La veo desaparecer de la superficie y se que está jugando.
No pienso moverme de la costa.
Pero los segundos pasan y se hacen cada vez más eternos.
Sin pensarlo más, me saco la remera y me tiro al río.
Logro divisarla, tomo su brazo y hago fuerzas para salir a la superficie.
Toma una bocanada de aire y comienza a reír. Yo aun no encuentro la gracia.
—No pensé que tardarías tanto.
—Me has asustado.
Sigue riendo.
—¿Hacemos competencia de nado?
—¿Me has hecho mojarme para eso?
—Sinceramente, prefiero que nades conmigo a que me observes desde allá. Me pone incómoda eso.
—¿Te pongo incómoda? —le pregunto un poco mas divertido.
Rueda los ojos.
—Competencia de velocidad. Quiero ver si mis años de nado han dado algún fruto.
—Debo trabajar…
—No hay nadie. Y en un rato debo irme. Tengo que hacer pasteles.
—¿Pasteles?
—Si. Cocinar. Dale.
Se zambulle y va hacia una orilla.
Sin más excusas, la sigo.