—Lo tendré en cuenta. ¿Te encuentras mejor?
La pregunta me deja recalculando. ¿Por qué habría de importarle como me encuentro? ¿Por qué se atribuye tanta confianza por una simple disculpa? ¿Y por qué siento tantas ganas de contarle sobre mis dramas?
Debe ser la sensibilidad con la que logré conectar estos días.
Regreso a la barra.
—¿Lo ves? No ha sido tan difícil. Sigues viva —me dice Igor—. Aunque solo por unos segundos, enseguida seguro llama para pedir su orden.
Suspiro sin responder. ¿Sus bromas solían ser así de intensas? ¿O ahora las siento mas debido a la lejanía de nuestro vínculo?
—Dicho y hecho. Ve de nuevo. Tú puedes —ríe mientras me alejo.
—¿Que pedirás? —le digo sacando mi libreta.
—Antes de que huyas de nuevo. Julián me ha dicho que te gusta ir a nadar. ¿Estos días no has ido por mi presencia?
Su conjetura me saca de eje. Tiene un poco de verdad, pero había estado evitando esa actividad por otros motivos. O quizás eso me hice creer.
—Estuve ocupada con otras cosas. Tu presencia no tiene tanto poder en mi —me animo a decir y me arrepiento.
—¿Estás segura? —ríe—. A menos que me acerque, ¿no? ¿Así funciona?
Ruedo los ojos.
—¿Qué pedirás?
—Solo bromeo. ¿Si? Puedes ir cuando quieras, prometo no molestar. Un café y dos galletas. Gracias.