Corazón de arena

66 - Ella

Sentirlo tan cerca hace que en mi cuerpo se despierten sensaciones y deseos que hacía mucho tiempo parecían apagados.

De pronto, todo mi cuerpo lo desea. Y si no logro controlarme, las cosas pueden salir mal.

Dejo que el agua me refresque, que me airee mis pensamientos y lucho para que su nombre salga de mi mente.

Pero es imposible sabiendo que está ahí, mirándome.

Cada vez que puedo, lo miro. Y sus ojos siguen clavados en mí. Me sonríe cuando nuestras miradas se encuentran y eso alborota más las mariposas que parecen haberse apoderado de mi estómago y mi pecho.

En un momento, salgo del agua y lo veo alejándose. Me preocupo.

Pero al rato lo veo volver con dos botellas pequeñas de jugo.

Estira mi toalla y se sienta allí con una, dejando la otra en el espacio vacío al lado de él.

Entiendo la indirecta y voy a su encuentro.

—¿Para mí?

—Si tú quieres.

Me siento a su lado y tomamos el jugo en silencio, mientras nuestros brazos se tocan.

—Estaba estudiando para ser médico —me dice de repente—. Pero no era mi sueño, era el de mi padre. Y ahora que cumplí mi sueño, siento que he perdido a mi padre. ¿Qué tan irreparable suena eso?




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