Su presencia tan delicada me hace soltarme. Y hablo más de la cuenta. Y me sale bromear a pesar de que intuyo que no debería hacerlo. Pero me gusta observar cómo reacciona. Admito que tiene respuestas inteligentes.
Aun así, lo que he dicho tiene mucho de cierto. No me gustaría que por mi presencia, una persona dejara de hacer lo que comúnmente hace en su lugar natal. Más considerando que el primer día la he visto llorar.
Recuerdo el lugar hacia el que fue y me doy cuenta que no he ido a investigar. ¿Qué podría haber allí? ¿Algún recuerdo? ¿Alguna especie de altar en memoria de algún familiar?
Cuando termine de desayunar iré a ver. De pronto, la intriga empieza a ser insoportable.