Después de un domingo atareado, con un poco más de personas en la playa, aunque no las suficientes para considerar mi trabajo como importante, llega una buena noticia a golpear la puerta. Al fin se han decidido a sumar un tercer guardavida así que, a partir de ese momento, tendremos dos días libres.
A mí me tocan los días más tranquilos, lunes y martes. Así que por sorpresa y de manera inesperada, empiezo a disfrutar de mi día libre de responsabilidades. Pero eso solo crea nuevos problemas: muchos pensamientos y pocos lugares donde distraerme.
Desayuno y me quedo hablando con el nuevo guardavida, Germán. Tiene más años que Julian y está en sus últimos años de actividad. Almorzamos los tres y después decido pasear por la playa.
En un momento, me acuerdo del lugar donde la había visto por primera vez y decido ir a investigar. Tras los yuyos y varios metros más adelante, me encuentro con una pequeña playa. Durante la tarde, se ve beneficiada con la sombra de una palmera un tanto enana.
Aquel lugar alejado del público da espacio a que varios pájaros se reúnan; aves bastante raras. Y en el silencio, escucho peces saltando.
Me dejo abrazar por la tranquilidad.