—Debo irme —me dice después de mirar su celular.
No quiero que esto llegue a su fin.
—¿Te puedo confesar algo? —le pregunto.
—Dime.
—No creí que una cena cerca del río en un pueblo perdido podría resultarme tan divertida —le digo sin dejar de mirarla. Ella no aparta la vista del río, pero noto que sonríe.
—Para que aprendas a no juzgar los lugares por sus apariencias…
Rio.
—Igual contigo no me he equivocado.
Entonces me mira curiosa.
—¿En qué?
—En que eres interesante, divertida y que creo que quiero más encuentros como este.
Sonríe nuevamente.
—No quiero admitirlo. Pero si dejamos de decirle cita, puede que yo también.