiste en que vaya a desayunar al comedor de la entrada. Y voy. Con más curiosidad que ganas.
Los días han sido tan rutinarios, que empiezan a ahogarme.
El aburrimiento del que tanto temía, se hace realidad. Y ansío con muchas fuerzas, un poco de variedad en mis días.
Y cuando ingreso al comedor, sus ojos se encuentran con los míos.
Al parecer, mis deseos se han hecho realidad con demasiada rapidez.