Corazón de arena

62 - Ella

Cuando lo veo ingresar a mi casa, me cuesta creer que en verdad está allí. Es tan raro recibir a alguien extraño. Es tan raro verlo en lugares que para mí son tan cotidianos… Siendo él tan fuera de lo común en mi vida.

Pasamos el resto de la tarde en la huerta del frente. Le explico la tarea del día y le muestro las diferentes verduras que estamos cultivando. No conoce mucho del tema, pero se ve bastante interesado en ayudar igual.

Nos reímos mucho, hablamos bastante sobre cosas banales y al final, él inicia una guerra con tierra… Una guerra que me saca muchas más carcajadas de las que recordaba haber tenido en mucho tiempo.

Antes de que empiece a atardecer, vamos a la parte de atrás a buscar naranjas de la planta y las exprimimos para poder tomar jugo.

Con un vaso cada uno, vamos nuevamente afuera y nos sentamos en el banco que hay en la quinta para poder apreciar el atardecer.

La brisa fresca comienza a aparecer y es genial poder sentirla después del día caluroso.

Nos invade el silencio… Pero es un silencio cómodo.

Su cercanía cada tanto me eriza la piel. Pero se siente tan bien estar allí.

En un momento, siento que sus ojos se quedan clavados en mi. Pero no me atrevo a confirmarlo.

—A ver, mírame —me dice en voz baja.

Sonrío y giro mi cabeza lentamente. Esta cerca. Muy cerca.

Suelta una risita.

—Tienes un poco de tierra justo… Aquí.

Su dedo roza mi pómulo y sus ojos viajan por todo mi rostro. Bajo la vista sintiendo cómo mi pulso se acelera.

Él aprovecha el contacto para hacerme una caricia. Y entonces mi respiración se corta.

Busco su mirada y tras unos segundos de observarnos, sus labios viajan a los míos.

Me da un beso suave. Luego otro. Y otro más.

Y entonces, todo en mi interior es fuego.

Lo tomo del cuello, lo acerco mas a mi y lo beso.

Él responde con una sonrisa.

Y en esos momentos, siento que juntos somos llamas fundiéndose una con la otra. Quemando. Ardiendo.




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